Ni primera ni segunda ola: los países que siguen teniendo éxito en el manejo de la pandemia
Vietnam, Nueva Zelanda, Tailandia, Noruega, Finlandia y Australia son algunos casos que lograron controlar la propagación del coronavirus en su territorio
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Ni primera ni segunda ni tercera ola. Un reducido grupo de países ha logrado sortear todos los proyectiles con los que ha embestido la pandemia de coronavirus, al menos hasta ahora. Nueva Zelanda, Vietnam, Tailandia, Laos, Camboya, Australia, Noruega y Finlandia son algunos ejemplos. ¿Una gestión efectiva? ¿Buena suerte? Un acercamiento a algunas de las estrategias adoptadas por estas naciones permitirá una mejor apreciación de su éxito.
Vietnam: “se espera que las personas delaten a sus vecinos si sospechan que han hecho algo malo”
Vietnam comparte una frontera de 1297 kilómetros con China y reportó su primer caso de coronavirus el 23 de enero de 2020. Aún así, el país, dependiente del turismo y con una población de 97,3 millones de habitantes, ha registrado unas de las cifras más bajas de infecciones (2420) y muertes (35) a causa de la Covid-19 en todo el mundo.
El éxito de Vietnam, según Park Kidong, representante de la OMS en aquel país, se atribuye mayormente a tres elementos: la activación temprana de respuesta, el agresivo rastreo de contactos y la inversión en salud en tiempos pacíficos. Con respecto al primer punto, el país cerró sus escuelas e implementó restricciones de viaje en febrero, cuando los únicos casos de Covid-19 eran escasos e importados. El 31 de marzo se decretó un confinamiento nacional de 30 días para aplanar la curva y las restricciones de movimiento posteriores se dirigieron a ciudades y provincias de alta incidencia, y durante períodos de tiempo cortos. A esto se sumó el lanzamiento por parte del gobierno de una campaña de comunicación clara y contundente sobre los peligros de la enfermedad.
En cuanto al rastreo de contactos, la estrategia de Vietnam se destacó por ser excepcionalmente completa: se basó en seguir los grados de contacto desde F0 (la persona infectada) hasta F1 (aquellos que tuvieron contacto cercano con F0), F2 (contacto cercano con F1), y así hasta F5. Más significativamente, el gobierno lanzó tempranamente Ncovi, una aplicación móvil para rastrear la propagación del virus utilizando datos de GPS. Pero posiblemente nada de esto hubiese sido posible sin el rol de los vecinos. Truong Huu Khanh, jefe del departamento de enfermedades infecciosas del hospital de niños de Ho Chi Minh explicó a LA NACIÓN que en Vietnam existe una fuerte cultura de vigilancia, y se espera que las personas delaten a sus vecinos si sospechan que han hecho algo malo. “Si una persona infectada está en el área, ellos informarán a las autoridades”, dijo.
Por último, aunque no menos importante, el país ya contaba con un plan de actuación en caso de epidemias que le ahorró semanas de trabajo. A pesar de un modesto ingreso per cápita promedio de 2000 dólares, Vietnam ha registrado históricamente niveles muy altos de desarrollo social. Su esperanza de vida de 76,3 años es superior a la media mundial y está a la par con la de los países altamente desarrollados. El gasto público en salud se registró en un 9,3% en las últimas estadísticas publicadas por la OMS, una cifra mucho más alta que la de muchos países del sur de Asia.
Nueva Zelanda: “usar todas las balas desde el comienzo”
Nueva Zelanda es el caso de éxito por excelencia. Al igual que Vietnam, el país prestó seria atención a la amenaza del virus a principios de 2020 y actuó rápidamente para detener su propagación, logrando incluso una erradicación completa en julio. “Fue buena ciencia y un gran liderazgo político lo que marcó la diferencia”, dijo a LA NACIÓN el profesor David Murdoch, decano de la Universidad de Otago, elogiando la gestión de la primera ministra Jacinda Ardern, al igual que la mayoría de los periódicos del mundo.
Según el experto, un informe de la OMS sobre el éxito de la cuarentena en Wuhan dejó en claro que el enfoque de Nueva Zelanda debía ser el de “usar todas las balas desde el comienzo” y apuntar a la eliminación total del virus. Por lo que a principios de marzo, luego del cierre de fronteras, el gobierno introdujo un sistema de alerta de cuatro etapas basado en la experiencia de los incendios forestales. El nivel 4, correspondiente a un confinamiento nacional e introducido el 25 de marzo, permitió a las autoridades ganar tiempo para perfeccionar una extensa operación de pruebas y rastreo de contactos.
Controlada la transmisión comunitaria, la vida en Nueva Zelanda volvió prácticamente a la normalidad en junio, excepto por un componente esencial: las fronteras, que aún permanecen cerradas para casi todos los viajeros. La ubicación geográfica del país y su baja densidad poblacional también han sido factores determinantes en su éxito para controlar la propagación del virus.
Tailandia: “una red de más de un millón de voluntarios en las aldeas”
Tailandia fue el primer país fuera de China en registrar un caso de coronavirus y con una población de 70 millones de personas, para diciembre de 2020 había acumulado tan solo 4000 contagios y 60 decesos.
