El Papa, a los inmigrantes en Lesbos: "No están solos, vine a escucharlos"
Lo dijo Francisco ante cientos de miles de refugiados que llegaron a la isla del Mar Egeo, para escapar de guerras y miseria
LESBOS.- "Quiero decirles que no están solos". Fueron las simples palabras que pronunció hoy el papa Francisco en esta isla del Mar Egeo, símbolo del drama humanitario de cientos de miles de refugiados que llegaron aquí en los últimos meses escapando de guerras y miseria, desde donde imploró a la comunidad internacional a encontrar una solución digna a "la peor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial".
"Quise estar hoy con ustedes. Quiero decirles que no están solos. Vine para escuchar sus historias", dijo a refugiados "atrapados" en Lesbos, en una visita de apenas cinco horas, marcada por la tristeza, como él mismo Pontífice destacó durante el vuelo que lo trajo desde Roma.
El Papa habló así, de hecho, desde un lugar lúgubre: el campo de refugiados de Moria, que en realidad es un campo de detención más parecido a un campo de concentración, rodeado de alambras de púas, paredones de cemento, del cual los 3000 refugiados presentes no pueden salir.
El lugar fue "embellecido" para la ocasión: se levantaron carpas y podios especiales, hubo una limpieza entre sus containers, y algunos "huéspedes" recibieron ropa nueva, según contaron a LA NACION algunos refugiados sirios detenidos allí. En este campo, que se levanta a 16 kilómetros de Mytilene, en medio de un paisaje idílico de olivares centenarios, el Papa saludó, uno por uno, a centenares de personas, adolescentes, mujeres, niños.
Un encuentro atravesado por la emoción
Los 3000 refugiados allí detenidos, -muchos sirios, pero también paquistaníes, afganos, iraquíes, africanos, kurdos, yazidis-, lo esperaban con carteles de bienvenida -"Pakistani christians welcome Pope Francis"- y, también de reclamo de ayuda, escritos con biromes sobre pedazos de papel: "Help the yazidi people", "Freedom of movement". Hubo aplausos para el Papa, que besó niños, estrechó manos, sonriente, y saludó a las mujeres musulmanes presentes, con el pelo cubierto por un pañuelo, inclinándose y tocándose el pecho, en señal de respeto.
Hubo escenas de dolor cuando, en una carpa blanca -donde se reunió brevemente con 150 menores y 250 adultos que le contaban sus historias de terror-, un refugiado paquistaní se postró a sus pies y estalló en llanto. "¡Bless me father, bless me!", sollozó el joven, mientras también agradecía la visita: "Thank you! Thank you!". Lo mismo sucedió con una niña, que también se arrodilló a sus pies, llorando, mientras su mamá le relataba, en árabe, a través de un intérprete, su odisea; y otra señora.
El Papa, que se dejó sacar fotos y selfies, y como es costumbre rompió el protocolo y estrechó cuanta mano pudo al recorrer el lugar, mientras los refugiados coreaban: "¡Freedom! ¡Freedom!" (¡Libertad!). Todo el mundo lo llamaba para recibir su atención, un saludo, una bendición y estaba visiblemente emocionado. Cuando unos niños le regalaron unos dibujos emblemáticos de su sufrimiento, le dijo a un colaborador suyo que los guardara porque los iba a mostrar a los periodistas en el vuelo de regreso a Roma.
Conflicto y persecución
"En estas semanas y meses, han sufrido mucho en su búsqueda de una vida mejor. Muchos se han visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de sus hijos. Conocen el sufrimiento de dejar todo lo que aman y, quizás lo más difícil, no saber qué les deparará el futuro. Son muchos los que como ustedes aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente", dijo el Papa a la hora de los discursos, hablando en un podio levantado en el patio donde suelen ser registrados los migrantes.
Luego de ser recibido a las 10 de una jornada de cielo límpido, sin nubes, por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, en el aeropuerto de Mytilene -donde también tuvo una reunión privada con él-, el Papa se desplazó al campo de Moria no en el habitual papamóvil, sino en un minibus blanco.
Junto a él y en un fiel reflejo del significado ecuménico de esta visita relámpago, también estaban sus "hermanos", el Patriarca Ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé y el arzobispo de Atenas y toda Grecia, Hieronymos.
Grave crisis humanitaria
"Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma", dijo Francisco en su discurso, pronunciado en italiano, pero traducido al inglés. "Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en su nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común", pidió.
Francisco -que en julio de 2013, en su primer viaje como Papa, visitó la isla de Lampedusa, al sur de Sicilia, para llamar la atención ante el mismo fenómeno-, volvió a denunciar la indiferencia ante el mismo. "Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad", acusó. "Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros, agregó, al subrayar cómo el pueblo griego respondió generosamente a sus necesidades "a pesar de sus propias dificultades". En Grecia, que debido al cierre de fronteras de Europa se ha convertido en una suerte de prisión a cielo abierto, hay 60.000 refugiados en 40 campos, según dijo a LA NACION Maurice Joyeux, jefe del Servicio Jesuita para los refugiados de este país.
Gestos
Francisco, que el jueves santo pasado le lavó los pies a refugidos de un centro de las afueras de Roma, también remarcó la solidaridad demostrada por decenas de ongs y de voluntarios que vinieron hasta aquí desde todo el mundo para dar una mano. "Sí, todavía queda mucho por hacer. Pero demos gracias a Dios porque nunca nos deja solos en nuestro sufrimiento. Siempre hay alguien que puede extender la mano para ayudarnos. Este es el mensaje que les quiero dejar hoy: ¡No pierdan la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración", recordó.
En la declaración conjunta firmada más tarde por el Papa y sus dos "hermanos" ortodoxos, Bartolomé y Hieronymos -que también almorzaron junto a ocho refugiados en un container-, también un hubo un llamamiento a la comunidad internacional "para que responda con valentía, afrontando esta crisis humanitaria masiva y sus causas subyacentes, a través de iniciativas diplomáticas, políticas y de beneficencia, como también a través de esfuerzos coordinados entre Oriente Medio y Europa". Y a los líderes políticos, para "que empleen todos los medios para asegurar que las personas y las comunidades, incluidos los cristianos, permanezcan en su patria y gocen del derecho fundamental de vivir en paz y seguridad".
Antes de partir de Lesbos a las tres de la tarde locales, el Papa irá al puerto de Mytilene, donde después de encontrarse con los ciudadanos de la isla y con la pequeña comunidad católica -apenas 60 personas-, tirará una corona de flores en el mar, en homenaje a los que murieron en el mar intentando llegar a Europa (unas 732 personas en lo que va de 2016, según la Organización Internacional de Migrantes) y pronunciará una oración.
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