¿Otra Bucha? Borodyanka, la ciudad en las afueras de Kiev cubierta de escombros y cuerpos irreconocibles: “Nos dispararon a mansalva con armas automáticas”
Los sobrevivientes de la localidad ubicada a 60 kilómetros al noroeste de la capital de Ucrania se mueven entre despojos de edificios bombardeados y relatan la crueldad de los ocupantes
BORODYANKA.- Vuela el polvo, el sol pega y hay olor a cadáver en Borodyanka -¿una nueva Bucha?-, donde al mediodía hay decenas de cuadrillas de bomberos que están trabajando para recuperar cuerpos que quedaron sepultados bajo los escombros de edificios arrasados por la brutalidad de la guerra.
Equipos especiales de policías forenses, con guantes y chalecos antibalas, van colocando los cuerpos en bolsas de plástico negras, analizando cada mínimos detalle. Intentan rescatar sus pertenencias, esa mochila, ese bolso, que encontraron en sus inmediaciones, debajo de montañas de ruinas. Nadie sabe exactamente la cifra de cuerpos de civiles recuperados entre ayer y hoy -se habla de centenares, entre los cuales hay niños- y muchos se encuentran descompuestos, irreconocibles. Pasaron demasiados días, incluso semanas. Según datos conocidos hoy, hay 200 personas desaparecidas en Borodyanka y el presidente Volodomir Zelensky dijo que en esta ciudad, la situación es “mucho más terrorífica” que en Bucha.
Ensordece el ruido de las grúas y de las excavadoras que mueven tierra, escombros, muebles, levantan polvo y revelan que en ese edificio que justo se levanta cerca de una rotonda, al lado de un restaurante donde se ve un patio con una mesa de madera destruida, vivían muchos niños. Se ven juguetes, un roller fucsia, un autito. También se adivina la cotidianeidad de sus habitantes al ver el interior intacto de los departamentos donde hasta el 24 de febrero familias enteras vivían en paz. Estos departamentos ahora quedaron expuestos, violados en su intimidad, porque los bombazos arrancaron de cuajo paredes, partieron en dos los edificios. Se ve una biblioteca con libros, una mesa de cocina con las cuatro sillas alrededor, una lámpara, el poster de la habitación de un adolescente.
Cerca, pero lejos
Aunque Borodyanka queda a solo 60 kilómetros al noroeste de Kiev, muy cerca de la mencionada Bucha, hacen falta al menos dos horas para llegar. Es imposible tomar el camino que sería el más corto, el normal, porque hay puentes que fueron volados a propósito para evitar el avance ruso, hay zonas minadas y, además, hay controles que provocan largas filas de autos. Los coches no solo son de gente que había escapado que comienza volver para ver qué pasó, qué queda de su casa, sino también hay convoyes con militares que van para contabilizar los daños y los muertos, equipos forenses, ambulancias de la Cruz Roja, camiones con ayuda humanitaria para quienes quedaron atrapados varias semanas sin agua ni comida. En el lugar, además, la conexión a internet es imposible.
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— Elisabetta Piqué (@bettapique) April 7, 2022
En el camino desde Kiev, una capital que impresiona porque está entera, intacta, la destrucción comienza a verse recién en la localidad de Stayanka. Lo que era una estación de servicio ya es solo un cúmulo de escombros y más allá comienzan a verse varios tanques rusos bombardeados, destruidos. Están marcados no por la lúgubre “Z” -letra que se convirtió en el símbolo de la guerra lanzada por Vladimir Putin contra Ucrania-, sino con una “V”, letra que evidentemente identifica a un batallón específico y es una señal para evitar el fuego amigo. En la ruta también se ven camiones incendiados, autos destruidos, escombros, vidrios, hierros retorcidos y un cadáver sobre la banquina sobre el que alguien piadosamente puso una sábana blanca.
No queda otra que llegar a Bordyanka caminando porque también aquí hay un puente destruido. Es imposible pasar en auto, pero sí se puede a pie, como indican unos militares que dicen que allí no hay peligro de minas.
“No tengo palabras”
Al llegar a Borodyanka, donde impresiona el graznido de cuervos que revolotean sobre una arboleda, la devastación es impresionante. Y no es fácil reconstruir qué pasó. Vita, un hombre de 60 años sentado como un zombi en un banco de madera frente a lo que queda del edificio donde vivía, en el primer piso, asegura que debajo de los escombros debe haber al menos veinte personas que murieron como ratas en el sótano, y dice que la devastación ocurrió cuando cayeron bombas a principios de abril.
Bogdan, un joven de 25 años, en cambio, asegura que ese mismo edificio fue bombardeado un mes antes, a principios de marzo.
Pero Bogdan y Vita coinciden en un dato importante: entre las tropas rusas que ocuparon esta localidad de no más de 15.000 habitantes había soldados chechenos. “Ellos eran mucho más agresivos, mucho más violentos que los rusos”, asegura Bogdan, que cuenta que su abuela vivía en el mismo edificio pero que afortunadamente, “gracias a Dios”, sobrevivió porque se había refugiado en un sótano adyacente. El resto de su familia pudo irse antes y se encuentra en el oeste de Ucrania “sana y salva”. Bogdan se quedó junto a su padre y no oculta su incredulidad.
“No tengo palabras para describir lo que pasó acá, creo que la única que puedo usar es «masacre»”, dice Bogdan, un joven con vincha que habla perfecto inglés, que asegura que si bien aún no hay ninguna cifra oficial de cuántas personas murieron en Borodyanka, él lo que sabe es que perdió a tres compañeros de escuela en esta maldita guerra.
Vita también se salvó porque estaba en el sótano en el primer bombardeo y luego huyó al campo. Dice que fue un segundo ataque el que trajo la devastación total. “Había muchos chicos en el refugio junto a sus padres y ahora están tratando de recuperar los cuerpos”, asegura este hombre, de campera roja, gorro negro, mirada perdida. Y denuncia que el ensañamiento contra los civiles se dio cuando el Ejército ucraniano comenzó su ofensiva para liberar la ciudad.
“Entonces comenzaron a dispararnos a mansalva, como en una vendetta, destruyendo todo, con armas automáticas”, acusa, destacando la ferocidad de los soldados chechenos. “Los rusos, que eran conscriptos, cuando llegaron no eran tan terribles”, dice. “Pero los chechenos enseguida nos amenazaron diciendo que si no obedecíamos nos iban a matar, algo que hicieron con una persona, cuyo cadáver dejaron expuesto para que quedara como ejemplo para los demás”, agrega.
Mientras trabajan las máquinas excavadoras y se ven imágenes de bomberos sobre montañas de escombros que evocan varios 11 de Septiembre en miniatura, vecinos del lugar aparecen con bolsos, algunos en bicicleta. Con rostros desencajados, cuentan que se habían ido y están volviendo a ver qué quedó de sus casas. En medio de la destrucción, una voluntaria le acerca a un perro hambriento, abandonado, un poco de comida sobre un pedazo de caja de telgopor tirada.
Entre las decenas de bomberos en uniforme, con rostros shockeados que trabajan en silencio con guantes y cascos amarillos en busca de más cadáveres, se encuentra Andri. Cuenta que es de Kiev y habla italiano porque vivió unos años en Frosinone. ¿Cómo se siente ante semejante destrucción y muerte? “Mi corazón llora porque había muchos chicos, sobre todo aquí, en Borodyanka, otra Bucha”.