LA NACIÓN en Ucrania: Odessa, la perla del Mar Negro que se prepara para el asalto ruso
Los ucranianos de la ciudad portuaria preparan barricadas con bolsas de arena apiladas para evitar que las tropas rusas avancen sobre lo que hace poco tiempo era uno de los principales destinos turísticos del país
ODESSA.- El silencio impacta en la plaza del Teatro del Ballet y la Ópera de Odessa, una de las grandes joyas de la antigua arquitectura de esta legendaria, cosmopolita y normalmente llena de vida ciudad portuaria del sur de Ucrania, que hoy luce semivacía y totalmente militarizada.
Bolsas de arena apiladas, cubiertas, bloques de cemento, trincheras, los famosos erizos checos -como se denominan los obstáculos de defensa antitanque formados por barras metálicas angulares, utilizados por diversas fuerzas durante la Segunda Guerra Mundial y que aquí se ven por decenas-, han transformado el centro histórico de la “perla del Mar Negro” en un escenario de guerra.
En una ciudad donde a las ocho de la noche ya rige un toque de queda por el cual quien sale puede ser arrestado y las luces deben quedar totalmente obscuradas por seguridad, reina un lógico clima de máxima tensión. Todo el mundo sabe que la estratégica Odessa, en su momento la “California rusa” que atraía a migrantes de toda Europa para que cultivaran sus tierras y construyeran su puerto, donde se hablaba no sólo ruso y ucraniano, sino también yiddish, griego, alemán e italiano, es otro bocado que Vladimir Putin querría devorar.
Desde el principio de la invasión rusa de Ucrania que ha puesto en vilo al mundo, hace más de un mes, Odessa ha sido objeto de ataques que su sistema de defensa pudo repeler eficazmente. Ucrania está derribando a diario misiles lanzados por Rusia hacia sus playas sobre el Mar Negro desde la vecina Crimea. Y, con ese espíritu de libertad y resiliencia que pudo palparse primero en Kiev y luego en Lviv, Odessa se prepara para un asalto ruso que, quienes se han quedado, aseguran que resistirán hasta la muerte.
“Odessa es una ciudad amistosa, pacífica. Normalmente acá siempre todos hablamos ruso, pero desde el mes pasado mucha gente está tratando de olvidarse el idioma ruso y se está preparando para matar a los rusos porque vinieron a nuestra tierra”, dice a LA NACION Viktor mientras, junto a muchísimas otras personas, está en una playa normalmente destinada a los perros, preparando bolsas de arena que servirán para seguir armando trincheras de defensa.
De 39 años y fotógrafo, Víctor cuenta que desde el comienzo de la invasión se formó un grupo de voluntarios que incluye músicos, intelectuales, artistas, estudiantes, hombres y mujeres de todas las edades que, pala en mano, llenan bolsas que, en cadena, se van pasando y colocando en un camión. En la playa, mirando el mar color azul profundo se nota que hay una nave de guerra patrullando la costa. “Me gustaría ver a los barcos rusos aquí y me gustaría verlos morir”, dice Victor, señalando el mar.
Olga, actriz, también está llenando bolsas de arena. Gorro de lana rojo, Olga cuenta que trabaja como voluntaria porque quiere defender su ciudad y su región de la agresión rusa. “No me voy a ir ni de Odessa ni de mi país y no tengo miedo de un ataque ruso. No tengo tiempo de tener miedo: siento un amor demasiado grande por mi país y por su gente y esto me hace fuerte”, asegura, sonriente.
Coincide Marina Vasylyluk, una joven de 22 años que es la “jefa” de este grupo más que ecléctico de voluntarios, la mayoría profesionales muy educados, que en tiempos normales es manager de eventos de grandes empresas. “Yo tampoco nunca pensé en irme, ahora de repente pasó que me tocara coordinar este trabajo para defender a mi patria, pero no critico a los que se fueron porque todos somos libres, cada uno debe decidir qué es lo que quiere hacer y pienso que también quienes se han ido de Ucrania pueden ayudar en la defensa de nuestra patria desde afuera”, asegura.
Normalmente hay un millón de habitantes en Odessa, ciudad que desde que la península de Crimea fue anexada por Putin en 2014, en venganza de la traición de Euro Maidan con la que los ucranianos decidieron ser parte de Europa y dejar de depender de Rusia, pasó a ser meta de vacaciones de verano de los ucranianos.
Aunque no hay cifras oficiales, se cree que al menos la mitad de sus habitantes de Odessa -la mayoría, mujeres y niños- se fue por miedo a un desembarco de los rusos enseguida después de que comenzó la guerra. Entonces también comenzó la pesadilla del tétrico ulular de las sirenas antiéreas, que aquí vienen acompañadas por las campanas de las Iglesias con campanarios tipo cebolla, que también llaman a la gente a los refugios. La mayoría de los vecinos de Odessa escaparon a Moldavia y a Rumania, países que quedan muy cerca, al oeste.
Zlata, abogada de 28 años que trabaja en una ONG humanitaria y está entre los que se quedaron a poner el hombro, confiesa a LA NACION que, a diferencia de lo que sucede en la ciudad de Lviv, en el oeste, “acá no están tan bien organizados con el tema de los refugiados, que últimamente todos los días están llegando de ciudades cercanas que han sido objetos de bombardeos rusos”. Zlata, que también trabaja de voluntaria, ayudando como puede a la resistencia y a los que se vieron obligados a huir de sus casas, alude a las castigadas localidades de Mykolayiv, que queda unos 150 kilómetros al noreste, de Kharson, a 207 kilómetros al este e incluso de la arrasada ciudad portuaria de mártir de Mariupol, distante 750 kilómetros al este.
Nikola, que trabajaba de contador y ahora como voluntario, es uno de los muchos hombres que se han quedado. Cuenta que su mujer y su hijo de 17 años, que juega hockey en forma profesional, se fueron a Letonia, donde el chico solía ir a entrenar y a jugar partidos. Su otro hijo, que es mayor y es comerciante de granos, tiene 10.000 toneladas bloqueadas en el puerto.
Repleto de trincheras, erizos checos, barricadas, bolsas de arena y militares, el centro, famoso por su espléndida arquitectura neoclásica, vistas sobre el mar, museos y monumentos peculiares como el famoso Teatro de la Ópera -diseñado en 1880 por los mismos arquitectos de la famosa State Ópera de Viena-, ahora sólo es accesible si los militares lo permiten. La zona ha sido cerrada al tránsito y todos los negocios del elegante Boulevard Primorsky están cerrados, con sus vidrieras tapiadas con láminas de madera, como si estuviera por acercarse un violento tornado.
Justamente en vista del peor escenario, el esperado asalto del enemigo, el acalde de la “perla del Mar Negro”, Gennady Trukhanov lanzó un desesperado llamado a la Unesco para que incluya a Odessa en la lista de ciudades “patrimonio mundial de la humanidad”. Un gesto que, según subrayó ante medios internacionales, “podría ser nuestra mejor defensa en contra del ataque ruso”.