Occidente, al borde de una guerra en la que no quería involucrase
PARÍS.-Con la sangrienta ocupación de la planta de gas argelina de In Amenas, donde un grupo de jihadistas se apoderó de decenas de rehenes de varias nacionalidades, la intervención militar de Francia en Mali dejó de ser una crisis local para transformarse brutalmente en una guerra internacional. Un conflicto en el que -como sucedió en Afganistán- de un lado está Occidente y del otro el terrorismo islámico.
En el mismo momento en que comenzaban a intensificarse los cuestionamientos sobre la presencia francesa en Mali y el aislamiento diplomático del presidente François Hollande, el drama vivido desde anteayer en Argelia dejó al descubierto una realidad que todos los responsables políticos del planeta conocen, pero que interpretan con diferentes prismas: la vulnerabilidad de esa región africana y la dimensión internacional que tiene cada uno de los acontecimientos que allí se producen.
"Actualmente, nos vemos confrontados a una dimensión regional e incluso internacional del problema", dijo ayer el embajador de Francia en Mali, Christian Rouyer. La toma de rehenes en Argelia "es la prueba flagrante de que este problema supera la simple situación del norte de Mali. El norte maliense constituye el corazón del problema, pero la dimensión es realmente internacional. Eso justifica con mayor razón la intervención francesa", concluyó.
Sin embargo, desde hace más de un año, mientras los diferentes grupos islamistas montaban metódicamente sus bases en el desierto maliense con el dinero obtenido de la toma de rehenes, el tráfico de drogas, tabaco y armas, los gobiernos occidentales insistían en un principio: la batalla contra el islamismo en el continente africano debe ser combatida por los mismos africanos. Ni por los europeos ni por los estadounidenses.
Por esas razones, Estados Unidos adoptó la estrategia de contener a los islamistas en Mali hasta que las tropas africanas estuvieran listas para actuar, en vez de ir a buscarlos directamente con operaciones comando y drones (aviones no tripulados).
Con ese objetivo, en los últimos cuatro años Washington invirtió 600 millones de dólares en equipar y entrenar a un ejército maliense que terminó en desbandada. Todo ese arsenal probablemente haya caído en manos de los islamistas.
Mucho más cercanos al peligro, los europeos -para quienes el aprovisionamiento de gas y petróleo africanos es una cuestión de supervivencia- detestan cada vez más esas incursiones militares en sus ex colonias que en el pasado solían servir para apoyar algún tirano de turno. A esas razones históricas, se sumó en los últimos meses la crisis económica, incompatible con el costo sideral de toda operación militar.
Contrariamente al resto de sus socios europeos, los franceses han conservado una estrecha relación con sus ex colonias africanas. La firmas francesas mantienen una presencia masiva en ese continente. Por lo demás, casi todos los países tienen acuerdos de cooperación y reciben ayuda militar de París. La relación afectiva con África es tan intensa que las autoridades francesas no consiguen convencer a los turistas de que eviten las zonas peligrosas: en esa región del Sahel, Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) tiene en su poder a ocho rehenes franceses.
Ese conocimiento del terreno, sumado al llamado desesperado del presidente maliense, Dioncunda Traoré, convencieron a Hollande de que había llegado el momento de intervenir. Los acontecimientos de Argelia parecen haberle dado la razón.
Los expertos afirman que esos ataques se multiplicarán. La región -explican- podría haber entrado en una espiral de violencia terrorista en la que cada operativo escogido deberá actuar como una "bomba de fragmentación mediática" capaz de alcanzar varios objetivos: las opiniones públicas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón?
Las decenas de muertos en Argelia durante la intervención de ayer podrían, por el contrario, provocar el efecto inverso.
En una reunión de cancilleres europeos realizada ayer en Bruselas, varios países del bloque prometieron una mayor participación en la operación Serval en Mali.
El secretario de Defensa norteamericano, Leon Panetta, reconoció por su parte el peligro que representan esos grupos islámicos.
"Ésta es una operación de Al-Qaeda -afirmó-. Es por eso que estamos preocupados por su presencia en Mali. Porque utilizarán ese país como base de operaciones para hacer exactamente lo que hicieron en Argelia."
Ese cambio de actitud no quiere decir que los países occidentales estén dispuestos a enviar tropas a combatir junto a los soldados franceses. Probablemente la ayuda llegue en forma de logística, inteligencia o fondos.
Francia se prepara para permanecer en Mali mucho más tiempo de lo previsto. Por el momento, expertos, políticos y militares se hacen en voz baja la misma pregunta que osó formular anteayer en público el general Carter F. Ham, máximo comandante de operaciones de Estados Unidos en África.
"La verdadera incógnita -dijo- es ¿y ahora qué?"
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