“No ser hostiles al mundo”: el papa Francisco cerró su gira por el corazón de Europa con una misa multitudinaria
El pontífice llamó una vez más a la apertura, la integración, el no al aislamiento y dar la espalda a la hostilidad en el mundo
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BRATISLAVA.- El papa Francisco cerró hoy su gira por el corazón de Europa -y el primer viaje después de su operación al colon- con una masiva misa en la explanada del santuario mariano nacional de Sastin, que queda, como Luján, a unos 70 kilómetros de esta capital. De allí, ante más de 60.000 fieles, volvió a lanzar un enésimo llamado a esta zona del Viejo Continente de profundas raíces cristianas, pero conocida por su rechazo a los inmigrantes, a la apertura, al diálogo y a la solidaridad con quienes sufren. Volvió a pedir a la Iglesia católica, aquí mayoritaria y conocida por su conservadurismo, a no ser “estática”, sino a caminar, siempre y salir de sí misma. “¡Por favor, estén en el camino, siempre! Cuando la Iglesia se detiene se enferma. Cuando los obispos se detienen, enferman a la Iglesia y cuando los sacerdotes se detienen, enferman al pueblo de Dios”, disparó, saliéndose del texto preparado de una homilía interrumpida varias veces por los aplausos.
En un día feriado en Eslovaquia al celebrarse el 15 de septiembre la fiesta de la Virgen de los Siete Dolores, patrona del país, cuando también se organiza un peregrinaje nacional y luego de haberse detenido a rezar en la Basílica del santuario mariano más visitado del país junto a los obispos, el Papa llegó a la explanada en papamóvil pasadas las nueve de la mañana. Entonces, recibió otra calurosa -aunque tímida- bienvenida de la multitud que, por motivos de seguridad, se vio obligada a llegar al alba. Había eslovacos del interior, pero también fieles de países vecinos, Hungría, Polonia y Ucrania, que después de haber sufrido frío en la madrugada, gracias a otra jornada de cielo radiante, debieron protegerse con paraguas del sol. Como en todas las celebraciones de esta gira, reinaba un clima de gran recogimiento, mucho silencio y a la hora del sermón, la multitud leía con atención la traducción de las palabras de “Frantisek” en las pantallas gigantes diseminadas por el lugar.
“No se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida. Jesús es signo de contradicción”, dijo el Papa en su sermón, que giró en la figura de la Virgen María, modelo de una fe en camino, profética y compasiva. “María se puso en camino: a la comodidad de la rutina prefirió las incertidumbres del viaje; a la estabilidad de su casa, el cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro”, explicó.
Y aseguró que también Eslovaquia necesita hoy de su fe profética, como Jesús. “No se trata de ser hostiles al mundo, sino ‘signos de contradicción’ en el mundo. Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales y colectivos predominan con frecuencia, que protegen y cuidan la vida donde reinan la lógica de la muerte”, sentenció.
“Mirando a la Virgen Dolorosa -cuya imagen dominaba el altar levantado en medio del campo-, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en los abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad”, agregó.
En primera fila lo escuchaba la presidenta Zuzana Caputova, joven exabogada defensora del ambiente y anticorrupción, de visión abierta, que impulsó este viaje papal a un pequeño país que, junto a Hungría, Polonia y República Checa, es miembro del Grupo de Visegrado, que rechaza la redistribución de refugiados dentro de Europa. No por nada Francisco insistió con el tema de la apertura, la integración, el no al aislamiento y a la hostilidad al mundo, que dominó esta gira que comenzó el domingo pasado en Budapest, donde clausuró Congreso Eucarístico Internacional, cuando también se reunió brevemente con el premier húngaro, Viktor Orban, político soberanista que está en sus antípodas en la prioritaria cuestión de los migrantes.
Doy gracias a Dios por haberme permitido realizar este #ViajeApostólico. Deseo expresar mi gratitud a cuantos han colaborado de diversos modos, especialmente con la oración. Los llevo a todos en el corazón.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) September 15, 2021
Habrá que ver si las palabras del Papa, que pasado el mediodía regresó a Roma con un vuelo de Alitalia -el último porque la compañía desaparece y nace ITA-, calan en esta tierra. “Personalmente, espero que esta visita, que fue un éxito total ya que pudimos conocer de cerca a este increíble, cercano, humilde y espontáneo papa argentino, inspire a la gente a ser menos egoísta, a que se preocupe por quienes están en los márgenes, porque acá en Eslovaquia somos muy cerrados y la Iglesia es bastante conservadora... Él nos hizo ver que es posible otro enfoque”, comentó a LA NACION Lenka Vatrtová, periodista del Diario Católico.
En este marco, pareció significativo que, en el discurso de agradecimiento al Papa que pronunció, al final de la misa, el presidente de la Conferencia Espiscopal eslovaca y arzobispo de Bratislava, monseñor Stanislav Zvolensk, mencionó a todos los grupos de visitados, pero se olvidó de los gitanos.
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