Nueva era en Perú: qué quiere, qué puede y qué necesita Pedro Castillo para su mandato
Los primeros pasos serán claves para afianzarse en el gobierno y afinar sus propuestas de gestión
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Pedro Castillo dejó su ciudad natal de Cajamarca, en el norte de Perú, para sentarse en el centro del poder nacional, en Lima. Se trata de un dramático cambio de escenario. Pero lo que se mantiene invariable son las esperanzas de sus votantes y los temores del resto, divididos casi a partes iguales en el electorado.
Fueron tantas las críticas de sus adversarios, decididamente feroces, y tantos los cambiantes matices de las declaraciones de Castillo, que cuesta ver cuáles son las claves que aguardan en los primeros meses de esta desusada experiencia de izquierda en Perú.
Los ojos y oídos de los peruanos estarán desde ahora puestos en la definición de un programa económico, en el posible cambio de la Constitución, y en las negociaciones dentro y fuera de su espacio político para conciliar los distintos intereses y tener margen de acción.
Economía
Castillo anotó su candidatura a la presidencia como invitado de un partido al cual no pertenecía, Perú Libre, que no escondió en ningún momento su voluntad de dar un vuelco radical en la orientación pro-business del país para reemplazarla por una matriz marxista-leninista.
El antiguo maestro de escuela nunca llegó a adscribir del todo a ese programa prestado, maximalista, con ninguna propuesta superadora y de hecho inaplicable.
Propuso en cambio dotar al Estado de más herramientas económicas que le permitan, eso sí, empezar a revertir la secular desigualdad del país, agravada por la recesión y el desempleo que provocó la pandemia.
Constitución
Esta nueva agenda con un Estado activo y comprometido con el bienestar tiene como piedra de toque, según prometió Castillo en campaña, una reforma constitucional.
La Constitución vigente, redactada en 1993 bajo el gobierno neoliberal de Alberto Fujimori, deja sin mucho margen de acción a los poderes públicos en la vida económica. Así lo dice Castillo. Pero también lo dicen los defensores del texto, que no confían en el Estado como actor económico, y sostienen que gracias a esas salvaguardas el país pudo crecer de manera casi ininterrumpida desde su sanción.
Políticamente, también existe el temor por el respeto de Castillo a las instituciones, cuando ya de entrada, dicen los críticos, intenta cambiar las reglas de juego.
Gobernabilidad
Ninguno de estos sueños, proyectos o posibilidades verá la luz del día si Castillo no se afianza mínimamente en una presidencia que en los últimos cinco años arrastró a tres presidentes, destituidos o renunciantes, dos de ellos el año pasado.
Sin partido propio y con escasa experiencia política, Castillo deberá negociar primero dentro de la izquierda peruana, donde conviven marxistas-leninistas, progresistas y otras corrientes políticas y sociales, cada cual con su propia agenda y que serán huesos duros de roer.
El siguiente desafío vendrá desde la derecha, con sus variantes de extremistas y moderados, pero definitivamente sin interés en conceder sin más los destinos del país a un dirigente del otro bando, que viene por fuera del establishment y propone una reforma social.
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