Los residentes de la histórica ciudad en el sur de Ucrania, conocida por su atractivo turístico, confían en que no caerá en manos rusas
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Entre sirenas de ataques aéreos, puestos de control, patrullas vecinales y persistentes temores a ataques rusos por tierra, mar o aire, la histórica y cosmopolita Odesa trata de recuperar el espíritu vacacional que la caracteriza, como si la ciudad tratara así de desafiar al Kremlin.
“La música es vida. Cuando se silencia puede pasar cualquier cosa. La música es una forma de proteger nuestras mentes”, afirma Olexandr Proletarskyi, crítico musical, sentado sobre un taburete en un sótano oscuro cerca del centro de esta ciudad turística del sur de Ucrania.
La reciente reapertura de clubes, restaurantes de playa y salones de belleza en Odesa no es solo una muestra de desafío o una necesidad económica. También refleja la cada vez mayor confianza entre los locales sobre la marcha de la guerra contra Rusia, al menos aquí, en la costa del mar Negro.
“Creo que la ciudad está recobrando vida; que el miedo está desapareciendo un poco. La gente cree en nuestro ejército, que nos protege, y se siente cómoda, segura. No creo que el ejército ruso esté ganando”, explica Alexander Hodosevich, baterista de una banda psicodélica instrumental, que comparte mesa con un grupo de amigos después de un concierto de una hora en el club More Music.
El local, que acaba de reabrir, ofrece conciertos (y también los transmite en directo) al final de la tarde, de modo que el público tenga tiempo suficiente para llegar a casa antes del toque de queda. En el norte de la ciudad, en una conocida playa donde en verano los turistas acuden en masa, el acceso al mar está ahora bloqueado por alambres de púas, minas terrestres y sacos de arena.
“Vi barcos rusos, pero se retiraron. Saben que somos una amenaza para ellos. Hemos recibido mucha artillería. Los cohetes venían desde allá. También llegaron drones que lanzaban bombas. Pero no tendrán éxito aquí. Que intenten aterrizar; les haremos pagar un precio alto”, declara el soldado ucraniano Anatolii, de 27 años, que maneja un arma antiaérea.
Confianza en la victoria
La creciente autoconfianza de Odesa tiene su razón de ser. El avance de Rusia en la costa del mar Negro se estancó. Las tropas ucranianas en la ciudad de Mykolaiv no solo protegieron su puente estratégico: ahora están desplazando a las fuerzas rusas hacia el este, según las últimas informaciones.
En Jersón, la primera ciudad tomada por las tropas rusas hace un mes, las fuerzas de ocupación ahora están siendo acusadas de excederse en el uso de la fuerza contra los manifestantes civiles, y de secuestrar o arrestar a líderes locales para intentar contener el descontento popular.
“Cuando comenzaron a usar gas, bombas de humo y granadas aturdidoras empecé a correr. Fue realmente aterrador”, indicó Lada Danik, profesora universitaria en Jersón, en una videoconferencia por Skype. Los rusos “comenzaron a secuestrar personas, yendo a sus casas y a los lugares donde vive la gente, los manifestantes y los activistas. Parece que están usando técnicas y tácticas más amenazantes. Creo que están en situación de pánico”, dijo.
Invadir Odesa por mar: “imposible”
En Odesa existe un sentimiento generalizado de gratitud hacia la forma en la que los soldados ucranianos se mantuvieron firmes en lugares como Mykolaiv y Voznesensk, y bloquearon el avance de las fuerzas terrestres rusas hacia el oeste. Pero, ¿qué pasaría en caso de desembarco anfibio?
La analista de seguridad Hanna Shelest cree que Odesa podría haber caído en manos de Rusia si los líderes pro-Moscú hubieran proyectado una rendición en los primeros días de la guerra. Pero esa opción ahora está cerrada y a las tropas rusas les sería difícil atacar desde el mar sin establecer primero una base en tierra, según la experta.
“Pienso que es sencillamente imposible. Si observas las condiciones técnicas, el terreno desde un punto de vista estratégico, Odesa nunca fue una ciudad fácil de tomar desde el mar. La historia lo demostró varias veces”, asegura.
Mientras, las extensas catacumbas de la ciudad, con unos 2.500 km de túneles subterráneos excavados durante los últimos dos siglos, se acomodan una vez más como posibles refugios antiaéreos. Los colchones y las raciones de alimentos ocupan oscuros rincones de esta enmohecida red, similar a un laberinto, que fue utilizada por las familias de refugiados y los partisanos tanto en las guerras mundiales como en la guerra civil rusa.
“Aquí hay pintadas de la década de 1940. Esta dice: ‘Muerte a los fascistas’”, explica el espeleólogo e historiador local Maxim Baranestski, de 46 años, mientras ilumina con su linterna las palabras impresas sobre un muro de piedra en las profundidades del subsuelo.
Odesa mantiene la firme esperanza de que la historia no se repita, y que el avance de Rusia hacia el oeste a lo largo de la costa siga condenado al fracaso.
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