Osos polares y aislamiento en el Ártico: un militante de la oposición rusa describe el servicio militar como un “exilio político”
MOSCÚ.- En un desolado archipiélago del Ártico ruso, tan alejado de la civilización que en la década de 1960 sirvió como sitio de pruebas de las bombas nucleares soviéticas, hay un viejo refugio metálico en forma de barril. En su ruinoso interior, hay un icono religioso y una fotografía del presidente Vladimir Putin colgados de la pared.
En el lugar no hay árboles, ni internet, ni teléfono fijo o celular, ni agua, salvo hielo y nieve derretidos. Pero hay hambrientos osos polares por todas partes. Así que el puesto de avanzada de Cherakino parece el lugar ideal para que la Rusia de Putin reviva la práctica del exilio político, o al menos eso dicen los líderes de la oposición rusa.
Allí enviaron los militares rusos a Ruslan Shaveddinov, uno de los políticos opositores más jóvenes y prometedores, luego de que agentes de seguridad encapuchados tiraran abajo la puerta de su domicilio y se lo llevaran, en diciembre de 2019.
"Ellos mismos lo llamaban exilio político. Ni siquiera fingieron entrenarme en prácticas militares", dijo Shaveddinov en una entrevista con The Washington Post, luego de su regreso a Moscú, el 23 de diciembre, justo un año después de su detención.
El calvario que sufrió Shaveddinov –un aliado cercano del líder opositor Alexei Navalny– muestra otra faceta de las tácticas cada vez más agresivas de Rusia para intimidar y acallar a los críticos de Putin. En meses recientes, las autoridades redoblaron el hostigamiento y el enjuiciamiento de activistas, disidentes y periodistas, congelando sus cuentas bancarias y allanando reiteradamente sus domicilios.
El pretexto para enviar a Shaveddinov a la desolada región de Nueva Zembla era el servicio militar obligatorio, un recurso cada vez más utilizado para enviar a jóvenes activistas políticos varones a puestos inclementes y remotos. Pero Shaveddinov asegura que los propios oficiales militares le dijeron que las razones eran políticas, e insiste en que nunca recibió una convocatoria al servicio militar.
En Rusia, los hombres de 18 a 27 años están obligados a realizar un año de servicio militar, pero los hijos de rusos pudientes o con buenos contactos suelen lograr evitarlo sobornando a las corruptas y tristemente célebres oficinas locales de reclutamiento.
Denuncias de "secuestro"
Shaveddinov es un enemigo particularmente importante del Kremlin por su trabajo como líder de proyecto de la herramienta "Voto Inteligente" de Navalny, que en las elecciones orienta a los votantes hacia los candidatos mejor posicionados para derrotar a sus rivales de Rusia Unida, el partido de Putin. La próxima gran prueba para la oposición son las elecciones parlamentarias, a celebrarse en septiembre.
Navalny dijo que Shaveddinov fue víctima de un "secuestro" que parece haber sido ordenado personalmente por Putin.
Dmitry Peskov, vocero del Kremlin, dijo que como Shaveddinov no se presentó al servicio militar, todo se había hecho de acuerdo con la ley. Shaveddinov tiene 24 años y creció en Istra, una localidad pobre del oeste de Moscú, región predilecta por políticos y megamillonarios rusos para construir sus mansiones de campo. La desigualdad lo indignaba.
"Ya desde la infancia me di cuenta de que las cosas no eran como debían ser, que había mucha injusticia", dijo Shaveddinov. Así que hace seis años se sumó a la agrupación de Navalny.
Shaveddinov dijo que en su arresto y deportación relámpago de Moscú intervinieron varios organismos de seguridad, como el Servicio Federal de Seguridad (FSB), el Comité de Investigación (una agencia de seguridad para delitos graves) y las fuerzas militares. Ese tipo de operaciones es típico de los arrestos de alto perfil de figuras de la oposición, periodistas y militantes.
Vyacheslav Gimadi, abogado de Shaveddinov, dice que las autoridades infringieron los procedimientos legales normales relativos a los desertores del servicio militar, que primero deben recibir una citación y luego una intimación. Quienes ignoran esa intimación deben comparecer ante un tribunal y por lo general reciben una multa, dice Gimaldi. Sin embargo, la deserción es un delito grave, que los desertores contumaces pueden llegar a pagar con penas de hasta dos años de prisión.
Para Shaveddinov, el servicio militar empezó cerca de las 3:30 de la tarde del 23 de diciembre de 2019. Estaba en su departamento de Moscú, cuando de pronto le cortaron la electricidad y la señal de celular y de internet, así que quedó a oscuras mientras el sol se ponía. Fue entonces que la policía especial golpeó a su puerta.
En los meses anteriores, Shaveddinov había sido detenido y allanado varias veces, y habían congelado su cuenta bancaria.
