Noruega se frota las manos con la crisis energética: “Hay momentos en los que no es divertido ganar dinero, y este es uno de ellos”
Las sanciones a Rusia y el aumento de los precios disparan los ingresos del país nórdico por sus exportaciones de gas y petróleo
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MADRID.- Cuando Thomas Malthus visitó la remota Noruega a finales de 1790, observó un territorio que vivía al margen de la existencia humana. Con un sol que duraba pocas horas durante el invierno, el economista inglés vislumbró un futuro inhóspito en el que la gente estaba condenada a vivir con una pequeña parcela y el alimento que podía obtener del río o el mar. Malthus —que profetizó un porvenir en el que la gente se multiplicaría más rápido que los recursos necesarios para sostenerla y, por tanto, moriría de hambre— hoy se quedaría boquiabierto al ver cómo Europa mira con esperanza hacia las aguas escandinavas, que desde los años 70 del siglo pasado se descubrieron ricas en gas y petróleo, para llenar una parte del boquete energético que dejará Rusia en el continente.
“El gas noruego será un importante contribuidor a la seguridad energética europea”, afirma Nicolas Mazzucchi, analista de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS), un think tank francés. Este año, las exportaciones de gas a Europa Occidental aumentarán un 8% hasta llegar a los 122.000 millones de metros cúbicos, superando un récord de 2017, según las previsiones del gobierno. “Las empresas están produciendo a su máxima capacidad”, dijo, a principios del mes pasado, Terje Aasland, ministro de Petróleo y Energía del país, el segundo suministrador de gas al Viejo Continente (incluida Gran Bretaña).
Si en 2021 Noruega cubrió el 20% de la demanda europea, a finales de este 2022 llegará a copar un 25%, según las estimaciones de James Huckstepp, analista de S&P Global Commodity. En caso de que la demanda total de gas en Europa se reduzca alrededor del 10% (hasta llegar a los 450 bcm anuales. Un bcm equivale a mil millones de metros cúbicos), por ejemplo, y las exportaciones de Noruega alcanzaran el récord marcado, la cuota del país podría ser de hasta un 27%, de acuerdo con los cálculos de Ana Maria Jaller-Makarewicz, analista en el Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero (IEEFA).
Serán otros productores globales los que llenen la mayor parte del agujero. “Europa dependerá cada vez más de Estados Unidos y Qatar, que planean aumentar significativamente las entregas a Europa en los próximos cinco años”, comenta Huckstepp. “Noruega no va a salvar a la UE ni a evitar ninguna crisis de suministro si se cierran los grifos rusos”, abunda Jaller-Makarewicz.
El gigante noruego Equinor, sin embargo, ya tiró toda la carne en el asador. La firma, en la que el gobierno mantiene el 67% de la propiedad, ha autorizado un aumento de la producción de al menos 1,4 bcm en dos de sus principales campos: Oseberg y Heidrun. Ello equivale a la demanda de unos 1,4 millones de hogares europeos durante un año. Su producción de gas, que ahora es su negocio más rentable, también podría verse incrementada en el campo Troll, la mayor fuente de gas del Mar del Norte, en caso de que otros sufran interrupciones. “En esta situación altamente desafiante, hacemos todo lo necesario para cumplir con las entregas”, afirmó Irene Rummelhoff, vicepresidenta ejecutiva de marketing, midstream y Procesamiento de la empresa energética, en un comunicado.
Equinor —que ha pasado de pérdidas millonarias en 2020 a beneficios también millonarios en 2021, por la subida del precio de los energéticos— y diversos socios han anunciado el desarrollo de un proyecto de producción de gas (llamado Halten East), en el que verán una primera producción en 2025 y en el cual invertirán unos 935 millones de dólares.
“Noruega siente la presión de aumentar los planes de desarrollo de nuevos proyectos”, destaca la experta del IEEFA. “Pero algunos de estos proyectos comenzarán a producir dentro de 10 años o más y existe el riesgo de que la demanda de gas [fuera de su mercado] disminuya debido al aumento de las energías renovables o la eficiencia energética”. Las empresas no quieren perder el tren. En el último mes, las previsiones de inversión al cierre del año se han disparado un 5%, hasta los 17.570 millones de dólares, según una encuesta de la oficina nacional de estadísticas. Y mientras la invasión del Kremlin en Ucrania avanza y Occidente busca romper todo tipo de relación energética con Rusia, las rentas de los combustibles fósiles repuntan.
El Estado noruego podría recibir en 2022 unos 117.000 millones de euros solo de las ventas de gas y petróleo, de acuerdo con las estimaciones de Nordea Bank. El año pasado, el gobierno esperaba que esos ingresos fueran únicamente de 27.000 millones de euros. “La diferencia es, por supuesto, enorme”, resaltan los expertos de la firma financiera. Una buena parte de esos recursos irán al fondo soberano, cuyo valor es de 1,3 billones de dólares, o 211.000 euros por ciudadano (5,3 millones de personas).
“Hay momentos en los que no es divertido ganar dinero, y este es uno de ellos, dada la situación”, dijo Aasland, en una entrevista en la televisión local, el mes pasado. “Noruega tiene la suerte de disponer de una reserva de hidrocarburos que le ha permitido dotar a su población de una renta potente”, asevera Diego Rodríguez, catedrático de Economía de la UCM e investigador asociado de Fedea. El país, cuya energía interna depende de las renovables (hidráulica, principalmente), es un jugador pequeño en el mercado de los hidrocarburos: con una producción petrolera que cubre alrededor del 2% de la demanda mundial y con el 3% del gas global.
Producción
Como exportador, sin embargo, es un jugador relevante: el tercer mayor de gas natural del planeta, solo por detrás de Rusia y Qatar. Esto hace que el petróleo y el gas sean los productos de exportación más importantes de su economía. El año pasado, la producción de gas noruega ascendió a 113 bcm, abasteciendo cerca de una cuarta parte de la demanda de gas en la UE y el Reino Unido. El país bombea alrededor de cuatro millones de barriles por día (la mayor producción en Europa Occidental), divididos casi a partes iguales entre petróleo y gas natural, de los cuales el 95% se distribuye a través de una extensa red de gasoductos submarinos que lo conecta con terminales en Alemania, Gran Bretaña, Francia y Bélgica. A finales de este año se completará una nueva conexión a Polonia: una tubería de 900 kilómetros con una capacidad anual de 10.000 millones de metros cúbicos de gas. Con ello, Varsovia espera paliar su dependencia del gas ruso, que supone la mitad de su consumo. “El gas noruego ayudará a contener el choque en los países bálticos, altamente dependientes de los suministros rusos”, resalta Mazzucchi.
Las exportaciones noruegas de gas natural licuado, que representan entre el 6% y el 7% de sus exportaciones totales de gas, también serán importantes en la desconexión con Rusia. Hace un par de semanas, Equinor volvía a reiniciar sus operaciones en las instalaciones en la localidad de Hammerfest (al norte), después de una interrupción de 20 meses. De allí podría extraer unos 6500 millones de metros cúbicos por año, equivalente a la demanda anual de gas de 6,5 millones de hogares europeos.
Por Óscar Granados
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