Coronavirus. “No veo la hora de volver a la oficina”: los que extrañan trabajar fuera de casa
WASHINGTON.- Antes de la pandemia, a Jessica Hullman no le gustaba nada trabajar desde su casa. Profesora de informática de la Universidad Northwestern, en las afueras de Chicago, Hullman dice que el contacto con los estudiantes es energizante. Pero después de estar alejada del campus durante casi un año, se dio cuenta de que los mismos alumnos que le dan energía también la agotan, haciéndole perder el foco con sus constantes interrupciones.
En la universidad, su departamento está compuesto casi exclusivamente por hombres, y Hullman, de 40 años, dice que tenía que estar siempre pendiente de su aspecto y de cómo iba vestida. Pero ahora, las reuniones por Zoom son una especie de ecualizador de género. "Es como si todos ocupáramos la misma cantidad de espacio", dice. "Me doy cuenta de que soy mucho más feliz trabajando desde casa". Así que no tiene apuro en volver.
Muy distinto es lo que le pasa a Allie Micka, una joven de 25 años que se mudó de Boston al distrito de Columbia para arrancar en su nuevo puesto de ingeniera de soluciones técnicas en una empresa tecnológica que siempre admiró mucho por alentar la socialización de su plantel de empleados. Allie imaginaba el after-office en un bar con sus compañeros de trabajo, donde entablaría amistades para toda la vida. Y la oficina resultó ser tal como la imaginaba… durante exactamente diez días, hasta que llegó el azote de la pandemia. Para Allie, el contacto virtual que tiene actualmente con sus compañeros es demasiado transaccional y operativo. "Por ganas que le pongas, si no tenés un motivo concreto para contactar a alguien, ni lo saludás", dice Allie. "No veo la hora de volver a la oficina".
Estados Unidos atraviesa el momento más sombrío de la pandemia, con miles de muertos por día. Es una realidad que no se les escapa a los trabajadores remotos de altos ingresos, que agradecen la suerte que han tenido y no se atreven a quejarse de la "fatiga" pandémica y el aislamiento social desde la relativa seguridad y confort de trabajar desde sus casas. Pero ahora que la Administración de Medicamentos aprobó dos vacunas, muchos de esos empleados remotos empiezan a imaginar cómo será su nueva vida post-pandémica. Para algunos, es la famosa luz al final del túnel; para otros, es el tren que viene de frente.
En junio, PwC encuestó a 120 altos ejecutivos y 1200 empleados de oficina para saber cómo imaginaban el futuro. Cerca de un tercio dijo que esperaba poder trabajar tiempo completo desde su casa. Cerca de un 9% no quiere trabajar nunca desde su casa. Y la gran mayoría prefiere una situación híbrida: dos o tres días en casa, en short y top deportivo, con siesta reparadora, lejos de las internas de oficina, combinado con dos o tres días en la oficina, sin la frustrante dificultad de tratar de hacer contacto visual a través de la pantalla.
Las empresas también avizoran un futuro entorno laboral nuevo: el 70% de los empleadores planea reducir su espacio de oficinas. Aunque ese desplazamiento del mercado puede convertirse en una pesadilla para un mercado inmobiliario ya aplastado por la pandemia, también podría ser como maná del cielo para esos trabajadores a quienes se les ha vuelto prohibitivo vivir en la gran ciudad.
Muchos supervisores ya se han dado cuenta de que sus subordinados pueden ser tan productivos, sino más, trabajando en piyama o jogging, entre rondas de bicicleta fija y escapadas a la cocina.
Richard Koch, analista del sector hipotecario en Wall Street, pasa sus días en su condominio de Westchester, Nueva York, asesorando a empresas sobre sus planes a futuro. "La abrumadora mayoría dicen estar muy sorprendidos por lo bien que está funcionando el teletrabajo y lo productiva que es la gente cuando trabaja desde su casa", dijo Koch, de 62 años.
Koch ya lo sabía, y de primera mano. Había trabajado perfectamente tiempo completo desde casa durante años, hasta que su nuevo empleador le ofreció un horario híbrido y tuvo que aceptar. Antes de la pandemia, viajaba a Manhattan tres días a la semana y se sentaba en un escritorio en la oficina "para hacer exactamente lo mismo" que podía hacer desde su casa. ¿Qué sentido tenía? "En casa es más relajado, es más fácil concentrarse", dice Koch. "No hay ruido de oficina, no viene nadie a interrumpirte en tu escritorio. Avanzo más".
Las distracciones en la oficina tienen un precio. Investigadores de la Universidad de California en Irvine descubrieron que un oficinista típico es interrumpido o cambia de tarea cada tres minutos y cinco segundos en promedio. Después de cada interrupción, para volver a concentrarse completamente en una tarea se necesita un promedio aproximado de 23 minutos, lo que a menudo conduce a un mayor estrés, mal humor y menor productividad.
Pero para otros, la capacidad de concentrarse en soledad tiene su precio. En su casa, Robyn Davis Sekula no tiene la alegre compañía y distracción del reverendo Lee Hinson-Hasty, su compañero de trabajo en la Fundación Presbiteriana de Jeffersonville, Indiana. Sekula y Hasty colaboran fluidamente en campañas de concientización y comparten su amor por Jerry Seinfeld, la iglesia, la familia y la cocina. "Pero lo que más me gusta de Lee es que cuando estás hablando con él, en persona, te presta toda su atención", dice Sekula, vicepresidenta de comunicaciones de la Fundación. "No está mirando todo el tiempo su teléfono: te mira a vos".
