O.J. Simpson, un atleta que trascendió el deporte y protagonizó un caso que dividió como pocas veces a EE.UU.
El carismático actor y jugador de fútbol americano vio cómo su legado se dilapidaba después del asesinato; su caso resaltó las divisiones raciales en el país
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WASHINGTON.- O.J. Simpson, la superestrella del fútbol americano que se convirtió en un símbolo de violencia doméstica y división racial después de ser declarado inocente del asesinato de su exesposa y un amigo en un juicio que conmovió a Estados Unidos con repercusiones durante años, murió el 10 de abril. Tenía 76 años. Según una publicación de su familia en X, padecía cáncer.
Simpson había cumplido nueve años de una sentencia de 33 años por secuestro y robo a mano armada no relacionados con la muerte de su exesposa antes de ser liberado en octubre de 2017 del Centro Correccional Lovelock en las afueras de Reno.
Fue una caída sorprendente para un hombre que había surgido de un barrio pobre de San Francisco para convertirse en uno de los mejores corredores de la historia del fútbol americano, actor en más de 20 películas de Hollywood, vendedor corporativo en comerciales de televisión memorables y comentarista deportivo de televisión. Tenía buena apariencia, una sonrisa cálida y una actitud serena que lo convirtió en una personalidad popular en los medios deportivos mucho después de que terminaron sus días como jugador.
Los cargos de doble asesinato destrozaron su reputación amable y de alto rendimiento.
Fue acusado de matar a Nicole Brown Simpson y Ronald Goldman en un brutal ataque con cuchillo en un pasillo frente a su casa en la elegante zona de Brentwood de Los Ángeles en junio de 1994. Debido a la combinación tóxica de raza, sexo y celebridad, los asesinatos y sus consecuencias se convirtieron rápidamente en lo que la revista Time llamó “el Godzilla de las historias sensacionalistas”.
Manchas de sangre y otras pruebas físicas lo vincularon con el crimen, pero en 1995 un jurado mayoritariamente negro aceptó la afirmación del equipo de la defensa de que Simpson había sido incriminado por la policía racista de Los Ángeles. Los miembros del jurado tardaron menos de tres horas en absolverlo tras un proceso maratónico de ocho meses de duración, televisado a nivel nacional y contagiado de una atmósfera circense.
El veredicto desencadenó emociones públicas generalizadas y reflejó la profunda brecha en las percepciones y experiencias entre muchos negros y blancos en lo que respecta al racismo y la conducta policial. Esas brechas todavía eran apasionadamente evidentes 20 años después, durante las protestas y disturbios por los asesinatos policiales de hombres negros desarmados en Missouri, Nueva York, Minnesota y otros lugares, que llevaron al movimiento Black Lives Matter.
El caso Simpson “mostró que en lo que respecta a la aplicación de la ley y la confianza en la policía y el sistema judicial, los negros y los blancos en 1995 vivían en países diferentes, y eso era algo que el país realmente no quería que se le recordara”, dijo el autor y analista legal Jeffrey Toobin al programa documental Frontline, de la PBS.
Toobin, que comentó en televisión sobre el juicio y más tarde se convirtió en un autor y periodista de alto perfil, fue una de las muchas figuras del derecho y de los medios de comunicación que llamaron la atención del público durante el juicio de Simpson. Otros incluyeron a los analistas legales Harvey Levin, quien más tarde lanzó el sitio web de noticias sobre celebridades TMZ.com, y Greta Van Susteren, que se convirtió en presentadora de noticias por cable.
El equipo de defensa legal de Simpson incluía a su abogado principal, el colorido y persuasivo Johnnie L. Cochran Jr., y a Robert Kardashian, cuya familia se convirtió en material de chismes para los medios durante décadas.
Aunque Simpson fue declarado inocente en el juicio penal, en 1997 las familias Goldman y Brown obtuvieron una sentencia civil en su contra de 33,5 millones de dólares por parte de un jurado que dictaminó que era responsable de los asesinatos.
