Para los autócratas, un telón final cada vez más sangriento y dramático
El destino de los dictadores empeora cada vez más; primero les tocó el exilio, ahora, la muerte
EL CAIRO.- Ahora que los déspotas árabes son depuestos a un ritmo sin precedente desde enero pasado, todo un espectro de opciones para el telón final fue probado; el más dramático le tocó al líder libio, Muammar Khadafy, que murió anteayer en un confuso episodio en Sirte.
"El khadafismo era una suerte de culto", dijo Juan Cole, un profesor de historia de la Universidad de Michigan, al describir la última resistencia del coronel en su ciudad natal como un acto de fanáticos.
Por supuesto, incluso antes de estas insurrecciones, Saddam Hussein había jurado luchar hasta la muerte. Pero el dictador iraquí terminó escondiéndose bajo tierra, en un agujero, y finalmente fue ahorcado en 2006, después de ser sometido a juicio.
Zine el-Abidine Ben Alí, de Túnez, el primer presidente que fue expulsado por la indignación popular en enero, eligió exiliarse en Arabia Saudita, donde la familia gobernante acogería virtualmente a cualquier musulmán.
El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, eligió resistir. Pero ahora corre el riesgo de ser recordado por haber llegado a juicio en una camilla y por haber permanecido en una jaula de metal, todo ello como parte de su defensa, que consiste en afirmar que está demasiado enfermo como para sufrir un proceso.
Entre los autócratas que quedan de la "primavera árabe" , aún bajo sitio, los presidentes Bashar al-Assad, de Siria, y Alí Abdullah Saleh, de Yemen, luchan por aferrarse al poder.
Primero Al-Assad fingió que haría concesiones, pero luego sus fuerzas de seguridad mataron a miles de sirios. Saleh casi abandona el poder tras un ataque con bombas, pero sobrevivió con severas quemaduras y fue a tratarse a Arabia Saudita.
No se sabe qué enseñanza, si es que extraen alguna, ambos hombres inferirán la muerte de Khadafy . Su desaparición no se desarrolló exactamente como se había previsto, aunque él siguió jurando que combatiría hasta la muerte. Malas grabaciones de video proporcionaron algunos truculentos detalles, mostrando al coronel empapado en sangre.
Muchos esperaban que pasara años escondido el vasto desierto de Libia, trasladándose en una flotilla de vehículos 4x4 negros y dirigiendo desde lejos una contrarrevolución petardista. "Hubiera sido más coherente con la manera en que lo veía la gente si lo hubieran encontrado en Níger o entrando y saliendo del país", dijo Rob Malley, el director del programa de Medio Oriente en el International Crisis Group.
En el islam no hay mayor gloria que morir por una causa justa, como un "mártir", ganando acceso directo al paraíso. Los académicos de Al Azhar, la antigua sede de aprendizaje musulmán sunita en El Cairo, previeron que Khadafy o sus acólitos tratarían de reclamar ese privilegio, de manera que declararon una fatwa este mes, diciendo que él no recibiría ese honor. Un mártir muere defendiendo su religión y su nación, explicó la institución religiosa.
Dictadores árabes
Muchos esperan que el oscuro legado del gobierno del coronel sea recordado después de que se olvide su manera de morir. El espíritu reinante en las calles de Trípoli era celebratorio. Twitter y Facebook estaban atestados de comentarios que se regocijaban de la muerte de Khadafy.
Uno de los links más populares mostraba un dibujo animado con un hombre que se aferraba a una lata de pintura roja, tras haber trazado equis gigantescas sobre los retratos de Ben Alí, Mubarak y Khadafy. Los otros dos que pendían a continuación de la pared, los presidentes Saleh y Al-Assad, miraban aterrorizados mientras el hombre de la pintura (que es "el pueblo"), se acercaba.
Walid al-Tabtabai, un miembro del parlamento kuwaití, escribió en Twitter: "Ben Alí huyó, Mubarak fue encarcelado, Saleh fue quemado: adviértase el hecho de que el destino de los dictadores empeora cada vez. Me pregunto qué sombrío destino espera al criminal Bashar".
Había preguntas sobre si la muerte de Khadafy alentaría a Al-Assad, a Saleh y a otros autócratas a usar una fuerza mayor contra su pueblo o si se retirarían.
Pese a la tendencia a considerar en masa a todos los dictadores árabes, cada uno de ellos está rodeado de circunstancias únicas, y tal vez Khadafy fue el más singular de todos, por el hecho de que permaneció tanto tiempo en el poder como para enemistarse con casi todo el mundo.
Si Khadafy es extrañado, será en Africa, donde compró amigos por todas partes. En Bamako, la capital de Mali, un nuevo complejo de edificios gubernamentales lleva el nombre del coronel. "La verdadera enseñanza es que hay una nueva ola de políticos populares en el mundo árabe", dijo el profesor Cole, de la Universidad de Michigan. "La gente no tiene ganas de soportar a dictadores semigenocidas".
Traducción de Mirta Rosenberg
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