"Nos sentimos abandonados": el coronavirus dinamitó la economía y puso en crisis a millones de rusos
MOSCÚ.- Yekaterina Yurgonova conserva su sueño de criar a un hijo médico, un ingeniero, un general militar y un atleta. Pero la pandemia de coronavirusarrasó con Rusia, mandó a la quiebra a empresas y familias, y Yekaterina, su esposo Alexander y sus cuatro hijos perdieron prácticamente todo.
En los momentos de mayor desesperación, Yekaterina solo podía llorar. Cuando todavía tenía alguna luz de esperanza, le escribió una carta al presidente Vladimir Putin y a la oficina del alcalde de Moscú para pedir ayuda para conseguir una vivienda. Pero nadie vino a ayudarlos.
Cuando Alexander perdió su trabajo y los desalojaron del departamento donde vivían, "nos sentimos totalmente abandonados, como estar en un bote que se hunde y que nadie venga a rescatarte", dice la mujer. "A nadie le importa la gente que pasa necesidad."
La pandemia dinamitó la economía de los países de todo el mundo y ahora el planeta enfrenta la peor recesión colectiva desde la Gran Depresión. Y Rusia se vio doblemente golpeada por el coronavirus y por el derrumbe del precio del petróleo y del gas, cuyas regalías representan el 40% del presupuesto nacional.
Desde marzo, las entidades benéficas y ONG rusas vivieron un crecimiento exponencial de solicitudes de ayuda de personas que no suelen requerirla, familias que nunca habían pasado necesidades y ahora estaban desesperadas. Algunos no tenían para comer, y otros se quedaron en la calle.
Según Rosstat, la oficina de estadísticas del gobierno federal, hacia fines de mayo en Rusia había unos 4,5 millones de desempleados, y se espera que este año la economía del país se contraiga un 5,5%.
Miles de pymes rusas fueron a la quiebra debido a la crisis generada por la pandemia y el derrumbe del precio del crudo. La respuesta del gobierno llegó tarde, con medidas que no lograron emparchar la situación y que dejaron a miles de personas a la deriva.
"Abandonados a nuestra propia suerte, así estamos", dice Ivan Molchanov, un soldador industrial que durmió 20 noches en la calle cuando su empleador suspendió las operaciones de la planta y dejó de pagarle no solo los 1000 dólares mensuales de su sueldo sino también el alojamiento en una barraca de trabajadores.
"Tuve que dormir en baños públicos, en la entrada de los edificios", dice Molchanov.
La organización de ayuda Dom Druzei ("casa de amigos") antes solo se dedicaba a ofrecer asistencia médica a los sin techo, pero el 22 de abril abrió seis albergues en Moscú y empezó con el reparto generalizado de bolsones de alimentos.
"La cantidad de gente que viene a pedir se duplicó o triplicó de un día para otro", dice Dimitri Aleshkovsky, creador de Nuzhna Pomosh, una fundación que recauda fondos para diversas instituciones benéficas y no gubernamentales de toda Rusia. "Son millones, literalmente millones, los que se quedaron sin trabajo en un pestañeo".
"La gente que ganaba 200.000 rublos, unos 2800 dólares mensuales, de pronto pasó a ganar nada", cuenta Aleshkovsky. "Y como ya no pueden pagar el alquiler, se convierten directamente en sin techo".
Lana Zhurkina, fundadora de Dom Druzei, se conmovió con el caso de una joven esteticista moscovita con un bebé de un año y medio, y que antes tenía un sueldo "por arriba de la media". Estaba pagando el crédito hipotecario de un departamento que todavía estaba en obra, y mientras tanto alquilaba otro lugar para vivir. Pero llegó la pandemia y el salón de belleza donde trabajaba cerró temporariamente sus puertas.
"No le quedaba literalmente nada en la casa y vino a pedir comida", dice Zhurkina. "Le trajimos los bolsones y se puso a llorar, porque no entendía cómo había terminado en esa situación".
"Hay muchas historias como ésa", dice Olga Lim, fundadora de la ONG No son los hijos de otro, que ayuda a huérfanos y familias en crisis en Jabárovsk, en el extremo oriental de Rusia, y recuerda el caso de una joven cocinera con dos hijos. "El restaurante donde trabajaba tuvo que cerrar y ella estaba en situación desesperante. No tenían para comer", señala Lim.
Alexander Gorbunov, el esposo de Yekaterina, tiene 42 años, igual que ella, y sus cuatro hijos van de los diez a los 16 años. Alexander trabajó durante muchos años como gerente de clientes de una empresa de camiones. Em marzo la empresa cerró. Ahora maneja un auto alquilado para una empresa de viajes compartidos, se levanta a la madrugada y no vuelva hasta pasada medianoche.
Hasta el año pasado, la familia vivía en un dos ambientes chico de un edificio comunal. Están en lista de espera desde 2011 para el programa de vivienda de la alcaldía de Moscú. El año pasado se mudaron a un departamento más grande, pero en marzo de este año tuvieron que dejar de pagar el alquiler.
"Fue terrible, pero no conseguimos la plata para el alquiler de abril y mayo", cuenta Alexander. "Pensábamos que la propietaria iba a entender la situación, pero nos dijo que no era problema suyo". "Estaba aterrada y confundida", dice Yekaterina. "Cuando nos golpeó la crisis, el gobierno no hizo nada."
La pareja tuvo que pedir un préstamo de unos 4300 dólares en el banco para cubrir sus gastos. La Fundación Misericordia de la Iglesia Ortodoxa Rusa les pagó el alquiler de abril y mayo, lo que permitió que los chicos pudieran terminar el año escolar.
La hija de 16 años está tomando clases extra de medicina, el hijo de 14 toma clases extra de matemática avanzada, el hijo de 12 quiere ser militar, y el de diez es excelente en los deportes. Actualmente, la familia está viviendo en la casa de veraneo de la madre de Alexander, en las afueras de Moscú, y todavía no tienen idea de dónde irán a vivir cuando empiece el año escolar, en septiembre.
Putin siempre promete ayuda para las familias numerosas, pero muchos se sienten abandonados. Durante la crisis, las familias recibieron pagos de 142 dólares mensuales por cada hijo menor de 16 años, pero Yekaterina dice que con esa plata no se vive ni una semana, incluso sin pagar alquiler.
Si las familias de clase media tienen problemas, la situación es mucho peor para los hogares vulnerables, los sin techo y los pertenecientes a la economía informal, que queda excluida de la ayuda del gobierno.
"Está cada vez peor", dice Nikolai Rubanovsky, de la organización Nochlezhka, que distribuye comida y ofrece ayuda legal a los sin techo. "En San Petersburgo tenemos una olla popular móvil en un ómnibus. Antes de la pandemia, la fila era de 60 a 80 personas. Ahora son 140".
"Es un país grande y rico", dice. "No se entiende por qué vivimos tan mal".
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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