Otro efecto de la guerra en Ucrania: el militarismo se expande como nunca en el mundo
La carrera armamentista se aceleró en el último año, con varias potencias que incrementaron sus presupuestos de defensa
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PARÍS.– El último informe anual del International Peace Research Institute de Stockholm (Sipri) sobre los gastos militares mundiales no dejó dudas sobre las tensiones internacionales que se anunciaban mientras el planeta se hallaba en plena pandemia de Covid-19: en 2021, esos presupuestos aumentaron 0,7%, hasta alcanzar 2,113 billones de dólares. Pero esa carrera, que superó así por primera vez en la historia los 2 billones de dólares, siguió progresando en 2022, a medida que la guerra en Ucrania fue develando amenazas olvidadas desde la segunda guerra mundial.
El 16 de diciembre pasado, Japón hizo un anuncio excepcional: su decisión de convertirse en una potencia militar “normal”, aprobando dramáticos cambios en su tradicional doctrina de “restraint” (control). Según su nueva estrategia de seguridad nacional, el país no solo duplicará su gasto anual en defensa, de 54.000 millones de dólares, agregando unos 315.000 millones de dólares a su presupuesto en los próximos cinco años. También desarrollará una nueva capacidad de contragolpe, que le permitirá lanzar ataques de represalia hacia territorio enemigo.
Los nuevos desafíos que plantea Asia son los responsables de ese histórico cambio de estrategia. China se ha lanzado en una carrera armamentista no solo convencional, sino también nuclear. Sus aviones y buques militares realizan frecuentes incursiones en aguas e islas reclamadas por Japón, mientras aumentan las amenazas de Pekín contra Taiwán, cuya democracia y autonomía son consideradas cruciales por Tokio para su propia seguridad.
Japón también mira con preocupación creciente a Corea del Norte, que incrementa el ritmo de sus amenazas: en 2022, Pyongyang lanzó 86 misiles de prueba, contra 26 en 2019, que se suman a seis test nucleares desde 2006.
Pero, más allá de la incertidumbre regional, la guerra en Ucrania provocó un electroshock en todo el planeta, cuya principal consecuencia ha sido decisiones del mismo tipo en diversas partes del mundo en los últimos 24 meses, en particular en Europa.
Globalmente, Europa (Unión Europea y Europa oriental) aumentó su esfuerzo de defensa a 418.000 millones de dólares (+3% en relación a 2020 y +19% comparado con 2012). Los países de Europa del Este aceleraron el remplazo de sus viejos materiales soviéticos por equipamiento moderno, a fin de reducir su dependencia de Moscú. En la OTAN -según el Sipri- ocho de los 26 países europeos miembros habían consagrado 2% o más de su PBI a la defensa en 2021, contra dos países en 2014, año de la anexión de Crimea por Rusia. Después que comenzó la guerra en Ucrania, Dinamarca, Lituania, Holanda, Noruega, Polonia, Rumania, Alemania y Francia anunciaron aumentos en sus presupuestos de defensa a fin de alcanzar ese 2% preconizado por la Alianza Atlántica.
En Francia, la ley de programación militar en vigor preveía un esfuerzo financiero de 295.000 millones de euros para el periodo 2019-25, casi el 2% del PBI. El nuevo proyecto, anunciado en septiembre para 2023 confirma esa trayectoria, con un aumento de 3000 millones de euros en relación al año anterior, y que podría aumentar el 30% en el periodo 2024-31.
“Las fuerzas armadas francesas no había conocido un esfuerzo tan sostenido desde la guerra de Argelia”, indica el general Jean-Paul Palomeros, exjefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Francia (2009-2012).
Al mismo tiempo, el presidente Emmanuel Macron llamó a responsables militares y políticos a lanzar el debate sobre la necesidad de volver a preparar las fuerzas armadas a un conflicto de “alta intensidad” en el continente.
Otros países europeos, como Gran Bretaña o Alemania también anunciaron su decisión de aumentar significativamente sus presupuestos de defensa. En el Reino Unido, el ministerio de Defensa apunta a un presupuesto de 100.000 millones de libras esterlinas para 2030. Mientras que, en febrero pasado, Alemania anunció una partida extraordinaria única de 100.000 millones de euros para equipar a sus fuerzas armadas. Con esa dotación, Berlín debería aumentar su presupuesto de defensa hasta llegar en 2024 a casi el 2% del PBI fijado por la OTAN.
Las cifras globales, que aumentan por séptimo año consecutivo, provocan mareos. Es enorme y es inédito. En la década de 1980, en el peor momento de la guerra fría, los gastos militares se situaban alrededor de 1,5 billones, a precios y tasas de cambio comparables, según estimaciones del Sipri. Y es enorme e inquietante, porque los gastos militares tienen un solo objetivo: armarse, prepararse para la guerra. En el contexto de la actual guerra en Ucrania, nadie puede ignorar la vigencia de la cuestión.