“Los números de Tailandia hablan por sí mismos”, dijo el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, al señalar al país como un caso de éxito en las declaraciones de clausura de la Asamblea Mundial de la Salud, que tuvo lugar a finales de noviembre. “Esto no es un accidente –señaló el experto–, se debe a que el país se comprometió hace 40 años a invertir en su infraestructura de atención médica y ha creado una red de más de un millón de voluntarios de las aldeas para actuar como ojos y oídos del sistema de salud en sus comunidades”.
Además, la estrategia detrás del éxito de Tailandia se basa en los mismos componentes básicos que en los otros países: inversión en salud, una campaña de comunicación clara, severos controles fronterizos, un cierre corto y estricto, el uso generalizado de máscaras, y evitar interiores o espacios confinados, algo que se da fácilmente dado que el 49,3% de la población vive en zonas rurales –según Statista– y pasa la mayor parte del tiempo al aire libre. El país también aprendió de su experiencia en el manejo del brote de SARS en 2003.
Sin embargo, los esfuerzos del gobierno tailandés se han visto amenazados por un aumento reciente de los contagios, vinculado a un brote en un grupo de trabajadores migrantes –en su mayoría de origen birmano– de un mercado de mariscos en la provincia de Samut Sakhon, adyacente a la capital Bangkok. Ese grupo provocó infecciones en más de la mitad de las provincias del país. Desde entonces, los casos se han multiplicado por seis hasta llegar a 25.764 y las muertes han escalado a 83. De cualquier manera, los números continúan siendo bajos cuando se los compara con los de otros países y en relación a su población.
Finlandia y Noruega: “para los finlandeses y noruegos el distanciamiento social es algo natural”
En Europa, un continente bastardeado por el coronavirus, Finlandia es el país con menos casos por millón de habitantes, seguido de Noruega, y en muertes per cápita se invierten las posiciones. Las dos naciones lograron una respuesta coordinada y adoptaron un enfoque más intervencionista que la vecina Suecia. Ambas cerraron sus fronteras, escuelas y universidades en las primeras semanas de marzo, redujeron eventos a gran escala y lanzaron aplicaciones móviles de rastreo de contactos. En Noruega, la primera ministra Erna Solberg calificó la respuesta de su país como “las medidas más enérgicas e intervencionistas que jamás hayamos tenido en tiempos de paz”, e impuso un requisito de cuarentena a cualquier persona que llegara del extranjero. En Finlandia, mientras tanto, un acto de emergencia obligó a las personas mayores de 70 años a practicar el distanciamiento social y limitar el contacto.
Cuando la segunda ola golpeó al continente en otoño, Finlandia y Noruega estaban preparados para realizar pruebas a gran escala y ejecutar un seguimiento de los brotes locales. Los requisitos o recomendaciones de mascarillas faciales, resistidos en la primavera, comenzaron en agosto (Dinamarca, Noruega) y septiembre (Finlandia) cuando las autoridades intentaron detener el resurgimiento del virus sin recurrir a más cierres.
Otra razón de este relativo éxito es que para los finlandeses y noruegos el distanciamiento social es algo natural. Si bien una ubicación remota y una de las densidades de población más bajas de Europa juegan a su favor en la lucha contra el Covid-19, también ayuda que a muchas personas en estos países les guste el espacio personal y la soledad. De hecho, según dijo a Reuters Mika Salminen, director de la autoridad de salud pública de Finlandia, a sus compatriotas “les gusta mantener a la gente a un metro o más incluso en tiempos normales, o empiezan a sentirse incómodos”. “El espacio, el contacto con la naturaleza, el silencio y la tranquilidad” son aspectos claves para alcanzar una vida plena en Finlandia, cuenta por su parte a LA NACIÓN Hanna Kallioniemi, una ciudadana finlandesa.
Australia: “Independientemente de por quién voten, la mayoría de los australianos estarían de acuerdo en que sus líderes se preocupan realmente por sus electores”
Podría decirse que Australia sí vivió dos olas de la pandemia, una en marzo-abril y otra en julio-agosto, aunque mucho más leves que en la mayoría de los países y ya dejó la pesadilla atrás: ha eliminado prácticamente el virus de su territorio, reportando nuevos casos de un solo dígito en las últimas semanas. Pero incluso por precaución el gobierno sigue recurriendo a cierres cortos y sectorizados para evitar nuevos focos. El 12 de febrero de 2021, por ejemplo, el estado de Victoria, cuya capital es Melbourne, decretó un estricto confinamiento de cinco días a raíz de un rebrote de Covid-19 con 13 positivos locales.
Al igual que Nueva Zelanda, el país optó por sellar sus fronteras rápida y firmemente, y limitar severamente el movimiento de viajeros interestatales y, en algunos casos, intraestatales. Luego se concentró en el testeo, el rastreo de contactos y el distanciamiento social, un enfoque que adoptaron todos los casos de éxito.
Sin embargo, quizás lo más importante es que los líderes de todo el espectro ideológico persuadieron a los australianos para que se tomaran la pandemia en serio desde el principio y los prepararon para renunciar a las libertades civiles que nunca habían perdido, incluso durante dos guerras mundiales. “Le dijimos al público: ‘Esto es serio; queremos su cooperación’”, dijo Marylouise McLaws, epidemióloga de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sydney y asesora de la OMS a The Washington Post. “Independientemente de por quién voten, la mayoría de los australianos estarían de acuerdo en que sus líderes se preocupan realmente por sus electores y siguen la ciencia”, agregó.
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