Noruega, el país sin pobreza ni hambre
La nación escandinava tiene los mayores índices de salud, riqueza y proyección social
OSLO.- Imaginen un mundo tan a salvo de los peligros modernos que los niños aceptan los caramelos que les dan los extraños. Piensen en un lugar donde está garantizada de por vida la seguridad financiera, por más despidos que haya, aunque surjan crisis bursátiles o aparezcan epidemias.
Consideren el bienestar psicológico que significa pertenecer a un país donde no hay gente desamparada o hambrienta, donde las mujeres y los hombres viven en un pie de igualdad, donde se resguarda el medio ambiente de un modo reverencial y donde compartir riqueza con los más desventurados del mundo es una obligación moral.
Noruega no es una utopía; después de todo, no sufre las ocasionales incursiones del cruel mundo exterior. La población noruega -en su mayor parte- reconoce que, en lo que respecta a realzar ideales y acrecentar las comodidades terrenales, la vida en su país no podría ser mejor.
Y el Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Humano de este año lo confirma: calificó a Noruega como el país número 1 del mundo para vivir, sobre la base de una serie de índices de salud, riqueza y perspectivas sociales.
El delito existe, sin duda -hay unos 50 asesinatos por año y miles de hurtos-, pero los habitantes de Noruega gozan de un sentido especial respecto de la seguridad. La mayoría de las personas deja en su casa la puerta de calle sin llave, y nadie vacila en detenerse en una ruta para ayudar a otro automovilista que tuvo un percance.
Por supuesto, la clasificación no tiene en cuenta el hecho de que durante la mitad del año anochece a las tres de la tarde y el sistema tributario retiene el 60% de los ingresos. Quienes confeccionaron la estadística tampoco advirtieron las nuevas tensiones sociales creadas por una súbita corriente inmigratoria.
Aumentar la ayuda a países
Aunque muchos protestan por los altos impuestos, también son muchos los noruegos dispuestos a aportar aun un mayor porcentaje de sus ingresos para resolver los problemas del resto del mundo. "Nuestra obligación moral de compartir la riqueza aumenta junto con el caudal de nuestra propia riqueza", afirmó la ministra de Desarrollo Internacional, Anne Kristin Sydnes, quien advirtió que el petróleo del mar del Norte, principal fuente de la prosperidad de Noruega, debería ser considerado un recurso global.
Noruega, un país que anteriormente dependía de la pesca y la agricultura, es el segundo exportador mundial de petróleo, e incluso con las fluctuaciones de precios logró administrar hábilmente esa industria estatal y amasar un fondo público de 60.000 millones de dólares.
"Podríamos fácilmente aumentar cinco veces nuestro actual aporte en lo que respecta a la asistencia externa", comentó Ingebrigt Steen Jensen, magnate de medios que insiste en que la mayoría de los empresarios noruegos antepone el bienestar global al enriquecimiento personal.
"Tenemos esta inmensa torta -añadió-, pero no podemos comerla toda, de manera que ¿no es mejor compartirla con quien tenga hambre en lugar de guardarla en el refrigerador?"
Noruega es uno de los pocos países que dona al extranjero mucho más del 0,7 por ciento de su producto bruto interno, máxima cifra estipulada por la ONU para la asistencia externa.
Jan Erik Hansen, editor del suplemento cultural del influyente diario Aftenposten, piensa que los noruegos están comprometidos con los asuntos exteriores porque eso eleva a un país en otros aspectos vulnerable al grado de protagonista global, y que su asistencia externa le permite ganar influencia y respeto.
Los analistas sociales sostienen que es improbable que Noruega recorte la asistencia externa, particularmente después de los atentados terroristas del 11 de septiembre. E incluso es improbable que abandone su voluminoso gasto social, de la cuna a la tumba, porque los beneficios son perceptibles.
Un factor que ayudó a Noruega a ocupar el primer escalón de la calidad de vida se debió a la igualdad entre la mujer y el hombre. Las mujeres en Noruega ocupan la mitad de los puestos del gabinete y de las bancas del Parlamento, y el 40% de los cargos judiciales y académicos.
El propio éxito de las obras sociales plantea nuevos desafíos. Los servicios médicos para todos los ciudadanos elevaron la expectativa de vida a 78,4 años, una de las más altas del mundo, lo cual exige más al sistema de cuidado de la salud a medida que la población envejece. La ayuda del Estado a las madres solteras es tan generosa que no es necesario que el padre tenga ingresos. La mitad de los niños nace fuera del matrimonio. Pero para cumplir con su compromiso Noruega debe echar mano cada vez más a sus abundantes recursos.