Olvídense de las amenazas, 2017 fue el mejor año de la historia
NUEVA YORK.- Como todos sabemos, el mundo se está yendo al carajo. Ante el creciente riesgo de una guerra nuclear con Corea del Norte, de la parálisis en el Congreso de Estados Unidos, la situación de guerra en Yemen y Siria, las atrocidades en Myanmar y un presidente que bien podría estar loco, tal vez el lector piense que no ha habido peor año que 2017.
Pero estaría equivocado. De hecho, 2017 probablemente haya sido el mejor año en la larga historia de la humanidad.
Nunca antes hubo menos gente que pasara hambre, estuviera en la indigencia o fuera analfabeta. Nunca antes murieron menos chicos. Nunca antes hubo menos personas desfiguradas por la lepra, cegadas por enfermedades como el tracoma o que padezcan de varias otras dolencias.
Mientras observamos horrorizados el circo que se sucede en Washington, deberíamos tomar distancia y ver las cosas en perspectiva. Los periodistas nos centramos en las malas noticias -informamos de los aviones que se caen, no de los que despegan y aterrizan-, pero el telón de fondo del progreso global bien podría ser el acontecimiento más importante que veremos en nuestras vidas.
El número de quienes en todo el mundo viven en la pobreza extrema (con menos de 2 dólares diarios) se reduce en 217.000 personas cada día, según los cálculos de Max Roser, un economista de la Universidad de Oxford. Cada día, 325.000 personas más acceden al suministro eléctrico, y 300.000 al agua potable.
Los lectores suelen asumir que, como suelo cubrir temas de guerra, de pobreza y de derechos humanos, debo ser una persona sombría. Pero la realidad es que soy un optimista, porque he sido testigo de verdaderas transformaciones.
Hasta hace apenas 50 años, en la década de 1960, la mayoría de los humanos eran iletrados y vivían en la extrema pobreza. Actualmente, menos del 15% son analfabetos y menos del 10% viven en la indigencia. En 15 años más, el analfabetismo y la pobreza extrema prácticamente habrán desaparecido. Después de miles de generaciones de humanos, esos flagelos habrán desaparecido en el transcurso de nuestras vidas.
Así como desde 1990 se salvaron las vidas de más de 100 millones de chicos gracias a las vacunas, los tratamientos contra la diarrea infantil, el fomento a la lactancia y otras medidas simples.
Steven Pinker, profesor de psicología de Harvard, explora esos avances en un excelente libro de próxima aparición, Iluminismo ahora, con una amplia variedad de estadísticas sobre la salud, las guerras, el medio ambiente, la felicidad, la igualdad de derechos y la calidad de vida. "Los intelectuales odian el progreso", escribe Pinker en referencia a la reticencia a reconocer los avances de la humanidad, y sé que es incómodo destacar los progresos del mundo en tiempos de amenazas globales. Pero ese pesimismo es contraproducente y no hace más que empoderar a las fuerzas retrógradas.
Trump introdujo ese espíritu sombrío a la Casa Blanca. La idea de "Hacer grande a Estados Unidos otra vez" profesa la nostalgia de un paraíso perdido. Pero ¿existió realmente? Si hablamos, por ejemplo, de la década de 1950, por entonces en Estados Unidos también había segregación racial, poliomielitis, y prohibiciones a los casamientos interraciales. La mayor parte del mundo vivía bajo dictaduras, dos de cada tres padres perdían un hijo menor de cinco años y era una época de tensiones nucleares, smog espeso, guerras frecuentes, férreos límites para las mujeres y la peor hambruna de la historia.
¿En qué momento de la historia elegiríamos vivir?
El escritor F. Scott Fitzgerald dijo que la prueba de fuego para una gran inteligencia era poder sostener dos pensamientos contradictorios al mismo tiempo. Yo sugiero esta: el mundo está registrando importantes avances, pero también enfrenta amenazas letales. Lo primero debería empoderarnos para actuar sobre lo segundo.
Estoy seguro de que está columna puede parecerles extraña. Los columnistas siempre estamos despotricando contra esto o aquello, ¿y ahora vengo a decirles que la vida es bárbara? Eso es porque la mayoría de las veces, y con razón, nos enfocamos en lo que anda mal. Pero cada tanto viene bien dar un paso atrás.
Lo más importante que está ocurriendo en este momento no son los tuits de Trump, sino las vidas de chicos que se salvan, los grandes avances en salud, en educación, en bienestar humano.
Les prometo que el resto de los días del año me arrancaré los pelos y lloraré y gritaré de indignación por todas las cosas que andan mal. Pero al menos hoy no nos perdamos lo que anda bien.
Traducción de Jaime Arrambide
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