"Observé por la mirilla y vi un grupo de personas, todas enmascaradas", dice al relatar en detalle lo ocurrido, como ya había hecho su abogado en julio ante la justicia.
Acto seguido, Shaveddinov vio chispas en las bisagras de las puertas metálicas de su departamento: los enmascarados las derribaron con ayuda de una amoladora.
Shaveddinov no quería que lo arrestaran en shorts. Revolvió a tientas su ropa, y en el apuro se puso medias de colores distintos. Entonces ingresó la policía: lo tiraron al suelo, le pusieron esposas y le incautaron la computadora, el celular, el televisor y los cables de alimentación.
"Todo pasó en un instante"
Lo llevaron de inmediato al aeropuerto, lo subieron –todavía esposado– a un avión, y lo despacharon a Arcángel, en al extremo norte de Rusia. Un contralmirante y otros altos oficiales militares esperaban la llegada del avión, y esa misma noche Shaveddinov fue subido a otro vuelo, con destino al archipiélago de Nueva Zembla. Al bajar del avión, Shaveddinov se topó con un viento polar.
"Todo fue muy confuso, las cosas pasaron tan rápido que no tuve tiempo de tener miedo. Había personas con cámaras y yo pensaba que probablemente no me matarían, porque estaban grabando todo", dice Shaveddinov.
Al día siguiente le dieron permiso para llamar a su novia, Kira Yarmysh, secretaria de prensa de Navalny. Fue la única llamada telefónica que pudo hacer.
Tres meses después, Shaveddinov fue enviado en avión a lo que denomina la "botchka", o barril, un puesto militar secreto aún más remoto. Allí había entre tres y cinco conscriptos más. Un helicóptero les entregaba comida mensualmente, y cada dos meses les llegaba el correo.
"Mi trabajo era despejar la pista de aterrizaje y ahuyentar a los osos polares, que siempre están hambrientos", dice Shaveddinov. "Dormían justo en el umbral de mi puerta. La realidad es que son criaturas aterradoras."
La imagen del barril quedó sellada en su memoria: una ventana con viejas cortinas amarillas orientada hacia un campo llano. La otra, con vista al helipuerto y la montaña. El lugar está tan cerca del Polo Norte que en invierno el sol no sale durante todo un mes.
Para beber, higienizarse o lavar algo, tenía que cortar un bloque de nieve y derretirlo en la estufa de leña. En verano, caminaba casi dos kilómetros hasta el río y volvía cargando dos recipientes de casi 50 litros de agua, mientras vigilaba para no cruzarse con los osos polares.
"Está claro por qué me mandaron ahí: para que no tuviera ningún tipo de comunicación con mi familia o amigos. La presión psicológica es enorme. Estás solo, con osos polares, perros salvajes y dos personas más", dice Shaveddinov.
"Leés algún libro, o te quedás mirando por la ventana y ves pasar la vida", agrega. "Cualquier otro tal vez no lo habría soportado."
Shaveddinov pasó mucho tiempo hablando de política con los otros conscriptos, todos de la región norte. Por una carta se enteró de que Navalny había sido envenenado y que estaba en coma, pero durante meses no supo que su mentor político había sobrevivido.
El servicio militar como un "exilio"
Las autoridades rusas han enviado a muchos otros miembros de la oposición al servicio militar obligatorio en lugares remotos e inclementes. El objetivo, dice Shaveddinov, es disuadir la militancia política de la nueva generación, que rechaza la represión de Putin y los intentos para limitar la libertad en internet.
"Cada año que pasa es peor y hay cada vez menos libertad", dice Shaveddinov. "Más represión política, más prisioneros políticos, y menos posibilidades de que la oposición pueda funcionar."
"Es una maquinaria que se come todo y nos destruye a todos", dice en referencia al aparato represivo de seguridad ruso. Shaveddinov cree que lo enviaron a la "botchka" para quebrarlo, "pero yo no les iba a dar el gusto".
Gimadi, el abogado de Shaveddinov, demandó a las autoridades rusas por secuestro ilegal, "pero sin motivo alguno, la justicia rechazó nuestra demanda", dice, y agrega que el Ministerio de Defensa nunca presentó una respuesta formal de lo ocurrido con su cliente.
"Está claro que se trató de un exilio político, debido a la ilegalidad del reclutamiento, tanto de forma como de contenido, incluida la elección del destino: una unidad muy remota, donde solo prestan servicio los reclutas de la región de Arcángel", dice el abogado Gimadi.
"Es una práctica cada vez más frecuente; recibimos denuncias todo el tiempo", dice Alexei Tabalov, activista y fundador de una organización no gubernamental llamada Escuela de Conscriptos.
"El autoritarismo en Rusia va en aumento", dice Tabalov. "De hecho, a esta altura se ha convertido en una autocracia, y ya nos dimos cuenta de que Putin no se va a ir, y que mientras esté vivo, gobernará el país y la situación seguirá empeorando."
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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