Pandemia: Japón aprende a convivir con el coronavirus y le da resultados
TOKIO.- No hay leyes que digan lo que hay que hacer, pero todo el mundo conoce las reglas. Usar barbijo, mantener la distancia, desinfectarse las manos, chequearse la temperatura. No tocar, no gritar. No vociferar en los partidos de fútbol y no aullar de entusiasmo en los parques de diversiones. Pero si te pescás el virus, tal vez haya sido tu culpa…
Puede parecer uno de esos futuros distópicos de las series de Netflix, pero también resulta ser la solución de Japón a uno de los problemas más acuciantes que enfrentan hoy el mundo: ¿cómo coexistir con el nuevo coronavirus?
En el subibaja mundial de la pandemia, mientras los contagios se disparan en muchos lugares, en Japón están mermando, y los japoneses creen haber desentrañado finalmente el enigma del coronavirus.
Modelo de la "nueva era padémica"
Con una combinación de ciencia bien aplicada y presión social de los conciudadanos, Japón logró mantener mayormente controlado el virus si necesidad de aplicar sanciones penales ni cuarentenas formales. El país está buscando ese esquivo equilibrio entre la represión de China y la permisividad de Suecia, y se presenta como modelo de la "nueva era pandémica" de la que suele hablar Anthony Fauci, máximo asesor de la Casa Blanca para el combate del coronavirus.
"Desde un principio, nuestro objetivo fue frenar lo más posible los contagios preservando las oportunidades económicas y sociales", dice Hitoshi Oshitani, profesor de virología de la Universidad Tohoku y uno de los principales asesores del gobierno japonés en el manejo de la pandemia.
"Nuestra legislación nos impide hacer lo que hace China. En Corea y Singapur testean mucho, pero al principio nuestra capacidad para realizar testeos de PCR era muy limitada", señala Oshitani. "Así que fuimos tratando de abordarlo de otra manera."
Meses antes de que el resto del mundo se enterara de los barbijos y los peligros de los espacios cerrados y las aglomeraciones de gente, Japón se propuso encontrar la forma de sobrevivir a la pandemia sin una cuarentena draconiana.
Allá por el mes de mayo, más de 100 industrias japonesas establecieron protocolos de funcionamiento para seguir operando con el mínimo riesgo de contagio posible. Los restaurantes espaciaron las mesas y empezaron a funcionar con puertas y ventanas abiertas, se instalaron mamparas plásticas para separar a vendedores y cajeros, los bares cerraban temprano, y los eventos deportivos retomaron en estadios con mínima ocupación, donde no volaba una mosca.
Durante el estado de emergencia dictado en abril y mayo, los trenes suburbanos de Tokio funcionaron prácticamente vacíos, pero ahora circulan de nuevo bastante colmados, aunque con las ventanillas abiertas y los pasajeros con barbijo.
Contexto cultural
En un país donde el miedo a llamar la atención es casi tan fuerte como el miedo al coronavirus, la mayoría respeta las recomendaciones: un estudio publicado en agosto reveló que la principal razón por la que los japoneses usan barbijo es por "presión de sus pares", y no para impedir la propagación del virus.
El doctor Oshitani dice que el abordaje japonés debe ser entendido dentro de un contexto cultural.En un país que a lo largo de los siglos ha sido barrido por sucesivas y letales oleadas epidémicas—desde la viruela y el cólera, hasta la gripe y el sarampión—, la "coexistencia" con el virus tiene más sentido que intentar erradicarlo.
"En Japón está lleno de monumentos de piedra al dios viruela", dice Oshitani. "Para nosotros, los japoneses, es algo muy poderoso que no podemos controlar, algo que merece respeto. Aceptamos que es algo que no podemos eliminar. De hecho, la inmensa mayoría de las enfermedades infecciosas no pueden ser eliminadas."
Hay factores culturales que también juegan un rol importante en la aceptación del barbijo entre los japoneses, así como su esmero con la higiene y su avenencia a las normas.
Pero tan importante como la cultura japonesa ha sido la ciencia bien aplicada, y el temprano llamado de alerta.
Ciencia bien aplicada
El crucero Diamond Princess, un perfecto caldo de cultivo del virus, anclado en cuarentena frente al puerto de Yokohama, les proporcionó a los científicos japoneses un adelanto crucial, que les permitió analizar la transmisión de la enfermedad y les reveló tempranamente algunas de las características distintivas del coronavirus.
Las alarmas empezaron a sonar cuando siete u ocho funcionarios de la cuarentena y enfermeras se contagiaron el virus mientras trabajaban a bordo.
"Los funcionarios de la cuarentena son profesionales que saben protegerse del contagio", dice Oshitani. "Por eso empezamos a sospechar que este virus se transmitía de manera inusual."
El equipo de Oshitani concluyó que el virus parecía propagarse a través de microgotas, y no solo de la tos, los estornudos o el contacto, sino de micropartículas aún más pequeñas, llamadas "aerosoles", que quedan suspendidas y circulan en el aire.
Hacia mediados de febrero, mientras la enfermedad se propagaba también por Japón, los datos epidemiológicos condujeron al equipo de Oshitani a otras dos conclusiones sorprendentes.
La primera fue que la gente con pocos o ningún síntoma también transmitían la enfermedad. La segunda estaba relacionada con un fenómeno conocido como "eventos de supercontagio".
Ambas conclusiones tienen ahora amplio consenso científico alrededor del mundo, pero pasaron meses hasta que los hallazgos de los japoneses concitaron ese apoyo. En ese tiempo, Japón fue sentando las bases del abordaje del país para controlar el virus.
El uso generalizado de barbijo entre la población fue fundamental para frenar los contagios por aire; mientras tanto, los científicos se concentraron en detectar y cortar las cadenas de contagio.
Críticas
Pero el enfoque japonés tiene sus críticos. Muchos científicos y profesionales médicos de Japón se quejan de que la falta de testeos ha sido un impedimento importante para rastrear la enfermedad, y los obstáculos para testearse ciertamente han desalentado y amedrentado a muchas personas comunes.
La respuesta del gobierno central de Tokio es considerada lenta y confusa, opinión que se confirma por sus pésimos números de aprobación en las encuestas. En comparación con muchos de sus pares del Este y Sudeste Asiáticos, los resultados de Japón frente a la pandemia parecen bastante flojos. Tailandia, Vietnam y Corea del Sur, por ejemplo, han tenido muchas menos muertes y han resurgido de la crisis más rápidamente.
Mientras China y Taiwán han vuelto mayormente a la normalidad, Japón todavía sigue sumida en una crisis, con quiebra de empresas y auge del desempleo. Desde esa perspectiva, argumentan los críticos, el camino intermedio elegido por Japón parece más una confusa solución de compromiso que un golpe de genialidad.
Además, Oshitani reconoce que depender de la presión social también tiene un desagradable efecto secundario, que conduce a la discriminación contra las personas infectadas y los trabajadores de la salud.
Y tampoco funciona siempre. Citando investigaciones del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, Oshitani dice que el último brote del coronavirus parece provenir de una sola fuente: un club nocturno del centro de Tokio que ignoró las nuevas pautas.
Ahora, a medida que disminuyen las infecciones, Japón está comenzando a relajar sus pautas de estilo de vida en un intento por reactivar la economía. Si puede hacerlo sin provocar otra ola mortal de infecciones, su estrategia habrá pasado la prueba de fuego.
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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