No perder la sonrisa, la estrategia de un Al-Assad cada vez más agresivo
Como lo hizo a lo largo de toda la guerra civil, el presidente intenta mostrarse en un clima de normalidad, pero quienes lo conocen dicen que endureció su postura en los últimos meses
BEIRUT.- A fines de la semana pasada, y pesar de enfrentar la amenaza directa de un ataque norteamericano, al presidente Bashar al-Assad se lo vio de lo más divertido: ante la delegación yemenita que visitaba su país, se burló de sus rivales de la región calificándolos de "medio-hombres" y hasta se permitió hacer chistes sobre el desbarajuste político en Egipto.
El clima en Damasco era tenso: silencio de cementerio en las calles, ciudadanos que acopiaban víveres, esposas e hijos de la élite despachados con diligencia al extranjero. Pero Al-Assad mantuvo las apariencias.
Esa ha sido su estrategia desde el inicio del conflicto, en marzo de 2011, y que tiene su correlato en las actividades públicas de su glamorosa esposa Asma: hacer como si nada, como si la cruenta guerra civil que está devastando al país ocurriese en otra parte. Asma al-Assad es flaca como un escarbadientes y hace poco tiempo hasta fue fotografiada luciendo una banda de fitness de última moda en su muñeca.
"No da la impresión de ser un hombre sediento de sangre o que está librando una guerra", dijo Talal Salman, editor del diario Al-Safir, de Beirut, alguna vez cercano al líder sirio, pero que se alejó tras la primera y sangrienta represión de las protestas pacíficas.
Pero detrás de ese barniz de normalidad, Al-Assad está cada vez más agresivo, afirma que no se detendrá hasta borrar a la oposición, y repite que está haciendo frente a un enemigo imperialista. Toda mención a una posible salida política negociada desapareció, al menos de su discurso público, y mientras tanto redobló su embestida militar para intentar recuperar territorio perdido.
Durante dos años y medio, el presidente jamás ha dudado de su versión de que la insurgencia es un complot extranjero y se niega a responsabilizarse o a mostrar remordimiento alguno por el baño de sangre que cubre a Siria: se sigue negando con contumacia a referirse al conflicto como guerra civil.
La cuenta de Instagram abierta por el palacio presidencial no para de difundir un constante flujo de imágenes cuidadosamente posadas del presidente y su esposa en sus actividades oficiales. En una de ellas, Bashar está disertando sobre desarrollo económico, por más que la economía esté virtualmente paralizada. En otra, a su esposa se la ve acalorada junto a un contenedor de alimentos por ser distribuidos entre las familias de los soldados caídos para la festividad de cierre del mes sagrado de Ramadán.
Algunos observadores notaron con entusiasmo que Asma, una ex banquera de inversiones que creció en Gran Bretaña, lucía en su muñeca derecha una Jawbone Up color turquesa, dispositivo de moda que cuesta unos 100 dólares y que lleva un registro de la dieta, el sueño y la rutina de ejercicio físico.
La guerra redujo las apariciones públicas no programadas de la pareja. El fuego de artillería alcanzó el exclusivo barrio de Malki, donde viven con sus tres hijos.
Lo cierto es que la guerra está en un punto muerto, y aunque recientemente las fuerzas del presidente se hayan alzado con un par de victorias, Al-Assad sólo gobierna sobre una fracción de Siria. Su violenta reacción ante la insurgencia hizo que el país pasara de ser una sociedad orgullosamente laica para hundirse en un conflicto, que es sobre todo sectario, entre la mayoría sunnita y la pequeña minoría alauita a la que pertenece Al-Assad y que es un oscuro desprendimiento del islamismo chiita.
"No tiene nada que perder", dijo un analista que vive en Damasco y que habló sin dar su nombre por temor a las represalias. "No puede ceder. Tiene que ir hasta el final".
El aparato de propaganda del estado le hincó el diente a la decisión del presidente Barack Obama de someter su propuesta de ataque militar a la aprobación del Congreso, y lo consideran una "histórica claudicación de Estados Unidos".
Si bien Al-Assad logró mantener un aspecto de calma, la amenaza de un ataque norteamericano espantó a muchos, en especial entre los seguidores del gobierno.
Ayman Abdul Nour, compañero de Al-Assad en la universidad y actual opositor, dijo que el presidente repite ante sus íntimos, incluido el entramado de familiares que siguen siendo sus principales consejeros, que son todos pavoneos de Occidente. Al-Assad argumenta que Washington no busca derrocarlo porque la principal alternativa, una oposición cada vez más islamista, es mucho peor a los ojos occidentales.
"Lo que Bashar le dijo a la élite gobernante es lo siguiente: que será un ataque cosmético, para cubrir las apariencias", dijo Abdul Nour en una entrevista telefónica desde Los Ángeles. "Están convencidos de eso."
"Está jugando igual que su padre, bordeando el abismo", dijo Abdul Nour. "Un centímetro puede ser la diferencia entre ganar o caerse."
Traducción de Jaime Arrambide
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