“No puedo creer que llegamos al primer cumpleaños de Kfir sin saber nada de él”, dice la tía del bebé argentino secuestrado por Hamas
En una entrevista su tía, Yifat Zeiler no ocultó su desesperación y contó cómo fue el triste “festejo” en el jardín de infantes al que iba el niño que este jueves cumplirá un año
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ROMA.- “Todavía no caí, no asumí lo que pasó, que la vida cambió completamente. Y no puedo creer que ya pasaron más de 100 días y llegamos al 18 de enero, el día del primer cumpleaños de Kfir, sin que sepamos nada de él, ni de su hermanito Ariel ni de mi prima Shiri y de su marido, Yarden. No sé si todavía están vivos, pero el mundo no se puede olvidar de un bebé que los terroristas sacaron de su cama el 7 de octubre, cuando también asesinaron salvajemente a sus abuelos, mis tíos, y que todavía no volvió. Este bebé no tiene nada que ver con el juego político en curso y si hablamos del futuro, este bebé, Kfir, es el futuro… Los bebés de acá, los bebés de todos lados, son el futuro”.
Yifat Zailer habla español con la voz entrecortada, tratando de no quebrarse. Arquitecta de 37 años, madre de dos bebés de 10 meses y 2 años y prima de la argentino-israelí Shiri Bibas, admite en un zoom con LA NACION que nunca se imaginó que iba a pasar el primer cumpleaños de su sobrino Kfir así de desesperada, confundida, sin respuestas y con una vida totalmente trastocada. Desde el 7 de octubre, dejó su trabajo y se encuentra abocada a luchar para intentar traer de vuelta a casa a sus familiares. Aunque el grupo terrorista Hamas el 29 de noviembre pasado anunció que Kfir, Ariel y su mamá habían muerto en bombardeos israelíes, el ejército israelí dijo que nunca pudo verificar esa información ni encontrar pruebas, destaca.
En estos días, el primer cumpleaños de Kfir, ese bebe pellirojo que conmovió al mundo, para ella es una puñalada. Pero también, una ocasión para volver a reclamar su liberación -como sucederá este miércoles a las 18 en una concentración en el Parque Centenario de Buenos Aires- y volver a poner sobre el tapete el drama de los más de 130 rehenes aún en manos de Hamas y en Gaza, debajo de una lluvia de bombas y misiles.
“Celebrar es una palabra entre comillas”, dice Yifat, al contar que el martes se acercaron al kibutz Nir Oz, pegado a la Franja de Gaza, donde vivía Kfir, periodistas y familiares para participar de un “cumpleaños” en el jardín de infantes al que iba. “Ahí, en el jardín, está la cama de él con el nombre y estuvieron todos los niños y los padres que se salvaron del ataque al kibutz, hubo torta y todo”, cuenta. “Fue como una fiesta, pero yo no pude ir, me cuesta demasiado. Para mí, personalmente, es muy difícil. Pienso que el mensaje que tiene que salir de la familia no es que estamos tristes y que hacemos una fiesta sin él, sino que debe ser un grito: ¡¿dónde está?! ¿Cómo puede ser que ya pasaron 103 días y todavía no sabemos nada de él? Y que es una tragedia que lleguemos al cumpleaños sin él en casa”, afirma.
The saddest birthday in the world.
— Fania Oz-Salzberger 🇮🇱⚖️ פניה עוז-זלצברגר (@faniaoz) January 17, 2024
Kfir Bibas, if alive, is one year old.
Any good soul demanding a ceasefire without the return of all the Israeli hostages who were not yet murdered, is not a good soul. They are either a terror supporter or, to put it gently, very absentminded. pic.twitter.com/QYcVs1Ofzh
Sobrina del argentino José Luis Silberman -padre de Shiri y abuelo de Kfir, que murió carbonizado junto a su mujer Margit en su casa de Nir Oz ese mismo 7 de octubre-, Yifat nunca pudo volver a ese lugar, que fue uno de los escenarios del horror. “Todavía no fui a Nir Oz, para mí es demasiado difícil, tengo tantos buenos recuerdos, de fiestas, de sábados, de tiempos que estuve allá con mis abuelos, con mis padres, recuerdos de infancia y más recientes, con mis bebés y los de Shiri… No logro desconectar y todavía no caí porque estamos tan ocupados en luchar, en contar la historia, en pensar en qué podemos hacer para ayudarlos, que todavía no asumí lo que pasó. Me cuesta mucho. No puedo estar frente a una torta, pienso en mi tío, que fue un abuelo maravilloso, pellirojo como mis sobrinos Kfir y Ariel y en una familia que ya no está”.
