Para los investigadores, un experimento natural supermasivo
Expertos de varias disciplinas aprovechan para estudiar el impacto en el comportamiento humano de esta situación extraordinaria de la historia
MADRID.- Durante la Segunda Guerra Mundial, el embargo de alimentos de las tropas nazis provocó una hambruna catastrófica en Holanda. Las secuelas de ese período marcaron para siempre la salud de los fetos que se estaban gestando en los vientres de las hambrientas embarazadas. Esa terrible experiencia permitió a la ciencia entender mecanismos del desarrollo humano y su genética que de otro modo hubiera sido imposible: durante décadas, el análisis de esos chicos y su descendencia ofreció material de estudio muy valioso.
Es lo que se entiende como un experimento natural: una experiencia que no podemos controlar, pero que afecta decisivamente a los sujetos y permite estudiar las consecuencias. Algo parecido sucedió, pero al revés, cuando Pekín decidió reducir drásticamente la contaminación para no perjudicar los Juegos Olímpicos de 2008. Ese experimento natural permitió observar que los bebés gestados en ese período sin humo nacieron con mucho mejor peso que los anteriores.
Hoy, miles de millones de personas están viviendo en sus carnes un nuevo experimento natural supermasivo por el coronavirus. Y miles de investigadores, de todas las disciplinas, se lanzaron a aprovecharlo.
Quizá marcará para siempre nuestras vidas, seguramente se publicarán durante décadas análisis de este período por las consecuencias psicológicas, políticas, económicas, en el consumo, las relaciones sociales... Pero también es necesario estudiarlo ya para mejorar las políticas que se están adoptando. "Tenemos que entender cómo se está comportando la gente, es algo que no pasó nunca, por lo que genera una gran incertidumbre y demanda de información", afirma Margarita Gómez, investigadora de la Universidad de Oxford, que está analizando una encuesta realizada estos días en multitud de países, desde Rusia y la India hasta México y la Argentina.
"Hay una alta aprobación por parte de los ciudadanos de las políticas públicas más exigentes respecto del distanciamiento social. Lo vemos en todos los países", asegura Gómez, directora del People in Government Lab de Oxford.
Otro aspecto que se observó es que quienes menos siguen estas normas son, en todo el planeta, hombres jóvenes de entre 30 y 40 años.
Alfredo Rodríguez y su equipo de la Universidad Complutense fueron de los primeros en dar a conocer su trabajo preliminar sobre la psicología de los confinados: ya en la primera semana se observaban mayores índices de ansiedad, depresión, estrés y problemas de sueño. En las siguientes oleadas de su estudio (ya enviaron el cuestionario ocho veces) se vio cómo la población se habituaba a la situación, hasta que se prorrogó el estado de alarma, lo que provocó un repunte en los síntomas.
Incertidumbre
"Hay una enorme preocupación por la situación laboral, la incertidumbre sobre el futuro, que genera malestar y problemas para dormir", asegura Rodríguez. Un factor socioeconómico lo ilustra: el jardín.
"Las personas con parque tienen significativamente menos niveles de ansiedad y depresión. Este hecho seguramente esté relacionado con la posibilidad de pasear al aire libre y estar expuesto al sol y vitamina D", pero también con aspectos de clase, apunta el experto, dado que una familia con jardín es más probable que tenga una situación socioeconómica más desahogada. A Rodríguez también le preocupa especialmente la salud mental de los chicos españoles en cuarentena. Son un experimento natural dentro del experimento natural: cuando todo termine, se podrá comparar su evolución con la del resto de los chicos europeos a los que sí se les permitió salir a la calle.
Distintos estudios en varios países observaron un patrón entre quienes tienen menores a su cargo: madres y padres se sienten mal por no ser capaces de darlo todo en el trabajo y en el cuidado de sus hijos.
Gabriel González de la Torre, de la Universidad de Cádiz, está reutilizando los mismos cuestionarios que maneja en sus estudios sobre la psicología de los viajes espaciales. "Es una situación análoga, una gran oportunidad porque uno tiene a la gente encerrada en su casa, aunque en una situación cambiante. Se sufre porque no se ve el final de la misión, como si tuviéramos un contratiempo en la nave y se retrasara el regreso a casa", explica el psicólogo.
Los estudios que se están realizando son innumerables. La Universidad de Texas observó que hay personas que pasan casi una jornada laboral, más de siete horas diarias, inmersas en temas sobre la pandemia. Este factor, la exposición permanente a información sobre el virus, aparece directamente relacionado con síntomas depresivos y el consumo de alcohol.
En el Loyola Behavioral Lab estudian la evolución de la generosidad con el miedo a la pandemia. En Estados Unidos se observó que quienes más acaparan son quienes más tienen o se sienten más solos.
El Instituto Kinsey notó que muchas parejas están aprovechando la situación para ampliar el repertorio sexual. Y a las parejas que les iba bien les va mejor.
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