Obsesionado con ser temido, Putin nunca perdona una traición
MOSCÚ.- Encaminado a una victoria segura en las elecciones presidenciales del domingo, el presidente ruso, Vladimir Putin , barrió su imagen de zar duro pero piadoso al asegurar que podía llegar a perdonar algunas maldades de personas desobedientes, pero "no todo". Cuando le preguntaron qué era lo que no podía perdonar, Putin dijo sin rodeos: "Una traición".
El desprecio implacable de Putin por la traición, que puede verse en una nueva película hagiográfica estrenada esta semana, no es más que el marco emotivo y político de un patrón típico del comportamiento ruso. Visto desde Londres, el ataque contra Skripal -un excoronel de la inteligencia militar rusa reclutado como espía por Gran Bretaña- fue para Theresa May un "acto indiscriminado e irresponsable" que pone las relaciones de Rusia con Occidente en una nueva espiral descendente.
Pero no hay que esperar disculpas, ni siquiera un debate serio de parte de Moscú. Según Mark Galeotti, un experto sobre cuestiones rusas del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga, la perspectiva del Kremlin es parte del "relato geopolítico central" del putinismo: "Rusia es demasiado formidable y temible como para ser ignorada. La cuestión es demostrar que Rusia no solo tiene capacidad de actuar, sino también voluntad de actuar".
Lejos de causarle daño a Putin, las acusaciones lanzadas por Gran Bretaña solo refuerzan la posición de Putin, según la cual Rusia es una fortaleza asediada bajo la amenaza constante de enemigos dentro y fuera de sus fronteras.
El Kremlin, que negó categóricamente su involucramiento, agregó el episodio a una serie diaria de noticias de los medios estatales rusos que exaltan lo que Putin describió en un reciente discurso del estado de la nación como el poderío invencible de Rusia y su disposición a devolverle el golpe a sus enemigos dondequiera que estén.
Al igual que el nuevo sistema de misiles presentado por Putin en ese discurso, el ataque contra Skripal solo mejoró su estatura presidencial, al menos dentro de su núcleo duro en Rusia, al entronizarlo como el valeroso defensor de la nación dispuesto a enfrentar cualquier riesgo para reafirmar la posición de Rusia como una gran potencia temible.
En lugar de ceder a los pedidos de Gran Bretaña para brindar explicaciones sobre cómo llegó hasta Salisbury un agente nervioso fabricado por las fuerzas militares rusas, Moscú respondió con un ataque. El canciller ruso, Sergei Lavrov, desestimó las acusaciones británicas al calificarlas de "sinsentido" y exigió que Gran Bretaña entregue el supuesto agente nervioso utilizado contra Skripal y su hija.
Vladislav Inozemtsev, un académico ruso que actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Avanzados de Varsovia, Polonia, dijo que el episodio del agente nervioso demostró que "hablar con Putin ya no tiene sentido". Cualquiera que sean las pruebas, el presidente ruso y sus altos funcionarios "nunca asumirán la responsabilidad", y se regocijarán del sufrimiento de un exespía traidor, todavía inconsciente y en una situación crítica, mientras que harán recaer la responsabilidad en Gran Bretaña. "Se van a aferrar a la tesis de que los occidentales matan a sus agentes cuando ya no los necesitan y luego culpan a Rusia", dijo Inozemtsev.
Según Galeotti, experto en los servicios de seguridad rusos, bajo el mando de Putin, "Rusia abandonó el esfuerzo por ganarse el respeto internacional a través del poder blando y en cambio ahora aplica una política de ?poder oscuro'".
Galeotti dijo que esa estrategia, que implica que el Estado ruso se haga el guapo y luego se deleite de la furia causada, "forma parte del instinto natural de Putin, para quien una gran potencia es aquella a la que se le teme. Es mejor y mucho más fácil tener miedo que ser amado".
De todas las virtudes de las que se jacta Putin, ninguna es más importante para el líder ruso -un veterano del aparato de seguridad soviético construido sobre el culto de la lealtad al Estado- que su compromiso con la idea de que nadie, sobre todo los espías que desafían sus promesas, puede escapar al castigo por una traición.
En un programa de 2010 en el que respondía las preguntas de los ciudadanos, Putin elogió a los funcionarios de inteligencia, a quienes calificó como "personas que entregan sus vidas enteras en el altar de la madre patria", y amenazó con que el destino de los "cerdos" que traicionaron esa misión era tan deplorable que lamentarían "mil veces su traición".
Skripal, que en 2004 fue condenado en Rusia por traición a la patria y logró instalarse en Gran Bretaña tras un intercambio de espías en 2010, es el típico estudio de caso de todo lo que Putin aborrece.
Cuando fue atacado con un agente nervioso, Skripal seguramente ya no tenía ningún secreto ruso para traicionar. Pero seguía representando una afrenta al principio ruso de que la traición nunca debe quedar impune.
Tal como sucedió con las acusaciones contra Rusia por el homicidio con veneno radiactivo en 2006 en Londres de Alexander Litvinenko, por el derribamiento de un avión de pasajeros de Malaysia Airlines en Ucrania en 2014 y por la injerencia en las elecciones presidenciales norteamericanas en 2016, los funcionarios y los medios estatales rusos respondieron con una lluvia de negaciones y de burlas a la indignación de los británicos. Se mofaron de la idea de que Rusia haya podido tener un papel en el ataque de Skripal y hasta sugirieron que todo el episodio puede haber sido fabricado.
Pero en uno de los primeros comentarios, poco tiempo después de que se conociera la noticia, el conductor de la cadena de noticias Canal 1, controlada por el Estado, expresó lo que bajo Putin sería considerada la opinión de los traidores al Estado ruso. "No le deseo la muerte a nadie, pero solo por propósitos educativos, tengo que hacerles una advertencia a quienes sueñan con esa carrera", les dijo a los espectadores el conductor Kirill Kleimenov. "La profesión de traidor es una de las más peligrosas del mundo".
¿Cómo reaccionará Putin ante el caso del exespía?
Traducción de Jaime Arrambide
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