Otra paradoja de Obama: ahora busca renovar el arsenal nuclear
Lejos del desarme que prometió años atrás, su gobierno avanza en un millonario plan para modernizar las armas atómicas
KANSAS CITY.- Aquí donde antes había siembras de soja ahora funciona una flamante y extensa planta que fabrica las entrañas mecánicas de las cabezas atómicas del arsenal norteamericano. Más grande que el Pentágono, repleta de artefactos de última tecnología y miles de trabajadores, la planta, inaugurada el mes pasado, es la encargada de modernizar las envejecidas armas que Estados Unidos dispara con sus misiles, cazabombarderos y submarinos.
Forma parte de una oleada de revitalización atómica que incluye planes para fabricar una nueva generación de vehículos livianos armados. Un reciente estudio del gobierno federal estableció que el costo final de los emprendimientos, durante las próximas tres décadas, ascenderá a un billón de dólares.
Esta expansión llega en el mandato de un presidente -Barack Obama- que hizo campaña por "un mundo libre de armas nucleares" y que hizo del desarme el principal objetivo de la política de defensa norteamericana. La idea original era que la modesta remodelación del destartalado complejo nuclear del país aceleraría la renovación de las armas, aumentaría la confianza en la confiabilidad del arsenal y, así, allanaría el camino de nuevos tratados que redujeran significativamente el número de cabezas nucleares.
Por el contrario, y debido a acuerdos políticos y a la crisis geopolítica, el gobierno de Obama se metió de lleno en una amplia reconstrucción atómica, con una muy modesta reducción de armas a cambio.
Los defensores del control sobre las armas, así como algunos de los colaboradores más cercanos al presidente, dicen que la esperanza que les generaba la visión presidencial se convirtió en desilusión, ya que la modernización del arsenal nuclear se volvió un fin en sí mismo.
Con Rusia en pie de guerra, China presionando por sus disputas territoriales y Paquistán expandiendo su arsenal, los analistas dicen que el supuesto legado de desarme de Obama es cada vez más improbable. El Congreso se mostró menos interesado en la reducción nuclear que en mostrar firmeza frente a la escalada belicista entre Washington y Moscú.
"Lo que cambió fundamentalmente el juego fue la invasión de Putin a Ucrania", dijo Gary Samore, el más alto asesor en temas nucleares durante el primer mandato de Obama y actual académico de Harvard. "Eso hizo que cualquier medida unilateral para reducir el stock nuclear fuera políticamente imposible."
A los halcones nada les conviene más. Ven estas inversiones como una forma de colocar a Estados Unidos en una posición de fuerza en caso de que se desate una nueva carrera nuclear. De hecho, las renovadas plantas que Obama aprobó para la fabricación de una fuerza pequeña de armas más confiables y precisas con otro presidente podrían permitir ampliar el arsenal nuclear con suma rapidez.
Los controladores de armas dicen que la Casa Blanca hizo algunos avances hacia la consecución de la agenda más amplia del presidente. Al final, sin embargo, será tal vez la realidad presupuestaria, y no las diferentes filosofías nucleares, la que frene esas mejoras atómicas.
"La plata no alcanza", dice Jeffrey Lewis, del Instituto Monterey de Estudios Internacionales, un experto en modernización atómica. "Se van a estrellar con la realidad."
Si bien la planta de Kansas City es considerada un éxito -abrió antes de lo previsto y a menor costo del presupuestado-, otras renovaciones planificadas están empantanadas y excedidas en gastos. Aun así, el Congreso puede inclinar la balanza a favor de ciertos proyectos de mucha visibilidad en distritos importantes.
Los críticos dicen que el arsenal es confiable y que las costosas transformaciones apuntan menos al control de las armas que a atraer votos y a captar a los mejores talentos, que de lo contrario migrarían a otras áreas. Pero el gobierno de Obama insiste en que las mejoras del arsenal nuclear son vitales para reducir su tamaño y hacerlo más flexible y más apto para integrarse a la visión original.
Daniel B. Poneman, saliente subsecretario de Energía, cuyo departamento dirige el complejo nuclear, dijo: "El plan integral de modernización nos permite hacer reducciones".
Adiós a las armas
En 2009, Obama y su par ruso, Dimitri Medvedev, prometieron cumplir un tratado de armas llamado New Start, y comprometieron a sus países con la búsqueda de "un mundo no nuclear". El acuerdo con Moscú fue elaborado rápidamente. Ambos países acordaron una reducción de sus armas estratégicas de un 30% durante el transcurso de siete años. Se trataba de un objetivo modesto.
Aun así, para conseguir la aprobación del Senado para el tratado, en 2010 Obama selló un acuerdo con los republicanos que marcaría la agenda nuclear norteamericana durante las décadas por venir. Los republicanos se oponían al tratado a menos que el presidente consintiera una vigorosa renovación de las instalaciones y fabricaciones nucleares del país.
Frente al riesgo de una posible derrota de su primer tratado importante, Obama y el entonces senador John Kerry se sentaron a negociar para ampliar el apoyo republicano. A fines de diciembre, esa campaña de cinco semanas rindió sus frutos.
En informes abiertos y clasificados del Congreso, Obama delineó sus planes de renovación nuclear, que la Oficina de Presupuesto del Congreso actualmente estima en 35.500 millones de dólares para la próxima década. Pero ése es sólo el principio. Los costos se dispararán después de diez años, cuando los misiles, cazabombarderos y submarinos construidos en el siglo XX lleguen al final de su vida útil y deban ser reemplazados.
Del desarme a la renovación
Lo prometido
Durante su campaña presidencial, Obama habló de "un mundo libre de armas nucleares" e hizo del desarme el principal objetivo de la política de defensa norteamericana
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El giro
Debido a acuerdos políticos y a la crisis geopolítica mundial, el gobierno de Obama se metió de lleno en un amplio plan para renovar las armas atómicas, con una muy modesta reducción de armas a cambio.
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