Ocho singulares cifras que anticipan cómo será 2023
La guerra en Ucrania, la tensión entre China y EEUU., y la asunción de Lula serán algunos de los temas centrales del año que empieza
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Hace un año, una guerra en Ucrania no parecía improbable. Desde hacía meses, Rusia acomodaba sus tropas en torno a la frontera y Estados Unidos le advertía al gobierno de Volodimir Zelensky y a los del resto de Europa que Vladimir Putin tenía toda la intención de invadir. Algunos le creyeron, otros lo subestimaron y otros descartaron la posibilidad.
La señal de lo que sucedería en 2022 estaba allí, a la vista, cuando aún no había terminado 2022, independientemente de lo que unos creyeran o no. Hoy, el mundo también da pistas -algunas muy visibles- otras no tanto, de lo que le espera el año próximo. ¿Podrá dejar atrás el legado oscuro de la pandemia? ¿Cerrará el capítulo bélico que tanto lo atormentó en 2022? Esto dicen algunas cifras que actúan como pistas de lo que vendrá.
16
16 son los misiles que puede disparar en nueve segundos el sistema Patriot, un equipo de defensas antiaéreas de avanzada que Estados Unidos acaba de prometerle a Ucrania, como parte de un nuevo y millonario paquete de asistencia militar. Pocos años de la historia reciente estuvieron marcados por un solo día como 2022. El 24 de febrero pasado, Vladimir Putin lanzó su anunciada invasión a Ucrania, un acto de guerra que definió el destino de millones y millones de ucranianos y la vida diaria de miles de millones de personas en todo el planeta. La llegada de dos unidades Patriot a Ucrania es una señal de que esa guerra sobrevivirá al año y se instalará en 2023 para seguir condicionando al mundo.
El entrenamiento para usar el sistema lleva mínimo seis meses, un indicador de que Estados Unidos estima que el conflicto durará, por lo menos, hasta mitad de año, pista que se confirma con el enorme paquete de 45.000 millones de dólares de ayuda a Ucrania que el Congreso acaba de aprobar. Los otros dos protagonistas excluyentes de la guerra creen lo mismo. Ucrania necesita los Patriots para escudar la infraestructura crítica de sus ciudades, hoy sin luz ni calefacción por el incesante bombardeo ruso, y sus líneas de defensa en el este del país y así dar batalla a Rusia con la retaguardia protegida. Las fuerzas armadas ucranianas están seguras de que Rusia prepara una gran ofensiva por aire y por tierra, que podría incluir otro intento de toma de Kiev, para febrero o marzo.
El gobierno de Putin, por su lado, advierte que se dispone a sostener el esfuerzo bélico con la incorporación en el primer trimestre de 2023 de cientos de miles de nuevos reclutas listos y entrenados para el combate.
Más allá de los protagonistas del conflicto, el resto del mundo parece hoy mirar la guerra con menos angustia e incerteza que hace algunos meses; parece, en definitiva, haberla “normalizado” desde la distancia. Sin embargo, mientras continúe, una escalada o un accidente puede sacar de curso la guerra y tornarla agobiante y letal no ya solo para los ucranianos sino también para el resto del mundo.
5,1%
5,1% el nivel al que llegaría la tasa de interés de la Fed en 2023, tan alto como el que alcanzó antes del gran crack financiero de 2008; hoy está en 4,3% luego de haber llegado casi a cero durante la pandemia. La Fed comenzó a restringir su política monetaria y subir las tasas para contrarrestar el efecto sobre la inflación norteamericana (y global) de los planes de ayuda durante los confinamientos, de las disrupciones a las cadenas de suministros y, fundamentalmente, de la disparada de precios globales de la energía y los alimentos por la guerra en Ucrania.
Los organismos internacionales advierten que los precios de los alimentos, el petróleo, el gas y otras energías que tanto ayudaron en 2022 alimentar la pobreza, la indigencia y la inestabilidad en el mundo empiezan a estabilizarse. Claro que a niveles muy superiores que los de antes de la guerra (los bienes energéticos un 40% más que en 2021 y los alimentos, un 11%). La inflación, por lo tanto, cede pero no todo lo que debería para volver a los número pre guerra. Es decir que el tiempo de las tasas alta, tanto de la Fed como de la mayoría de los bancos centrales del mundo, persistirá en 2023. Y con él, la era del bajo crecimiento.
