No solo tiene tensiones con Milei: ejercer el liderazgo regional se volvió más difícil de lo esperado para Lula
El presidente de Brasil encuentra problemas para llevar adelante la unión latinoamericana, en parte por discrepancias con los líderes regionales, incluso de la izquierda
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“Brasil está de vuelta”, aseguraba el presidente Luiz Inacio Lula da Silva en la cumbre climática COP27 en noviembre de 2022 frente a una multitud que vitoreaba el regreso de un líder político que había logrado tomar las riendas de una agenda regional y que prometía repetir nuevamente su hazaña de ser la cabeza de la integración latinoamericana en este tercer mandato. Más de un año después, el mandatario batalla por lograr revivir la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y aunque define a este proceso como “lento y firme”, sus vínculos con los líderes políticos tanto de la derecha como de la izquierda implican una dificultad.
“A diferencia del escenario de sus dos primeros mandatos, hoy el presidente se enfrenta a una izquierda dividida entre gobiernos democráticos progresistas y regímenes autoritarios, como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Mientras tanto, la extrema derecha más organizada está ganando fuerza en todo el mundo, un escenario que se ha convertido en un problema central para el Palacio do Planalto”, indicó un artículo de O Globo.
El más reciente choque se produjo este miércoles después de que Lula expusiera las tensiones con el presidente de Argentina, Javier Milei, quien “dice muchas tonterías” y con quien no planea entablar un diálogo hasta que no se haya disculpado, indicó el mandatario brasileño en una entrevista.
Si bien el mandatario brasileño no especificó a qué declaraciones se refería, su homólogo argentino, que mantiene una estrecha relación de amistad con el expresidente Jair Bolsonaro, calificó al brasileño de “corrupto” y “comunista” durante la campaña electoral en diciembre pasado, declaraciones por las que Milei no tiene que “arrepentirse”, señaló hoy el vocero Manuel Adorni.
“Solo quiero que se disculpe. La Argentina es un país que me gusta mucho, es un país muy importante para Brasil, Brasil es muy importante para la Argentina, y no es un presidente de la república el que va a crear una grieta entre Brasil y la Argentina. El pueblo argentino y el brasileño son más grandes que los presidentes”, agregó. “Si el presidente de la Argentina gobierna la Argentina, ya está bien, que no intente gobernar el mundo”.
Las asperezas entre ambos mandatarios son evidentes no solo en lo discurso. Durante la cumbre del G-7, su primera agenda internacional compartida, mantuvieron una discreta distancia y no tuvieron una audiencia personal entre ellos.
Si bien el gobierno de Milei “es el principal reto que va a tener [Lula en los próximos años, porque coinciden en muy pocos puntos”, para Paulo Velasco, profesor de política internacional en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), “al propio PT le está costando mucho acostumbrarse a lo que es la nueva izquierda en Latinoamérica”, dijo en declaraciones a la BBC.
Uno de los primeros choques llegó el año pasado en el foro llamado Consenso de Brasilia, una cumbre que reunión a una docena de presidentes de los países sudamericanos, a excepción de Perú, con el fin de reactivar el diálogo regional. Pero el encuentro se vio afectado por el desacuerdo sobre la presencia del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Declaraciones de Lula despertaron fuertes críticas después de que expresara que se construyó una “narrativa contra Venezuela, de la antidemocracia, de autoritarismo”.
El izquierdista Gabriel Boric, junto al uruguayo Luis Lacalle Pou, no dudó en cuestionar las afirmaciones de su par ideológico, en un cruce sorpresivo. “Manifesté respetuosamente que tenía una discrepancia con lo que señaló el presidente Lula (...) en el sentido que la situación de derechos humanos en Venezuela era una construcción narrativa. No lo es; es una realidad, es seria y he tenido la oportunidad de verla en los ojos y dolor de cientos de miles de venezolanos que hoy día están en nuestra patria”, zanjó el mandatario chileno.
Las divergencias entre los homólogos izquierdistas también estuvieron presentes en torno a la guerra en Ucrania, en donde Lula condena el apoyo militar a los aliados de Kiev y Boric habla de una “inaceptable guerra de agresión imperial” de Rusia y exige una condena más enérgica de América Latina contra la invasión de Vladimir Putin. Tras una cumbre entre la Unión Europea y la Celac el año pasado en donde se trató esta cuestión, Lula calificó a Boric de ser “un joven sediento y apresurado” y remarcó su inexperiencia en grandes encuentros internacionales.
Lula planeaba realizar su primer viaje a Chile en mayo para incentivar a su par chileno a convocar una reunión con los líderes regionales y promover que América del Sur “actúe como bloque”. Finalmente la visita se pospuso por las inundaciones históricas en Porto Alegre.
“Sospecho que hay demasiada mala sangre entre los líderes sudamericanos en este momento para una cumbre productiva, o tal vez cualquier cumbre”, opinó al respecto el analista político de América Latina Brian Winter, vicepresidente de Política del Consejo de las Américas.
Los mandatarios de Chile y Brasil sí coincidieron, en parte, en la cuestión frente a la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamas. El gobierno de Chile respaldó el pedido de Sudáfrica en La Haya ante la Corte Internacional de Justicia para denunciar a Israel por genocidio y llamó a consultas a su embajador tras el bombardeo contra un campo de refugiados en la Franja de Gaza. Lula, declarado persona non grata en Israel, fue más allá y retiró a su embajador en ese país, después de igualar a los bombardeos israelíes en el enclave palestino con los crímenes de guerra nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Por esta última declaración Lula recibió el apoyo de sus aliados más cercanos en la región: Venezuela, Colombia y Bolivia. Los gobiernos de Maduro, Gustavo Petro, y Luis Arce coincidieron con el brasileño y respaldaron el hecho de que el premier israelí, Benjamin Netanyhu, está llevando adelante un “genocidio” y una “barbarie”.
El mandatario colombiano mantiene una estrecha relación con Lula, con quien se reunió en Bogotá en abril para discutir la integración latinoamericana, la situación de Haití, y los próximos comicios de Venezuela, una cuestión que divide las aguas en la región. Petro y Lula propusieron que se realice un plebiscito para llegar a un “pacto democrático” entre el gobierno de Maduro y la oposición venezolana, en simultáneo con los comicios del 28 de julio, para asegurar que el perdedor de las elecciones tenga “certeza y seguridad sobre su vida y garantías políticas”.
Recientemente, Lula pudo confirmar un inesperado aliado: el presidente de Ecuador, Daniel Noboa. El mandatario ecuatoriano sorprendió en una entrevista con la revista The New Yorker al anunciar que se identificaba con su par brasileño y que “lo había impresionado con su astucia política y su capacidad para impulsar su agenda”.
Agencias AFP y Reuters
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