Orlando puede ser la chispa que encienda una era de odios
NUEVA YORK.-Omar Mateen, el atacante de Florida que juró lealtad a Estado Islámico , acaba de abrirles la puerta de entrada de la Casa Blanca a Donald Trump , la puerta de salida de la Unión Europea a Gran Bretaña, la puerta de acceso a la presidencia de Francia a Marine Le Pen, y ha empujado al mundo a una espiral de violencia en aumento.
Mateen es el Gavrilo Princip del siglo XXI, aquel joven que terminó de hacer pedazos un orden político viejo y decadente. Como aquel nacionalista bosnio de 19 años cuyas balas iniciaron la Primera Guerra Mundial, Mateen encendió la primera chispa en una época de odios altamente inflamables.
Por supuesto que esas sombrías imágenes pueden no pasar de ser eso. Mateen todavía no ha cambiado el mundo y tal vez nunca lo haga.
Pero no hay duda de que la mayor masacre con armas de fuego en la historia norteamericana llega en un momento de especial intranquilidad. Tanto en Estados Unidos como en Europa, la frustración política y económica ha generado un movimiento contra el statu quo y una aparente predisposición a dar un salto al vacío. Washington y Bruselas se han convertido en sinónimos de parálisis.
Trump y Brexit (como le dicen a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea) representan acción, cualquiera sea, para sacudir las cosas. Para quienes adhieren, es lo que se merecen las elites por su soberbia.
Para colmo, y alimentando todo este proceso, el islam atraviesa una crisis de época. Las ramas sunnita y chiita están sumidas en una violenta confrontación. Su desajuste con el mundo moderno no cede y ya duró lo suficiente como para hacer metástasis con una oleada de creencias jihadistas violentamente antioccidentales a las que tanto Mateen como los atacantes de San Bernardino parecen haber sido permeables.
Que haya disparado sobre los asistentes a una disco gay revela una vez más que el islam y la sexualidad son un combo especialmente explosivo. El liberalismo sexual de Occidente es una de las afrentas más perturbadoras para cierta vertiente del islam. Frente a frente, incuban una violencia explosiva.
Hace 12 años que un jihadista holandés-marroquí asesinó en Amsterdam a Theo van Gogh por haber hecho una película sobre el modo en que son tratadas las mujeres por el islam. Ahora, los homosexuales de la disco Pulse de Orlando son el blanco de un ciudadano norteamericano de origen afgano que, al parecer, también habría encontrado en el extremismo islámico una respuesta ideológica a su propio desajuste.
Es nocivo culpar a los 1600 millones de musulmanes del mundo por la crisis que atraviesa la religión que profesan. La autocelebratoria reiteración de Donald Trump de su propuesta de prohibir temporalmente el ingreso de musulmanes no estadounidenses a territorio norteamericano es un ejemplo claro de su política de división teñida de violencia. Michael Oren, ex embajador de Israel en Estados Unidos, fue citado en Twitter horas después de la masacre. Habría dicho: "Si yo fuera Trump, recalcaría el nombre musulmán, Omar Saddiqui Mateen. Para que se vea que es de otra raza". Más tarde, Oren dijo que eso es lo que haría Trump, y no que fuese una recomendación de su parte.
Sin embargo, también es peligroso ignorar o ningunear la potencia ideológica de Estado Islámico, que ha jugado un rol crucial en los recientes ataques de París y California, o la conexión entre esa ideología y la crisis más amplia que atraviesa el islam. El término preferido del gobierno de Obama para referirse a este flagelo, "extremismo violento", es tan vago que no dice nada. Por supuesto que los terroristas jihadistas son "extremistas violentos", pero llamarlos de ese modo es como decir que el nazismo es una reacción a la humillación de los alemanes tras la Primera Guerra Mundial: cierto, pero enteramente inapropiado.
Mateen demostró una vez más hasta qué punto se potencian la ideología de Estado Islámico con la de la Asociación Nacional del Rifle. Estados Unidos es el ambiente ideal para los "atacantes solitarios" seguidores de EI, porque aquí tienen acceso a las armas que necesitan para entregarse a lo peor. A pesar de haber sido investigado dos veces por el FBI en los últimos años por sus posibles vínculos con el terrorismo, hace poco tiempo Mateen pudo entrar a una armería de Florida y comprar un arma de guerra y una pistola. Es lisa y llanamente una locura.
El rifle de asalto AR-15 que usó Mateen también fue el arma elegida por los atacantes de San Bernardino. El ex presidente de la Asociación Nacional del Rifle David Keene describió ese rifle como "el arma que a los progresistas les encanta odiar". Efectivamente, ése es el rifle que ilustra por qué la laxitud de la legislación norteamericana sobre armas hace que la vida de los ciudadanos norteamericanos valga tan poco. Esas leyes son una aberración.
Traducción de Jaime Arrambide
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