Rechazado por patrocinadores corporativos y perseguido por acreedores, Simpson buscó mantener su estilo de vida acomodado con una serie de planes para ganar dinero cada vez más desesperados. La última fue una redada organizada a punta de pistola en 2007 para robar a dos comerciantes de recuerdos en una habitación de hotel de Las Vegas; Simpson afirmó que los dos buscaban vender artículos personales robados de sus carreras deportivas y cinematográficas. Esto condujo a su arresto, juicio, condena y sentencia de 33 años por secuestro y robo a mano armada.
Un grande del campo de juego
Orenthal James Simpson nació en 9 de julio de 1947 en San Francisco, y creció en la picante zona de Potrero Hill. Cuando tenía dos años, sufrió raquitismo y tuvo que usar los refuerzos para piernas que le hizo su madre hasta los cinco años, pero en la adolescencia se convirtió en un adolescente rebelde y corpulento con tendencia a la violencia.
Se unió a la pandilla de los Guerreros Persas y en el colegio fue suspendido varias veces. “Me metía en muchas peleas callejeras”, recordaría Simpson más tarde. “Tal vez porque siempre ganaba”.
En gran medida gracias a la determinación de su madre, que trabajaba como camillera en el turno noche de un hospital mientras criaba a sus cuatro hijos, en 1965 O.J. logró terminar la escuela secundaria. Su habilidad atlética, todavía en bruto, lo convirtió en un destacado futbolista, pero los equipos donde jugaba eran demasiado mediocres y sus calificaciones demasiado bajas como para atraer el interés de los grandes programas deportivos de las universidades norteamericanas.
Así que Simpson ingresó al City College de San Francisco, donde batió récords de fútbol americano universitario, y en 1967 fue aceptado en la Universidad del Sur de California. Creció hasta medir 1,85 de estatura y pesar más de 90 kilos, y su combinación de potencia y velocidad interesó al entrenador John McKay.
Según los registros, Simpson corrió las 100 yardas del campo de juego en 9,3 segundos —el récord mundial era 9,1— y como miembro del equipo de atletismo de la USC, formó parte de un equipo de relevos de 440 yardas que en 1967 estableció un récord mundial de 38,6 segundos.
“La mayoría de los expertos”, declaró en 1968 la revista Sport, “califican a O.J. Simpson como el delantero más rápido de la historia del fútbol americano universitario.”
En esos años, Simpson se casó con Marguerite Whitney, su novia de la secundaria, y tuvieron tres hijos. Cuando tenía poco más de 20 años, puedo comprarle una casa a su madre.
En 1969, Simpson, apodado “The Juice”, firmó contrato con los humildes Buffalo Bills, donde pasó tres temporadas perdedoras, hasta que llegó el entrenador Lou Saban y construyó una estrategia ofensiva alrededor de su veloz corredor. Bajo la batuta de Saban, Simpson corrió más de 1000 yardas durante cinco años consecutivos y ganó cuatro títulos de la NFL, la Liga Nacional de Fútbol Americano.
“O.J. es rápido, sumamente veloz”, dijo Saban a la revista Time en 1973. “No es un corredor cortante: tiene una elusividad que es propia de él. O.J. es O.J. y cuando tiene el balón vive en su propio mundo.”
Terminó su carrera en la NFL en 1979 después de dos temporadas con los San Francisco 49ers de su ciudad natal, y seis años después fue incluido en el Salón de la Fama del Fútbol Americano profesional.
Relaciones conflictivas
Simpson era más que un excelente jugador de fútbol. Su carisma lo convirtió en una de las personalidades mediáticas más conocidas y queridas de Estados Unidos. Entre las 20 películas en las que participó se destacan sus papales cómicos en “La pistola desnuda” y sus dos secuelas, además de papeles secundarios en “Infierno en la torre” y “Capricornio Uno”. También hizo un cameo como un hombre africano en la miniserie de televisión “Raíces”, de 1977.
