No despega: el primer semestre de Bolsonaro, marcado por la decepción
RÍO DE JANEIRO.- Dueña de un salón de belleza, la carioca Luana Monteiro solo tenía certezas antes de las elecciones presidenciales del año pasado y las repetía a su clientela como mantras: el ultraderechista Jair Bolsonaro era el único capaz de cambiar la política brasileña, de limpiar el arraigado legado de corrupción que aumentó en los gobiernos del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), de retomar el crecimiento económico y de poner orden en Brasil después de los últimos turbulentos años.
Ahora, apenas seis meses después de la asunción al poder de Bolsonaro, a Monteiro, de 52 años, la agobian las dudas, pero se avergüenza de compartirlas en voz alta dentro de su local en el barrio de Botafogo, en la zona sur de Río de Janeiro.
"Trato de no hablar de política ahí porque me arrepiento de toda la confianza que puse en Bolsonaro y sé que mis clientas concuerdan en que las cosas no están yendo como esperábamos. Cada día me pregunto si no me dejé engañar por alguien que se aprovechó de mi frustración, mi bronca y mis miedos", confesó a LA NACION en la vereda, mientras fumaba un cigarrillo con ansiedad. "Temo pensar cómo acabará esto", agregó.
Como ella, miles de brasileños que respaldaron la candidatura de Bolsonaro hoy se sienten defraudados. Según la más reciente encuesta de Ibope, la aprobación de la gestión del nuevo mandatario cayó de 49% en enero a 32% en junio, mientras que la cifra de quienes la reprueban aumentó del 11% al 32%, y la de quienes la consideran regular subió del 26% también al 32%. Razones para tan rápida erosión de popularidad sobran.
Con su discurso de una supuesta "nueva política" (aunque pasó 28 años como diputado), Bolsonaro entró en choque directo con las fuerzas tradicionales del Congreso, donde su pequeño Partido Social Liberal (PSL) se ha demostrado totalmente ineficaz para generar consensos y construir una coalición estable.
Así, las dos principales propuestas legislativas del gobierno, una ambiciosa reforma previsional y un paquete de medidas contra la corrupción y la criminalidad, aún no han logrado ser aprobadas por la Cámara baja. Por su parte, el Senado ya derribó los polémicos decretos del presidente que pretendían flexibilizar la portación de armas de fuego.
"Con sus ataques a la 'vieja política' y su falta de habilidad articuladora, Bolsonaro desperdició el enorme capital político con que llegó. Estropeó la posibilidad de una luna de miel con el Congreso que a otros presidentes les permitió hacer avanzar sus agendas", explicó Paulo Calmon, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.
Dentro del Palacio del Planalto, las luchas internas también debilitaron al Ejecutivo y produjeron más inestabilidad. Los enfrentamientos más duros se dieron entre los ministros militares y el ala ideológica del gobierno, compuesta principalmente por el clan Bolsonaro -el mandatario y tres hijos políticos- y varios asesores claves, todos seguidores del filósofo ultraderechista Olavo de Carvalho.
Entre estas peleas y tempranas denuncias de supuesta corrupción en el financiamiento electoral del PSL, el primer semestre terminó con cuatro ministros fuera del gabinete.
Además, en las últimas semanas, la figura del "superministro" de Justicia Sergio Moro, exjuez estrella de la operación Lava Jato, se vio muy desgastada por las revelaciones de presuntas comunicaciones indebidas durante aquellas investigaciones anticorrupción entre los fiscales y el entonces magistrado.
Controversias
A todos estos incidentes, Bolsonaro respondió con fanfarronería, embates a través de su cuenta en Twitter y endilgándose la representación absoluta de la "voluntad popular". No paró de suscitar controversias con sus siempre sorprendentes opiniones transmitidas por las redes sociales -como fue el caso del video obsceno durante el Carnaval-, que solo contribuyen a exacerbar la polarización dentro de una lógica electoral y desviar la atención de los verdaderos problemas del país.
Mientras tanto, el escenario económico no da señales de mejora; todo lo contrario. El PBI se contrajo un 0,2% en el primer trimestre, el desempleo sigue por encima de 12% y las previsiones de crecimiento, que tras la victoria de Bolsonaro eran de 3% para este año, ya se desplomaron a un mísero 0,8% (inferior incluso al 1% de expansión que hubo en cada año de la administración-tapón del expresidente Michel Temer, que gobernó entre 2017 y 2018).
El único indicador positivo, esta última semana, fue que la demorada propuesta de reforma jubilatoria finalmente fue aprobada por la comisión especial de Cámara de Diputados.
Pero aún le queda un largo y extenuante camino por delante a este proyecto que los mercados consideran esencial para detener el creciente déficit fiscal de Brasil y abrir la posibilidad de un crecimiento significativo.
"Tanto a nivel político como económico, el desempeño del gobierno de Bolsonaro ha sido decepcionante frente a las grandes expectativas que se tenían. Los errores políticos del presidente incrementaron los desafíos económicos y encendieron nuevas alertas de inestabilidad", advirtió el analista Rafael Cortez, de la consultora Tendencias, en San Pablo.
De aquí para adelante, la gran esperanza del establishment brasileño y de los inversores internacionales es que -a pesar de la impericia del gobierno- la reforma previsional se apruebe tarde o temprano en el segundo semestre.
La incógnita que resta es si Bolsonaro habrá aprendido para entonces las lecciones de sus primeros seis meses en la presidencia de Brasil y agudizado su instinto de supervivencia o continuará con el comportamiento que ha tenido hasta ahora, profundizando su declive.
Un arranque dominado por los conflictos
Propuestas frenadas
El Partido Social Liberal (PSL) de Bolsonaro ha demostrado ser ineficaz para construir una coalición estable en el Congreso. Las dos principales propuestas legislativas del gobierno, una ambiciosa reforma previsional y un paquete de medidas contra la corrupción y la criminalidad, aún no han logrado ser aprobadas por la Cámara baja. El Senado ya derribó los polémicos decretos del presidente que pretendían flexibilizar la portación de armas de fuego.
Luchas internas
Las peleas internas debilitaron al Ejecutivo y produjeron más inestabilidad. Los enfrentamientos más duros se dieron entre los ministros militares y el ala ideológica del gobierno, compuesta principalmente por el clan Bolsonaro y varios asesores claves, todos seguidores del filósofo ultraderechista Olavo de Carvalho. Además, la figura del "superministro" de Justicia Sergio Moro, exjuez estrella del Lava Jato, se vio muy desgastada luego de que un portal denunciara que varios fiscales actuaron deliberada y hasta coordinadamente con Moro para perjudicar al expresidente Luiz Lula da Silva.
Embates
La actitud de Bolsonaro tampoco ayudó. El presidente respondió con fanfarronería, embates por Twitter y endilgándose la representación absoluta de la "voluntad popular". Suscitó controversias con sus opiniones en las redes sociales que contribuyeron a exacerbar la polarización y desviar la atención de los verdaderos problemas.
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