“No obstante, y sin tratar de aminorar la inquietud que despiertan esas cifras, es importante destacar que los gastos militares representaron en 2021, el 2,2% de las riquezas (el PBI) producidas en el mundo cuando, durante la guerra fría, esa parte del PBI superaba el 7%”, afirma Sylvie Matelly, directora adjunta del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS).
El aumento de los gastos militares sería entonces tanto una consecuencia de la prosperidad económica y el crecimiento -en Asia en particular y en los países emergentes- como de una mayor percepción de las amenazas a nivel mundial. Por ejemplo, China gastaba en 1989 el 2,5% de su PBI en defensa, contra 1,8% actualmente; India el 3,5% contra 2,7% hoy, según datos del Sipri.
También es necesario señalar que existen diferentes métodos para estimar los gastos militares. Tomar el presupuesto anunciado por los ministerios de Defensa, es el más común. Pero una parte de esas cifras pueden ser destinadas a un uso no militar. En 2011, por ejemplo, el departamento de Defensa de Estados Unidos consagró 50.700 millones de dólares a la salud de sus 9,6 millones de soldados, retirados, reservistas y personas a cargo.
En todo caso, lo esencial del gasto mundial lo realizan un puñado de países: 81% de ese gasto está en manos de 15 Estados. Entre ellos, cinco representan el 62%: Estados Unidos, China, India, Gran Bretaña y Rusia.
Estados Unidos concentra el 38% de ese gasto, con más de 800.000 millones de dólares anuales. A mediados de diciembre, el Senado autorizó un incremento de 8% del presupuesto militar de 2022, elevando a 858.000 millones el total para 2023. En los últimos años, Washington aumentó en 24% su esfuerzo en el terreno de investigación y desarrollo (R&D), prueba de que las tecnologías de nueva generación se han convertido en “el nervio de la guerra” y que la administración pretende conservar su supremacía sobre Rusia y China. La modernización del arsenal nuclear absorbe una parte de ese esfuerzo, que coloca al sistema de defensa estadounidense muy por encima de sus enemigos potenciales.
En segundo lugar de ese rating se ubica China, que destinó 239.000 millones de dólares (+4,7%) a sus fuerzas armadas en 2021. Un esfuerzo que ha aumentado sin interrupción durante 27 años. Ante esa amenaza, no solo Japón, sino también Australia aumentó su presupuesto militar en 4%, alcanzando los 31.800 millones de dólares.
Con 76.700 millones de dólares de gastos militares, India se ubica en tercer puesto mundial. El aumento fue de solo 0,9% en relación a 2020, pero de 33% en diez años. Para reforzar su industria, 64% de esos gastos fueron destinados a la compra de armas producidas en el país.
El incremento de gastos militares de Rusia en 2021 es la prueba de que Moscú se preparaba para la guerra en Ucrania. Esos gastos aumentaron en 2,9%, a 65.900 millones de dólares. En su informe, el Sipri constata que fue el tercer año consecutivo de incremento. Los gastos militares rusos alcanzaron el 4,1% del PIB en 2021.
Para hacer frente a su vecino ruso, Ucrania también aumentó sus gastos militares en 72% desde la anexión de Crimea en 2014. Si bien en 2021 estos retrocedieron, después del comienzo de la guerra, en febrero pasado, Kiev gasta sin contar en armamento occidental, para defenderse de la agresión.
Asia y los países de Medio Oriente se han convertido en los últimos años en actores mayores de la defensa. En algunos casos, ese gasto representa una parte cada vez más significativa de las riquezas producidas: 6,6% del PBI saudita, 4,5% para Qatar.
Europa es la única región del mundo cuyo gasto es hoy inferior -un tercio menos, incluyendo a Rusia- al de fines de la década de 1980. Esto se debe a una fuerte reducción de los presupuestos militares en los años 1990, después de la crisis financiera de 2008. Francia, Alemania, el Reino Unido e Italia consagraban respectivamente 3,2%, 3%, 1,8% y 5% de su PBI al gasto militar mientras que, en 2021, las cifras fueron de 1,95% en Francia, 1,34% en Alemania, 1,52 en Italia y 2,22% en Gran Bretaña.
Basándose en las cifras, es lícito pensar que las nuevas crisis geopolíticas consiguieron lanzar al mundo en otra carrera armamentista. Para Sylvie Matelly, es solo una falsa impresión.
“En realidad, la carrera armamentista nunca cesó. Y los dividendos de la paz -idea seductora con frecuencia evocada a comienzos de los años 1990, cuando se pensaba aún que la tierra era plana y la historia terminada-, solo fue una ilusión. Como máximo, fue un paréntesis en la evolución de los gastos militares”, afirma. A su juicio, “la carrera armamentista es el corolario inevitable del gasto militar. Primero, porque aceptar una reducción de ese gasto es aceptar un debilitamiento de las propias capacidades militares. Segundo, porque la voluntad de superioridad estratégica supera ampliamente el marco del gasto militar”. Y concluye: “El poderío militar es solo un factor del poderío de un país y viceversa”.
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