Pero su afable personalidad pública ocultaba una vida privada turbulenta y en ocasiones brutal. En 1977, Simpson conoció a una camarera rubia de 18 años llamada Nicole Brown cuando ella acababa de terminar la escuela secundaria, y al año siguiente se fueron a vivir juntos, mientras él seguía casado. Simpson se divorció de Marguerite en 1979 y en 1985 se casó con Nicole.
La relación era tumultuosa. Se decía que Simpson era un mujeriego serial que se jactaba todo el tiempo de sus muchas aventuras sexuales, pero que con su esposa tenía brutales ataques de celos. Nicole Simpson hizo al menos ocho llamadas al 911 para pedir protección. En 1985, pidió ayuda diciendo que Simpson había destrozado el parabrisas de su coche con un bate de béisbol.
El día de Año Nuevo de 1989 se produjo un incidente más grave. Alrededor de las 3 de la madrugada, Nicole llamó al 911, y cuando llegó el patrullero, la mujer saltó de los arbustos frente a su casa en corpiño y pantalón deportivo. La policía informó que tenía un ojo morado, un labio cortado y moretones en la cara y el cuello. “¡Me va a matar, me va a matar!” lloraba la mujer a los gritos.
Tras declararse culpable de agresión conyugal, Simpson fue multado y puesto en libertad condicional. Nicole Simpson dejó a su marido en enero de 1992 y en octubre pidió el divorcio, pero al cabo de unos meses volvieron a salir.
A principios de 1994, Nicole les dijo a sus amigos que lo había dejado para siempre. El 12 de junio, Simpson asistió a un recital de música escolar, pero no habló con Nicole ni se reunió con ella y a su familia para cenar en un restaurante local. Nicole dejó olvidados sus anteojos en el restaurante, y un camarero que había conocido casualmente, Ronald Goldman, se ofreció a acercárselos hasta su casa cuando terminara su turno, alrededor de las 21:45.
Los cuerpos acuchillados y ensangrentados de ambos fueron encontrados tres horas después. Ella yacía sobre un charco de sangre, con heridas profundas en la cabeza y el cuello, mientras que el cuerpo de Goldman fue encontrado cerca, con 22 puñaladas.
Simpson fue el único sospechoso serio desde un principio, aunque insistía en que era inocente. Sus abogados hicieron arreglos para que se entregara el 17 de junio, pero O.J. huyó en un Ford Bronco blanco, con su amigo de toda la vida Al Cowlings al volante y una hilera de patrulleros que los perseguían. Lloroso, Simpson iba sentado en el asiento trasero, apuntándose con una pistola a la cabeza y blandiendo fotografías de sus hijos en la otra mano.
Después de una persecución automovilística a baja velocidad transmitida en vivo por helicópteros de noticias y vista en vivo por millones de personas en todo el país, el auto finalmente se detuvo en la casa de Simpson en Brentwood, donde se entregó. El circo mediático había comenzado.
Juicio y absolución
Los investigadores encontraron muestras de sangre de las víctimas en la casa y el automóvil de Simpson. También encontraron su sangre en la escena del crimen; cabellos humanos compatibles con los de Simpson en una gorra de Goldman, y un par de guantes de cuero ensangrentados, uno en la escena del crimen y el otro detrás de la casa de huéspedes de O.J.
Simpson no tenía una coartada verificable para el momento de los asesinatos. Pero la fiscalía no tenía testigos presenciales ni arma homicida, y dependía de un departamento de policía con un largo historial de racismo.
El costoso equipo legal de Simpson, liderado por Cochran, un hábil y mediático abogado defensor, buscó convertir el proceso en un juicio a la policía de Los Ángeles. La defensa acusó a dos detectives blancos de la policía de manipular y plantar pruebas, y se burló de los métodos y la capacidad de los técnicos del laboratorio.