El rebote de la recesión de la pandemia se desacelera en el mundo y el FMI proyecta un año de poco o nulo crecimiento para las habituales locomotoras de la economía global. Estados Unidos apenas avanzará un 1% y la zona euro, solo 0,5%. La zona de mayor potencial será, nuevamente, Asia, en particular las naciones emergentes, aunque no la que motorizó la economía global en los últimos 20 años, china.
10.600.000
10.600.000 nacimientos son los que registró China en 2021, según el Bureau Nacional de Estadísticas de ese país. La tasa de fertilidad de la superpotencia tiembla desde hace años, pero la caída se magnificó con la pandemia y hoy es la mayor amenaza al futuro económico de China. La contracción del ingreso disponible y los límites a la circulación boicotearon el número de nacimientos al punto de que las autoridades esperan que en 2022 la cifra sea incluso menor a la del año anterior y que, en 2023, se acerque al temidísimo umbral de los 10.000.00 de nacimientos anuales, el punto por debajo del cual la población china empezará a decrecer.
Las protestas de fines de este año obligaron a Xi Jinping a flexibilizar la prohibitiva política de “Covid cero” para resguardar la estabilidad de su tercer mandato. La apertura de la vida en China también aceleró la circulación del Covid entre una población con una inmunidad bastante más baja que la del resto del mundo. Hoy los hospitales chinos experimentan la saturación que vivieron las salas médicas de otros países y los especialistas esperan un 2023 de muchas muertes. La flexibilización viene, de todas maneras, con una buena noticia para China. La economía ganaría vida y se empezaría a acelerar en la segunda mitad del año que viene, advierten los analistas. Ese dato es muy alentador para un Xi que le prometió a los chinos prosperidad para todos por igual pero no puede ocultar la amenaza profunda que amenaza la aspiración de hegemonía global del presidente chino: la cuenta regresiva de la bomba demográfica se acelera.
39
39 los vuelos que aviones de guerra chinos hicieron sobre el estrecho de Taiwán el miércoles pasado; en lo que va de 2022 fueron 1500. Parte del plan de Xi para recuperarla, la estrategia de intimidación de China sobre la isla, a la que considera una provincia rebelde, llegó en agosto, tras la visita de Nancy Pelosi, titular de la Cámara de Representantes norteamericana, a Taipei, a un pico de tensión en el que muchos observadores creyeron ver una guerra inminente. Ya meses antes Joe Biden había prometido que Estados Unidos saldría en ayuda de Taiwán en caso de ataque chino.
Parte de las fuerzas armadas norteamericanas creen que China puede lanzar una invasión en 2024. El gobierno de Taiwán estima que eso sucederá en el tercer mandato de Xi, que abarca los próximos cinco años. Algunos especialistas rechazan esas alternativas y pronostican que Xi descartará la opción militar e intentará recuperar el control de Taiwán como hizo con Hong Kong, con represión y acoso institucional, político y económico. Cualquiera sea el escenario, la tensión se proyectará sobre 2023 como uno de las mayores amenazas geopolíticas. Porque, en definitiva, si termina en una guerra, seguramente hará palidecer a la de Ucrania y su impacto en el resto del mundo.
83
83 años es la edad del ayatollah Alí Khamenei, el hombre que gobierna Irán con rigor religioso, represión policial y opresión social desde 1989. El segundo líder de la revolución islámica, tras el ayatollah Khomeini, y sofisticado aparato de seguridad respondieron a las protestas por la muerte de la joven Mahsa Amini, en septiembre, con violencia y radicalización. Las manifestaciones son el mayor desafío al régimen en sus 43 años. Pero, por más extendidas y potentes que sean, no lograron doblegarlo; tampoco lo han hecho las cada vez más duras sanciones internacionales ni el declive económico que fastidia a hasta los mayores defensores del gobierno.
