“No hay forma de salir”: los exsoldados afganos se esconden de los talibanes y pasan a la clandestinidad
Cada vez son más los informes que hablan de venganzas sumarias y letales no bien los militantes islamistas los encuentran
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NUEVA YORK.- Columnas de soldados afganos en vehículos blindados y camionetas atraviesan el desierto a toda velocidad para escapar a Irán. Arriba, en el cielo, los aviones afganos vuelan bajo hacia la seguridad de las montañas de Uzbekistán.
Durante las últimas semanas y a medida que los talibanes tomaban rápidamente el control de Afganistán, miles de miembros de las fuerzas armadas y de seguridad afganas lograron escapar a otros países. Muchos otros negociaron su rendición y volvieron a sus hogares, y algunos conservaron sus armas y se sumaron al bando vencedor.
Pero todo son parte de la repentina atomización de las fuerzas de seguridad nacionales en las que Estados Unidos y sus aliados gastaron miles de millones de dólares en apertrechar y entrenar para enfrentar al movimiento talibán, un esfuerzo de consolidación institucional que se desvaneció en cuestión de días.
Pero otras decenas de miles de soldados rasos, comandos y espías que pelearon hasta el final -contrariamente a lo que se decía en Washington, que las fuerzas afganas simplemente se rindieron- fueron dejados atrás y ahora están en la clandestinidad, escondidos o escapando de la cacería de los talibanes.
“No hay forma de salir”, le dijo por mensaje de texto Farid, un comando afgano, a un soldado norteamericano que luchó con él durante estos años. Farid no quiere dar su apellido y dice estar escondido en las montañas del este de Afganistán, donde quedó virtualmente atrapado cuando se rindieron las unidades del Ejército regular que estaban a su alrededor. “Rezo para que me rescaten.”
Ya han empezado a conocerse relatos de la persecución de los talibanes contra personas que creen que trabajaron para las fuerzas de Estados Unidos o la OTAN, y el cuadro de situación que pintan esas historias contrasta mucho con el rostro amable que tratan de mostrarle los extremistas al mundo.
Los talibanes amenazan con arrestar o castigar a los familiares si no encuentran en la casa a la persona que están buscando, según exfuncionarios afganos, un informe confidencial de Naciones Unidas, y veteranos norteamericanos que siguen en contacto con los afganos desesperados que fueron sus hermanos de armas. La mayoría de ellos habla bajo condición de anonimato para no exponer a sus amigos y seres queridos que siguen escondidos en Afganistán.
Los exfuncionarios dicen que los talibanes habían requisado los registros de los ministerios de Defensa y de Interior, y los cuarteles generales del servicio secreto afgano, de donde extrajeron la lista de agentes y funcionarios a perseguir. Y cada vez son más los informes que hablan de venganzas sumarias y letales no bien los encuentran.
En los papeles, las fuerzas militares y de seguridad afganas llegaban a 300.000 efectivos. Pero por la corrupción, las deserciones o las bajas, solo una sexta parte de ese número peleaba efectivamente contra los talibanes durante este año, según funcionarios norteamericanos.
Rendidos y fugados
Miles se rindieron ante el paso de los talibanes por el territorio, deponiendo las armas a cambio de la promesa de no ser castigados. Hasta el momento, los talibanes parecen haber cumplido esos acuerdos -una característica bélica típica en Afganistán-, y los combatientes parecen más enfocados en los 18.000 integrantes de comandos del Ejército, muchos de los cuales no se rindieron, y de agentes del servicio secreto del país, el Directorio Nacional de Seguridad (NDS)
Algunos de esos hombres se han refugiado en el valle de Panjshir, una estratégica franja al norte de Kabul donde hay un puñado de líderes afganos tratando de organizar la contrainsurgencia. Se dice que tienen entre 2000 y 2500 efectivos, pero esa cifra no ha podido ser confirmada.
Hace dos décadas, el líder de los muyahidines de Panjshiri, Ahmed Shah Massoud, logró conservar el valle resistiendo a los talibanes durante años. Más tarde, esa región les sirvió a los espías estadounidenses y a las fuerzas de operaciones especiales como plataforma de lanzamiento para la invasión que expulsó a los talibanes del poder en los meses posteriores al 11 de septiembre de 2001.
Pero esta vez los Panjshiris están desprovistos de armas pesadas, carecen de una línea de suministro a través de las fronteras del norte de Afganistán, y tampoco cuentan con apoyo internacional significativo o un líder unificador como Massoud. Incluso los afganos que apoyan el intento no le atribuyen demasiadas posibilidades de éxito.
Según funcionarios estadounidenses y exfuncionarios afganos, en el aeropuerto de Kabul hay varios cientos de agentes del NDS ayudando a los miles de soldados e infantes de marina estadounidenses que supervisan la evacuación de extranjeros y afganos. El acuerdo alcanzado con los estadounidenses es que los afganos serán los últimos en irse, sirviendo como reaseguro, antes de ser transportados en avión hacia la libertad. “Es una actitud heroica”, señala un funcionario estadounidense. “Y es quedarse corto”, completa otro.
Los agentes del NDS tienen buenas razones para temer. Sus unidades mataron a numerosos combatientes y comandantes talibanes, muertes que parecen ansiosos por vengar.
Las intempestivas visitas de los talibanes a las casas de altos funcionarios de inteligencia empezaron el mismo domingo, cuando se instalaron en Kabul. En la casa de Rahmatullah Nabil, un exjefe del NDS que abandonó el país en los últimos días, los talibanes llegaron con equipos electrónicos para inspeccionar la casa, según un exfuncionario afgano.
A principios de esta semana, en el departamento de otro funcionario antiterrorista afgano dejaron una carta que lo intimaba a presentarse ante la Comisión Militar y de Inteligencia en Kabul. La carta fue reproducida en el informe confidencial de las Naciones Unidas, aunque el nombre y el cargo del funcionario fueron suprimidos.
Los funcionarios antiterroristas eran responsables de supervisar a los comandos que perseguían a los líderes talibanes. La carta decía: “El Emirato Islámico de Afganistán lo considera una persona importante”. Y carta advertía que si el funcionario no se presentaba ante los talibanes tal como se le ordenaba, su familia sería detenida y castigada.
El documento fue proporcionado a las Naciones Unidas por el Centro Noruego de Análisis Globales, un grupo que proporciona información de inteligencia a las agencias de la organización mundial.
Según el documento, son muchos los relatos que hablan de listas de personas, con sus domicilios, que son buscadas por los talibanes para ser interrogadas y castigadas. El informe agrega que los talibanes van casa por casa “arrestando y/o amenazando con matar o arrestar a los familiares de las personas que buscan, a menos que se entreguen”.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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