Otra crítica directa al sistema económico y la corrupción
ROMA.- Con Laudato si, sobre el cuidado de la casa común, el pontificado evidentemente renovador y reformista de Francisco difunde un documento único, el primero de este tipo en la historia de la Iglesia. Se dirige a todo el mundo, no sólo a los católicos. Y desde su autoridad moral indiscutida, llama a acciones concretas no sólo para salvar el planeta, sino también a la mayoría de los pobres que lo habitan.
Como destacó ayer Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, en una conferencia de prensa, nunca en la historia una carta encíclica, expresión máxima del magisterio de un pontífice, había atraído tanta atención en el mundo. El porqué es simple. El Papa aborda un tema que preocupa inmensamente a todo el mundo: el estado de salud del planeta, evidentemente sometido en las últimas décadas a fenómenos meteorológicos producto de un progreso que no tuvo en cuenta a la naturaleza, a un dominio del hombre que ha tenido consecuencias catastróficas.
¿Cómo olvidar al Pontífice celebrando misa enfundado en un poncho amarillo de plástico en la isla de Tacloban, Filipinas, azotada en noviembre de 2013 por un tifón sin precedente, que causó destrucción y miles de muertos, nadie aún sabe exactamente cuántos?
Caos urbano
Desde la mirada que sólo un papa del fin del mundo podría tener, con un léxico comprensible, Francisco lanza un llamado de atención y a la responsabilidad. Venido de Buenos Aires, metrópolis que vive ese caos urbano del que habla, con miles de excluidos y minorías encerradas en barrios cerrados -a los que claramente alude-, traza un radiografía que pocos se habían atrevido a hacer: degradación ambiental y social van de la mano en nuestro mundo y es urgente hacer algo para detenerlas.
La encíclica es única no sólo por su fin, extremadamente importante y que confirma que para el Papa "el poder es servicio", en el sentido de que con su influencia moral pretende servir a la humanidad para que pueda salvarse de una "espiral de autodestrucción".
Como también ayer destacó el padre Lombardi en el lanzamiento de la encíclica, un evento sin precedente en el Vaticano, uno de los principales oradores fue un líder de la Iglesia Ortodoxa, John Zizioulas, de Pérgamo, teólogo de renombre. Y un ateo, el profesor alemán Hans Joachim Shellnhuber, director del Potsdam Institute for Climate Impact Research, recientemente incorporado a la Pontificia Academia de Ciencias.
Fue un reflejo de la apertura a todas las visiones de Jorge Bergoglio, perito químico y luego jesuita que, por otra parte, en la encíclica dice claramente que su voluntad no es imponer su punto de vista, sino aportar al debate, abrir a un diálogo urgente para mejorar las cosas.
"Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambiente donde es difícil alcanzar consensos. Una vez más expresó que la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común", indica Francisco, con humildad, en el párrafo 188.
Consciente de que hay muchos intereses en juego, que sus palabras hacen temblar los centros de poder económico, a quienes acusa de comportamientos irresponsables y de no perseguir el bien común, Francisco vuelve a demostrar valentía.
La dimensión ética
En la encíclica, enfrenta los problemas de hoy, el clamor de la Tierra, pero también el clamor de los pobres, en forma honesta y directa. Se niega a esconder debajo de la alfombra algunas cuestiones o a usar un lenguaje políticamente correcto. Vuelve a demostrar que es un hombre que habla claramente, sin pelos en la lengua.
Al margen de fustigar a un sistema económico injusto, arremete una vez más contra la corrupción de la política, a la que considera sometida a los poderes económicos; contra el narcotráfico, también posible debido a esa misma corrupción, y vuelve llamar a una dimensión ética de la política.
Con la encíclica, finalmente, el papa del sur del mundo es coherente con el nombre que eligió para ser líder de los 1200 millones de católicos que hay en el mundo: Francisco. Se trata del santo de los pobres y de la naturaleza, recordado por su espiritualidad ascética, tan necesaria en un mundo dominado por la tecnología, donde también existe una "contaminación mental" producto del exceso de consumismo tecnológico, computadoras, Internet y del mundo virtual , según advierte.
Con Laudato si Francisco demuestra, una vez más, por qué se ha convertido en una autoridad moral mundial, escuchada por todos, sin importar raza ni religión.
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