Algunos civiles de etnia rusa, en la región ucraniana de Donbás, empezaron a expresar su apoyo a la invasión iniciada por Valdimir Putin
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Las opiniones entre los residentes de Bajmut, una población en la primera línea de la región de Donbás, en el este de Ucrania, están cada vez más divididas, dejando a la luz un conflicto de lealtades.
A veces, aparece como un susurro. Más a menudo, se esconde tras eufemismos, encogimientos de hombros, y respuestas cuidadosamente ambivalentes. Aunque, de vez en cuando, se expresa un feroz sentimiento prorruso, como el sonido de una escopeta, en las verdes colinas de Donbás.
“Este es territorio ruso. Ucrania es el ocupante acá”, dice un hombre con overoles, parado junto a un grupo de trabajadores del municipio. Habían estado retirando malezas en Bajmut, una ciudad ucraniana actualmente dentro del alcance de las ondas sonoras de la artillería rusa.
Y el hombre no era el único expresando su desprecio por la integridad territorial de Ucrania. Junto a él, Yelena, de 65 años, simplemente manifestaba sus posiciones en términos más ambiguos. “Yo personalmente no conozco a Putin, así que no puedo decir qué pienso de él. Pero no veo a Rusia como el enemigo. Todos vivíamos juntos bajo la Unión Soviética. Así que veremos qué pasa si Rusia ocupa la población”, explica.
Ucranianos étnicamente rusos
La noción de que Ucrania se mantiene indiscutiblemente unida en su oposición a la invasión rusa puede ser cierta para la mayoría del país. Pero aquí en el Donbás, hay una amplia minoría étnica rusa, una dolorosa historia de 8 años de conflicto separatista contra milicias apoyadas por Rusia y, particularmente para una generación mayor, una poderosa nostalgia por la Unión Soviética.
El resultado es un conflicto de lealtades cada vez más tenso, en el que al menos algunos de los residentes de Bajmut -un paso clave para aquellas personas que escapan de la región de Luhansk, más al este-, apoyan abiertamente la última invasión rusa.
“Putin es un hombre inteligente, un hombre inteligente de la KGB (el servicio de inteligencia de la desaparecida URSS)”, dijo una ingeniera retirada de 80 años mientras se sentaba en la cocina de una cafetería local pelando papas. En el caso de que los rusos se tomaran la población, no “me haría ninguna diferencia”, susurró, antes de quedarse en silencio cuando una de sus colegas entró en la cocina.
“Soy una creación de la Unión Soviética. Todos vivíamos juntos en esos días y tengo familiares en todas partes. No te diré lo que pienso de Putin”, dijo otra mujer étnicamente rusa, parte del grupo de trabajo que se preparaba para plantar hileras de árboles jóvenes a la entrada de Bajmut.
¿Comentarios inofensivos?
Algunos ucranianos en esta área han desestimado estos comentarios prorrusos, tildándolos de quejas inofensivas de una generación fuera de contacto con la actualidad, de un puñado de pensionados mayores quienes se rehúsan abandonar sus casas y cuyas opiniones parecieran tener muy pocas probabilidades de tener un impacto real en el desarrollo de esta guerra.
Pero en otras partes de Ucrania recientemente liberadas de la ocupación ucraniana, hay evidencia de que algunos colaboradores pudieron haber asistido de manera activa a las tropas del Kremlin. Y hoy, en ciudades de primera línea como Bajmut, hay preocupaciones de que el sentimiento prorruso podría presentar un verdadero riesgo, particularmente si lo comparten oficiales de las administraciones locales.
“Esta gente está tratando de tenerlo todo, ganen o pierdan”, dijo un empresario local, Dmytro Kononets, describiendo lo que asegura es la actitud de ciertas figuras en la municipalidad. Comparó los comentarios públicos relativamente discretos del alcalde de la ciudad, Reva Oleksiy, con el tono fuertemente desafiante de muchos de los gobernadores regionales y funcionarios públicos más jóvenes de Ucrania, y preguntó por qué el municipio estaba ocupado empleando a personas para retirar malezas cuando podían estar cavando trincheras.
“Obviamente, en realidad no quieren evitar que Rusia se apodere de la ciudad. Es como si estuvieran fingiendo. Es simplemente ridículo”, dijo Kononets, y agregó que conocía a muchos residentes que recibían todas sus noticias de la televisión rusa y se creían “esas tonterías”.
“Parte de la lucha”
Pero partidarios del municipio dijeron que tales sospechas estaban fuera de lugar. Defienden la campaña de embellecimiento que se está llevando a cabo en las calles de la ciudad como una muestra inspiradora y desafiante de normalidad frente a la agresión rusa. “Esta es nuestra forma de resistencia”, nos dijo uno de los trabajadores.
“El alcalde es firmemente proucraniano, sin duda”, dijo un concejal que, sin embargo, pidió que no publicáramos su nombre. El propio alcalde se negó a dar una entrevista. Ha ocupado el mismo cargo durante más de 30 años. Su adjunto, Maxim Sutkovyi, rechazó las sugerencias de que el alcalde podría ser algo menos que leal a Ucrania como una acusación “por debajo del desprecio”.
“Bajmut es parte de Ucrania. Nuestro trabajo es proteger el día a día aquí, seguir haciendo nuestro trabajo y no colapsar en la histeria. Sin duda hay colaboradores aquí, pero es una responsabilidad de los servicios de seguridad erradicarlos”, dijo Sutkovyi. Si bien la mayoría de las familias en Bajmut ya se fueron de la ciudad, siguiendo el consejo oficial, hay muchos voluntarios locales, uniformados, que se quedaron para luchar contra cualquier ataque ruso.
“Defenderemos este lugar hasta la muerte”, dijo un agricultor, Slava, que se unió a la guardia local y estaba ocupado cargando suministros en su automóvil para llevárselos a sus colegas que se encargaban de las trincheras en las afueras de la ciudad.
“Traidores”
Pero mientras las sirenas de ataque aéreo suenan por toda la ciudad, las fuerzas rusas listas para tomar el control total de Popasna, a 30 km al este (los rusos también avanzan desde el norte y el sureste), no sorprende que las viejas sospechas y nuevas tensiones están surgiendo aquí. “El karma los alcanzará rápidamente”, dijo Svetlana Kravchenko, de 57 años, sobre cualquier persona que haya apoyado la ofensiva rusa en Bajmut.
Ella ayuda a administrar una pequeña organización benéfica que recolecta alimentos y otros suministros para distribuirlos a los soldados de la ciudad y a los civiles mayores de las aldeas circundantes. Su oficina en el sótano también alberga una iglesia ortodoxa ucraniana, donde ella y otros oran a diario. La mayoría de las iglesias más tradicionales de Bajmut todavía están vinculadas oficialmente a la Iglesia ortodoxa rusa, cuyos líderes respaldaron públicamente la invasión del presidente Putin.
“Cada uno toma su propia decisión. Y tendrán que responder por eso. Tal vez algunas personas aquí quieran rendirse [a los rusos]. Pero cuando termine este conflicto, cuando cesen los bombardeos y los disparos, los traidores serán castigados, ya sea en este mundo o en el próximo”, dijo Kravchenko.
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