Nueva York vuelve a su rutina, pero la recuperación será larga
La ciudad volvió a la normalidad, pero los servicios están muy deteriorados
NUEVA YORK.– Con los persistentes cortes de luz y el caos de tránsito que dejaron las inundaciones, los habitantes de Nueva York hacen todo lo posible por recuperar su ritmo de vida normal, a pesar de tener por delante un largo y desalentador período de reconstrucción.
El alcalde Michael Bloomberg abrió ayer la Bolsa con el tradicional campanazo después de dos días de cierre, el primero que se produce por razones climáticas desde 1888, mientras las firmas de Wall Street y el resto de las empresas empezaban a dejar atrás la tormenta y regresaban al trabajo.
Pero a medida que el cielo se despejaba y el sol asomaba sobre Manhattan por primera vez en muchos días el tránsito y el transporte público se veían paralizados. Los que suelen utilizar el subte o los trenes suburbanos para ir a trabajar debieron tomar taxis o viajar en sus propios autos, lo que provocó embotellamientos.
La demora fue de varias horas y había filas de vehículos en la mayoría de las intersecciones y playas de estacionamiento.
Los aeropuertos internacionales Newark y JFK volvieron a operar, pero el funcionamiento de muchas aerolíneas siguió siendo limitado. El aeropuerto de LaGuardia, por su parte, permaneció cerrado. También reabrieron los tribunales de todos los estados afectados, mientras en Connecticut, Nueva Jersey y Nueva York se empezaban a reabrir muchas calles y puentes que habían estado cerrados.
Sin embargo, en la ciudad de Nueva York seguían cerradas las escuelas, los parques y los túneles del East River, y muchos vecinos seguían sin luz y debieron realizar su rutina de la mañana a los tumbos, con velas, linternas o incluso a oscuras.
La red de subtes de Nueva York, que sufrió los peores destrozos de sus 108 años de historia, enfrenta su clausura más prolongada, dijo Joseph Lhota, director de la Autoridad Vial Metropolitana.
Las autoridades de Hoboken –una ciudad de 50.000 habitantes situada frente a Nueva York, al otro lado del río Hudson– advirtieron que había vecinos aislados por las aguas y la Guardia Nacional respondió movilizándose para el rescate.
"Miren hacia afuera desde el piso más bajo posible, pero no salgan al exterior", publicaron las autoridades de Hoboken en su página de Facebook. "Hagan señales para llamar la atención de los rescatistas."
El saldo del huracán –en muertes, damnificados y en comunidades barridas por las aguas– fue impactante. Un incendio arrasador redujo a cenizas más de 100 viviendas en Breezy Point, en el distrito de Queens. Las explosiones y la caída de tendidos eléctricos dejaron en las sombras la parte sur de Manhattan y el 90% de Long Island.
En lugares como Atlantic City, los rescatistas buscaban sobrevivientes entre las ruinas cubiertas de agua, mientras los funcionarios municipales y del estado relevaban los daños. La empresas públicas de remoción comenzaron a abrirse paso entre una maraña de árboles y postes de luz caídos.
Y desde Virginia hasta Connecticut se escuchaban relatos de tragedia y de supervivencia, de gente que lo perdió todo cuando llegó el agua, de edificios que se desplomaron después de recibir durante horas y horas el embate de las lluvias y el viento incesante, de hospitales que debieron ser evacuados cuando el temporal los dejó sin luz.
El alcalde Bloomberg dijo que en los parques de Nueva York se cayeron 7000 árboles. "Aléjense de los parques de la ciudad", advirtió. "Están cerrados hasta nuevo aviso."
Traducción de Jaime Arrambide
James Barron