Khamenei tiene aún el control total del régimen con aspiraciones nucleares. Sin embargo, su salud habría comenzado a flaquear después de varias afecciones, como, por ejemplo, un cáncer de próstata. Él era el sucesor designado de Khomeini; pero Khamenei no se ocupó aún de señalar un delfín. Si su salud sigue cuesta abajo, la lucha por la sucesión puede lograr lo que no pueden las protestas: debilitar y reformar uno de los regímenes más ideologizados, violentos y cerrados del planeta.
0,9%
0,9% por año será la tasa de crecimiento de América Latina para la década que va de 2014 a 2023 si se mantienen las previsiones económicas para la región para el año próximo, apenas un 1,3% de avance, según la Cepal.
Las razones no difieren mucho de las explicaciones sobre el bajo desempeño de otras regiones. El impacto de la guerra, el legado de la pandemia, la inflación, las tasas altas, todo atenta contra América Latina. La región se encarga de agregarle sus propios peligros: altos déficits, países endeudados, Estados de escasa capacidad para atender las demandas sociales y económicas, informalidad laboral, productividad en caída, indigencia extrema, fragmentación política y una débil gobernabilidad.
Por eso es la región en desarrollo que menos crecerá en 2023. La advertencia de la Cepal sobre el impacto de ese bajo avance no deja duda sobre el peligro. “En el decenio de 2014 y 2023, la región experimentó un crecimiento incluso menor que de la llamada década perdida, en los años 80. En esos años, durante las crisis de la deuda, el crecimiento fue de 2%”, dijo el organismo, la semana pasada.
En esos años, la mayor parte de los países regionales eran gobernados por dictaduras; el declive económico fue una de las razones que precipitó la transición democrática. Irónicamente hoy, el mismo crecimiento anémico explica, en parte, el desgaste democrático, en una estruendosa señal de alerta para los políticos de la región.
600
600 reales reciben y seguirán recibiendo en Brasil los beneficiarios del plan Bolsa Familia, ex Auxilio Brasil, eje central de la política social del mayor país de América latina. Ese monto, que era de 400 reales (unos 78 dólares) hasta mitad de este año y fue aumentado por Bolsonaro en la previa a las elecciones, fue transformado en ley por el Presupuesto 2023 aprobado por el Congreso brasileño el jueves pasado. Fue un éxito para Lula da Silva, que había prometido en campaña que mantendría el plan social en 600 reales, una transferencia necesaria en una nación donde 33 millones de personas no tienen qué comer a diario y que volvió a ser parte del Mapa del Hambre Global.
Ese logro, fruto de las negociaciones de Lula con sectores parlamentarios que antes respondían a Bolsonaro, le permitirá asegurarse legitimidad dentro de su partido y de su base electoral. Pero, a la vez, confrontará al próximo presidente de Brasil con un peligro que se parece mucho a una certeza.
La economía de Brasil crecerá muy poco en 2023 –apenas 1%, según el FMI-, en parte porque el déficit fiscal pone en guardia al Banco Central, que podría no bajar las tasas, como había prometido.
Una economía fría supondrá un enorme riesgo para Lula: la mitad de los brasileños, esa que desconfía profundamente de él y no lo votó, está movilizada y espera un error del nuevo mandatario para salir a las calles y hacerle la vida imposible. Economía aplastada y gobernabilidad bajo amenaza, los fantasmas que acosarán al mayor socio de la Argentina en 2023.
0,25%
0,25% es el crecimiento extra que registra un país si su selección de fútbol gana la Copa delMmundo. Marco Mello es un investigador de la Universidad de Surrey que estudió el impacto económico de ganar el mundial y reveló: “Ganar la copa del mundo aumenta el PBI, por lo menos, en un 0,25% en los dos trimestres subsiguientes. Este resultado está, en principio, empujado por el crecimiento de las exportaciones, que es consistente con el mayor atractivo que tienen los productos y servicios nacionales en el mundo tras la victoria”.
En octubre pasado, el FMI indicó que la Argentina crecería 2% en 2023. Ese 0,25% extra no parece mucho al lado de la felicidad que los argentinos derrochamos desde el domingo pasado a la tarde. Pero para un país que se enfrenta a semejantes escenarios domésticos e internacionales, es tan grande como un penal atajado en la final del Mundial.
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