Tal vez la estratagema más hábil de Cochran haya sido que Simpson se probara los guantes ensangrentados frente al jurado: la exestrella del fútbol tuvo dificultades para ponerse los guantes, que parecían quedarle demasiado chicos. “Si no le entran, deberán absolverlo”, le dijo Cochran al jurado en sus argumentos finales.
Los abogados de Simpson atacaron el manejo de las pruebas de ADN por parte de la policía, lo que condujo a cambios de gran alcance en las prácticas policiales, incluido un mayor rigor en la recolección de pruebas y la creación de laboratorios criminalísticos para analizar muestras de ADN.
Debido al frenesí mediático de caso, el jurado estuvo incomunicado durante 266 días. Ocho de los miembros del jurado original finalmente fueron relevados por diversas formas de mala conducta. El jurado final estuvo conformado por nueve negros, dos blancos y un hispano.
Después del veredicto que absolvió a Simpson el 3 de octubre de 1995, varios miembros del jurado salieron a decir que nunca habían creído en el caso de la fiscalía. Y algunos sectores de la comunidad negra aplaudieron su absolución.
La cárcel, pero no por asesinato
Las familias de Goldman y de Brown siguieron buscando justicia y presentaron una demanda civil de muerte por negligencia. El juicio que siguió, en 1997, estuvo menos restringido por las reglas de la evidencia, y el nuevo abogado de Simpson era mucho menos inteligente que Cochran y su equipo.
Los demandantes presentaron una fotografía de Simpson usando unos reconocibles mocasines Bruno Magli, del mismo tipo que dejaron huellas sangrientas del tamaño 12 en la escena del crimen. En el primer juicio Simpson había negado tener puestos esos zapatos, pero ahora tuvo que admitir que así era.
En el juicio por asesinato, la defensa de Simpson no le había permitido subir al estrado, pero esta vez habló. Al testificar frente a una enorme fotografía del rostro de Nicole con cortes y moretones tras el incidente de 1989, al principio negó haberla golpeado, pero finalmente admitió: “Traté de imponerle mi voluntad a Nicole por medios físicos, y no debería haberlo hecho”.
En febrero de 1997, el jurado les otorgó 12,5 millones de dólares a los herederos de cada víctima y otros 8,5 millones de dólares a los padres de Goldman.
La casa de Simpson en Brentwood y muchas de sus posesiones, incluido su Trofeo Heisman, fueron confiscadas, pero sólo alcanzó para pagar una pequeña parte de la sentencia. Por entonces O.J. vivía de una pensión de la NFL de unos 25.000 dólares al mes, y finalmente se mudó con sus dos hijos menores a las afueras de Miami, en medio de acusaciones de que estaba ocultando sus bienes.
En septiembre de 2007, fue arrestado por ingresar con un grupo de hombres a una habitación de un hotel de Las Vegas, donde retuvieron a punta de pistola a dos hombres para robarles objetos de memorabilia que según Simpson le pertenecían.
El 3 de octubre de 2008, 13 años después de la absolución de Simpson en el caso de doble asesinato, un jurado lo condenó por diez cargos de robo a mano armada, secuestro y conspiración. Fue sentenciado a 33 años de prisión. Las apelaciones del veredicto fracasaron.
El juicio de O.J. Simpson y los escabrosos acontecimientos que lo rodearon quedaron grabados en la imaginación de la opinión pública durante décadas.
Días después de cumplir 70 años en 2017, se le concedió la libertad condicional y se instaló en Las Vegas, donde según le dijo en 2019 a la agencia AP, jugaba al golf todos los días, se sacaba selfies con los curiosos que lo reconocían en restaurantes o eventos deportivos, y no tenía ganas de hablar del pasado. “No hay necesidad de revivir el peor día de nuestras vidas”, dijo entonces Simpson. “Mi familia y yo hemos pasado a lo que llamamos la ‘zona no negativa’, y ahora concentramos en todo lo positivo.”
Rick Maese
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