No se puede confiar en Netanyahu: puede convertir Israel en autocracias como las de Hungría y Turquía
El líder del principal aliado de EE.UU. en Medio Oriente se convirtió en una figura irracional y un peligro para los intereses norteamericanos en la región
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NUEVA YORK.- Gracias al cielo, la sociedad civil de Israel forzó al primer ministro Benjamin Netanyahu a frenar, al menos por ahora, su intento de controlar la Justicia de su país y gobernarlo básicamente a su antojo. Pero todo este asunto dejó expuesta una nueva e inquietante realidad que enfrenta Estados Unidos: por primera vez, el líder de Israel es una figura irracional y un peligro, no solo para los israelíes, sino también para importantes intereses y valores norteamericanos.
La situación exige una inmediata revaluación, tanto de parte del presidente Joe Biden como de los grupos de lobby pro-Israel que hay en Estados Unidos. El mensaje de Netanyahu a todos ellos había sido básicamente este: “Quédense tranquilos y confíen en el proceso, que Israel es una democracia sana”, mientras por lo bajo les decía: “Y no se preocupen por los religiosos extremistas y los supremacistas judíos que llevé conmigo al poder para bloquear mi juicio por corrupción. Mantendré a Israel dentro de los límites tradicionales de su política interna y externa. ¡Soy yo, el viejo amigo Bibi!”.
Quisieron confiar en él, y así les fue: todo resultó mentira.
Porque para muchos de nosotros quedó claro desde el día uno que el gobierno de Tel Aviv llegaría a extremos de temeridad nunca vistos.
Y que sin verdaderas barreras de control, arrastraría a Estados Unidos y a los judíos del mundo a cruzar líneas rojas que nunca pensaron cruzar, con la posible desestabilización de Jordania y los Acuerdos de Abraham de 2020, cancelando la esperanza de una solución “de dos Estados” y llevando a Israel al borde de una guerra civil en vísperas del 75º aniversario de su fundación.
Eso ocurre porque la clave para que el gobierno pueda aplicar su agenda radicalizada siempre fue lograr controlar primeramente la Corte Suprema de Israel –único freno legítimo independiente a las ambiciones de poder de Netanyahu y sus aliados extremistas– a través de un proceso disfrazado de “reforma judicial”.
Con la Justicia de rodillas, el gobierno de Israel se parecería más a autocracias electivas, como Hungría y Turquía, que al Israel que el mundo siempre conoció. Y el control de la Justicia ha sido la prioridad número uno, por encima de cualquier otra, del gobierno de Netanyahu y sus aliados, que ha llevado al país al borde de una “guerra civil”, según admitió Netanyahu con esas mismas palabras en su discurso a la nación del lunes por la noche.
Frente a la perspectiva de una guerra civil –después de un fin de semana de rebelión sin precedente de una muestra muy representativa de la sociedad israelí, sus Fuerzas Armadas y hasta algunos miembros de su propio partido–, Netanyahu ofreció dejar en suspenso su intento de obtener la “suma del poder” y dio un mes de plazo para negociar un acuerdo con la oposición.
Impredecible
Veremos qué pasa, pero una cosa ya está clara: Netanyahu se ha convertido en la definición de lo que es un actor irracional de las relaciones internacionales, alguien cuyo comportamiento ya no se puede predecir y en cuyas palabras Biden no debería confiar. Para empezar, Estados Unidos debe asegurarse de que Netanyahu no utilice armas de fabricación norteamericana para participar en ningún tipo de guerra no forzada con Irán o Hezbollah sin el respaldo total e independiente del alto mando militar de Israel, que se ha opuesto a su intento de golpe contra la Justicia.
¿Por qué insisto en que Netanyahu se ha convertido en un actor irracional y un peligro para nuestros intereses y valores? Es una pregunta que se responde con otra pregunta: ¿qué otra cosa puede decirse de un primer ministro de Israel y su hijo, que después de 50 años de recibir decenas de miles de millones de dólares en asistencia económica y militar de parte de Estados Unidos se ponen a esparcir la mentira de que Washington está detrás de las masivas manifestaciones del fin de semana, porque no podría tratarse de una auténtica protesta espontánea y popular? Según ellos, solo sería posible con financiamiento norteamericano.
No es un invento mío.
Pero esa no es la única señal de la creciente irracionalidad de Netanyahu, y va otra pregunta: ¿qué primer ministro israelí que fuera alguien racional se arriesgaría a fracturar a sus Fuerzas Armadas, que es lo que viene haciendo Netanyahu con este intento de control del Poder Judicial, justo cuando nos enteramos de que Irán ya está en condiciones de producir suficiente material fisible para fabricar una bomba nuclear en menos de dos semanas y sigue acumulando logros diplomáticos con los aliados de Israel entre los países árabes?
Hace poco más de una semana, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, un líder militar muy respetado que comenzó su carrera en el comando naval, le planteó una opción al primer ministro: o dejaba en suspenso su intento de golpe judicial sin diálogo a nivel nacional o seguía adelante con sus planes, pero con un ministro de Defensa renunciante y grandes segmentos de los reservistas del Ejército y la Fuerza Aérea negándose a prestar servicio.
Poco después, en una jugada notable, Netanyahu despidió a Gallant. Como lo expresó Amos Harel, corresponsal castrense del diario israelí Haaretz: “Es difícil pensar en un alto funcionario de Defensa que no se haya consternado profundamente por la decisión de Netanyahu. El domingo a la noche, los actuales y exoficiales de las Fuerzas de Defensa discutían si no era necesaria una renuncia masiva de generales de división y generales de brigada para frenar esa locura”.
Pensemos también esto: ¿qué primer ministro de Israel que fuera racional pondría en peligro uno de los mayores logros de la diplomacia estadounidense e israelí en Medio Oriente, los Acuerdos de Abraham, para impulsar la toma del poder judicial, y daría vía libre a los supremacistas judíos y fanáticos nacionalistas que integran su gabinete?
Extremistas
Me refiero a personas como el ministro de Finanzas de Netanyahu, Bezalel Smotrich, “que la semana pasada dio un discurso en París frente a un mapa que incluía a Jordania y Cisjordania ocupadas como parte de Israel, y dijo que el pueblo palestino ‘es un invento’”, tal como informó el sitio de noticias Axios.
Sus palabras espantaron por completo a los Emiratos Árabes Unidos y a Bahrein, por no hablar de Jordania, que es un pilar fundamental de la estrategia estadounidense para Medio Oriente. Si Netanyahu y sus adláteres desestabilizan Jordania, sembrarán vientos y cosecharán tempestades.
Finalmente, es hora de que el gobierno de Estados Unidos, el Congreso norteamericano y los líderes y lobbistas judíos estadounidenses, que con frecuencia le han facilitado demasiado las cosas a Netanyahu, dejen en claro de manera inequívoca que acompañan las marchas de todos esos israelíes, desde el Ejército, la comunidad tecnológica, las universidades, las comunidades religiosas tradicionales, los médicos, las enfermeras, los pilotos de la Fuerza Aérea, los banqueros, los sindicatos, y hasta los habitantes de los asentamientos, que la semana pasada ganaron las calles para garantizar que el 75º aniversario de la democracia israelí no sea el último.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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