Tras cumplirse 100 días de la masacre del 7 de octubre y de una guerra cada vez más expandida a nivel regional y peligrosa, que nadie sabe cuándo terminará, Yifat reconoce que tiene muchas preguntas “filosóficas y políticas” sin respuestas y que se siente sola. Abandonada por el gobierno de Benjamin Netanyahu -al que critica sin pelos en la lengua-, y también por la comunidad internacional, “que ya no habla de lo que pasó acá, sino que considera más grave lo que pasó del otro lado”, denuncia, aludiendo a los más de 24.000 muertos en Gaza, según fuentes sanitarias locales, la mayoría mujeres y niños.
Al cumple de 1 año vamos todas/os.
— DAIA (@DAIAArgentina) January 16, 2024
Nos reunimos el 17 de enero a las 18 horas en el Parque Centenario (acceso por Patricias Argentinas 900).
#LiberenATodosLosSecuestrados #LiberenlosYA pic.twitter.com/a6asL7z91Q
“No pienso que la guerra vaya a solucionar esto, creo que no es justo, que debe solucionarse de otra forma, que son incompatibles los objetivos de Netanyahu de destruir a Hamas -algo que podría llegar a tardar uno o dos años- y liberar a los rehenes. En Israel estamos todos muy heridos, estamos mal, nadie quiere vivir así”, critica.
Reclamo
Yifat no puede olvidar que creció en una familia pacifista, que cree en la paz, en vivir juntos. “Pero cuando escucho voces que dicen ‘desde el río al mar’, que un bebé cautivo no justifica la muerte de miles de bebés, se me hace todo muy difícil. Yo sólo quiero a mi familia de vuelta, quiero vivir acá, y vivir sin miedo de entrar a mi casa y no ver a los niños. Nos sentimos como piezas de un juego que nos supera, que juegan Hamas, el gobierno israelí, Estados Unidos y al final, la gente común, normal, sufre mucho y estoy muy desesperada… No sé si voy a ver a mi familia, no sé si todavía están vivos”, solloza. “Vimos a Yarden (marido de Shiri y padre de Kfir y Ariel) hace más de un mes en un video tremendo y no sabemos nada de él desde ese video. Y anteayer sacaron otro video de tres rehenes y es como un juego, un reality, quién vive, quién murió”, agrega, espantada.
Aunque la televisión israelí no suele pasar los videos de rehenes que difunde Hamas, considerados parte de la guerra psicológica en curso, Yifat cree que “todos deberían verlos”. “Acá hay mucha gente que no entiende que se puede solucionar esto de otra manera y que los rehenes deben volver a sus casas”, protesta.
Con ese objetivo y para entender “qué pasa”, en los últimos tres meses se reunió con profesores, académicos, expertos en el mundo árabe y tuvo decenas de entrevistas con periodistas de todo el mundo. Hace dos semanas, incluso hizo junto a otros cuatro familiares de rehenes un viaje de 24 horas a Qatar, donde fue recibida por el primer ministro, Mohammed bin Abdulrahman bin Jassim Al-Thani.
Aunque también se lo acusa de haber enviado dinero a Hamas, Qatar es un país mediador que fue clave para la tregua que hubo en noviembre pasado, que permitió la liberación de casi la mitad de los rehenes, la mayoría mujeres y niños, a cambio de la liberación de prisioneros. “Como mediadores, en Qatar conocen a todos los rehenes, de nombre, de edad, dónde vivieron antes, están muy emocionalmente en esto desde el 7 de octubre y nos dieron tiempo, nos respetaron”, subraya.
Si bien es consciente de que es un juego complejo, un rompecabezas en el que jamás imaginó verse tan involucrada, Yifat no baja los brazos. “Hay que solucionar la situación en Gaza de una manera diferente y no podemos hacerlo solos, sino que el mundo también tiene que ayudar y debe entender que el movimiento terrorista Hamas es peligroso no sólo para nosotros. No sólo está en Gaza, está en Líbano, en Jordania, en toda Europa y es como ISIS… No quieren dos estados, quieren solo uno, sin nosotros. Yo sé que allá, en Gaza, la gente sufre mucho por la guerra, pero sufren también por Hamas… Y hay que seguir presionando acá, en casa, en Israel y en el mundo y, tal vez, los planetas se alinean y las cosas cambian”, se ilusiona. “Alguien tiene que decir basta”.
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