Por supuesto que para volver a ver a su compañero Lee tendrá que dejar a Auggie, su cachorro labrador negro de ocho meses, nacido en pandemia. "Hace un año, habría tratado de loco a cualquiera que pagase una guardería para perros. No entendía a las personas que trataban a sus perros como personas", dice. "Bueno, este año le preparé a mi perro su propio plato de Acción de Gracias y comió con nosotros en el comedor".
Aun así, Sekula no ve la hora de volver a la oficina, "y no me importa que los pantalones y la ropa ya no me queden como antes". Para ir al trabajo Sekula tiene 15 minutos de ida y 15 de vuelta. Pero Heidi Schweingruber tiene que viajar más de dos horas al día. En la actualidad, Heidi usa parte de ese tiempo para pasear con su perro por el barrio, en Columbia, Maryland, tareas de jardinería o ensayar nuevos platos de cocina.
Paradójicamente, estos pequeños regalos de tiempo libre la hicieron ver el lado oscuro del teletrabajo. "Mucha gente me cuenta que con el teletrabajo no logra poner límites", dice Schweingruber, de 53 años, directora de la Junta de Educación Científica de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina. "En las redes sociales alguien escribió: 'Esto no es trabajar desde casa, esto es vivir en el trabajo'. ¡Más cierto, imposible!", exclama.
Sin mucha experiencia ni relaciones laborales establecidas, los teletrabajadores más jóvenes parecen ser los que peor la están pasando. El 42% de los que tienen entre 18 y 49 dice que estos meses has sido laboralmente difíciles, en comparación con una quinta parte de los trabajadores de 50 años o más, según una encuesta de diciembre de Pew Research. Los empleados más jóvenes también suelen quejarse de no contar con un espacio adecuado para trabajar desde casa y dicen que tener que automotivarse les ha dado pobres resultados.
Brianna McCullough, empleada de una empresa tecnológica y habitante de San José, California, cree que a largo plazo la tendencia hacia el teletrabajo puede ayudar a reorganizar los escalones de la jerarquía corporativa. Para empezar, podría hacer que las internas de oficina o vivir cerca del trabajo sea mucho menos importante para el crecimiento profesional. Pero McCullough tiene 27 años y dice que trabajar a tiempo completo desde su casa sería lo peor. "Me parece que uno siempre se retroalimenta de la energía de los demás", dice. "En casa, a veces la motivación falla o se agota demasiado rápido".
A Sarah Rosenthal, arquitecta de BW Architects, en Falls Church, Virginia, le encanta colocar su tablero de dibujo a apenas 20 centímetros del piso de su living y hacer estiramientos de yoga mientras su gata, Savina, zigzaguea suavemente entre sus brazos. Para no perder el optimismo y la creatividad, Sarah no olvida lo que le pasó a Isaac Newton, que a mediados del siglo XVII, durante la Gran Plaga de Londres, tuvo que refugiarse en una finca familiar y terminó descubriendo la ley de gravedad.
"Intento ser optimista y ver si se me cae alguna manzana", dice Rosenthal, de 28 años. De todos modos, cree que trabajar desde casa está afectando su desarrollo profesional. "La arquitectura es un proceso muy colaborativo, y siento que no estoy creciendo como lo haría en la oficina, cuando escuchaba a mi jefe tratar con los clientes o analizaba los proyectos de otras personas", dice.
Allie Micka lo entiende: actualmente todo es una complicación, hasta organizar una fiesta virtual con compañeros de trabajo distribuidos en diferentes zonas horarias. Micka imagina emocionada un regreso a la oficina que sería similar a su primer día de trabajo. "La gente me mira y dice: '¿Quién es esa chica nueva?' ", señala.
Para la profesora Hullman, la pandemia resultó ser inesperadamente renovadora."Antes me quedaba satisfecha con ir a la universidad, reunirme con mis estudiantes de doctorado y de alguna manera regalarles mi tiempo", dice. El trabajo y las preocupaciones de los demás solían estar antes que las suyas. Ahora, su creatividad fluye libremente, mientras que en la oficina, se abocaba básicamente a la redacción de textos académicos.
Desde su casa, Hullman se sumerge en la publicación de artículos de opinión y ensayos relacionados con su investigación: "Cómo representar y comunicar la incertidumbre en los datos". Algo particularmente oportuno. Ya sea prediciendo el curso de la pandemia de coronavirus o pronosticando quién ganaría las elecciones presidenciales, "la gente estaba más confiada de la que debería según los datos", dice. "Lo único que quiere la gente es una respuesta, y terminan redondeando todo".
Hullman tiene sentimientos ambiguos sobre lo que significará el regreso a la oficina. "¿Cómo será el trabajo?" se pregunta en voz alta. "En ese sentido, la incertidumbre es mucha, y no sabría como mitigarla". Extraña a sus alumnos pero al mismo tiempo quiere conservar su nueva libertad y creatividad, trabajando más seguido desde su casa. "Quiero creer que todo va a volver a la normalidad y que al mismo tiempo voy a tener opción de decidir".
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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