Netanyahu y Hamas dependían el uno del otro, y ahora ambos podrían estar de salida…
La extraña simbiosis perduró durante años de escaladas y acomodos, esperanzas de calma y periodos de caos, hasta ahora
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JERUSALÉN.- En 2009, cuando Benjamin Netanyahu volvió al poder para gobernar Israel durante un segundo mandato como primer ministro, un cargo que prácticamente sigue ocupando desde entonces, se enfrentó con un cambio trascendente en la región: tres años antes, los gazatíes habían elegido a la agrupación de milicias islamistas Hamas para gobernar la Franja.
Hamas prometió desde el primer día destruir a Israel, y en su campaña de 2009, Netanyahu prometió destruir a Hamas. Lo que terminó ocurriendo, en cambio, fue una década y media de coexistencia incómoda, durante la cual la seguidilla de gobiernos de Netanyahu y los líderes de Hamas descubrieron lo funcionales que eran mutuamente para sus propios objetivos.
Con rachas de escaladas y reacomodamientos, esperanzas de calma y momentos de caos, esa rara simbiosis duró hasta ahora que tanto Hamas como Netanyahu enfrentan el posible fin de su estadía en el poder.
Tras dirigir el ataque que el 7 de octubre terminó con la vida de al menos 1200 israelíes, los líderes de Hamas están siendo bombardeados y cazados por un ejército israelí que ha prometido que la agrupación jamás volverá a gobernar Gaza. Y en medio de los devastadores ataques israelís que han dejado más de 11.000 muertos en Gaza, según los funcionarios palestinos, ahora incluso algunos gazatíes se animan a criticar abiertamente a Hamas por el ataque del 7 de octubre, que dejó expuestos a esta matanza a los civiles de Gaza.
Netanyahu, que el mes pasado acordó compartir sus poderes extraordinarios de tiempos de guerra con su principal rival político, enfrenta una ola de indignación pública sin precedentes, por no haber prevenido el ataque de octubre y por la caótica y demorada respuesta gubernamental que vino después. Las encuestas muestran que el 75% de los israelíes quieren que renuncie ya mismo o que sea reemplazado no bien cesen los combates.
“Es una alianza extraña que fue siguiendo su curso”, dice el historiador israelí Adam Raz, que estudia la relación entre el primer ministro y el grupo extremista. “Hamas no seguirá gobernando Gaza, y creo que podemos dar por sentado que la carrera política de Netanyahu se acerca a su fin.”
Destino incierto
Pero la evolución de los acontecimientos es vertiginosa y el destino de ambos es incierto. El viernes arrancó la tregua de cuatro días acordada por Hamas e Israel. Como parte del acuerdo, ese mismo día fue liberado el primero de los 50 rehenes israelíes. Netanyahu ha prometido que tras la pausa continuarán los ataques con el objetivo de “erradicar definitivamente a Hamas”.
Raz y otros observadores recalcan que Netanyahu no preveía el ataque del 7 de octubre y la captura de alrededor de 240 israelíes en un solo día, el más letal para los judíos desde el Holocausto.
Pero dicen que tan pronto volvió al poder, Netanyahu -que como candidato había prometido “acabar con el gobierno de Hamas en Gaza”- optó por la estrategia de no alterar el statu quo de una población palestina dividida, con Hamas en el gobierno de Gaza y su rival, la Autoridad Palestina, a cargo de Cisjordania.
Según los analistas, esa grieta era funcional a Netanyahu y a todos los que se oponen a la solución de los dos Estados, ya que obstaculizaba la capacidad de los palestinos de oponerse a la ocupación israelí.
“Sin un liderazgo unificado entre los palestinos, Netanyahu podía argumentar que era imposible avanzar con las negociaciones de paz”, apunta Dahlia Scheindlin, encuestadora y analista política israelí. “Esa situación le permitía decir que no tenía con quien negociar.”
Distracción
Eso le permitió dejar de lado en gran medida la “cuestión palestina”, que había marcado a fuego los mandatos de los líderes israelíes durante las cuatro décadas anteriores. En cambio, Netanyahu puso la mira en Irán y otras amenazas, y se enfocó en el desarrollo de Israel como una potencia económica, según Anshel Pfeffer, biógrafo de Netanyahu.
“Netanyahu siempre sintió que el conflicto palestino era una distracción que en Israel era utilizada como una cuña”, apunta Pfeffer. “Decía que era como el agujero por el que se escapa el conejo.”
Año tras año, los sucesivos gabinetes de Netanyahu fueron aprobando medidas que aliviaban la presión sobre Hamas: Israel acordó liberaciones periódicas de prisioneros, la transferencia de dinero desde Qatar para pagar salarios públicos en Gaza, mejorar la infraestructura y, según dicen los críticos, financiar de manera indirecta las operaciones militares de Hamas.
El objetivo del primer ministro era impedir cualquier reconciliación entre Hamas y la Autoridad Palestina, por más que en 2018 ambas partes estuvieron al borde de un acercamiento.
“En los últimos 10 años, Netanyahu trabajó activamente para bloquear cualquier intento derribar a Hamas en Gaza”, apunta Raz.
La oficina de Netanyahu se negó a responder oficialmente para este artículo, pero un alto funcionario de su gobierno negó que la política del primer ministro haya sido alguna vez mantener a Hamas en el poder.
“Es el primer ministro más documentado de la historia, y no creo que vayan a encontrar una sola declaración suya donde apoye el fortalecimiento de Hamas”, dijo el funcionario, que prefirió conservar su anonimato. “Hizo todo lo contrario: golpeó a Hamas con más fuerza que cualquier otro primer ministro, y dirigió tres operaciones militares de gran escala contra la agrupación, en 2012, 2014 y 2021.”
“No destruyó a Hamas, pero es lo que su gabinete de guerra ordenó que hicieran las Fuerzas de Defensa de Israel después de las atrocidades del 7 de octubre”, dijo el funcionario. “Y es lo que las FDI están haciendo en este momento.”
Pero Netanyahu no fue el único que se beneficiaba con la situación. Los moderados israelíes comenzaron a imaginar un futuro junto a una Gaza estabilizada y con mejores niveles de vida. Y las empresas elogiaban la mejora de las relaciones de Israel con sus vecinos árabes, ahora dispuestos a fortalecer sus vínculos con el Estado judío.
Ahora, la estrategia de dejar que Hamas echara raíces en Gaza está bajo la lupa de los consternados israelíes. La furia de todo el espectro político ha llevado el apoyo a Netanyahu a sus mínimos históricos. Según Scheindlin, sólo el 25% de los votantes dicen que es el más adecuado para el cargo.
“La derecha querría que hubiera eliminado a Hamas, y el centro y la izquierda desearían que no hubiera abandonado la vía de las negociaciones.”
Enojo de la población
En Gaza, donde no se celebran elecciones desde 2006, medir el apoyo a Hamas es mucho más difícil. Antes de la guerra, el miedo a las represalias de Hamas hacía que las críticas se redujeran a susurros. Ahora, los masivos trastornos provocados por los bombardeos y los desplazamientos humanos hacen imposible realizar cualquier encuesta, pero algunas sondeos recientes muestran que el apoyo de los gazatíes a Hamas se sostiene, mientras recrudece la ira contra Israel por el ataque militar en curso.
Pero también hay más habitantes de Gaza dispuestos a criticar a Hamas en las redes sociales y fueron consultados por The Washington Post.
“No tengo miedo de decirlo: no queremos a Hamas, y no sólo por la guerra, sino desde hace años”, dijo Ahmad, un farmacéutico de 44 años de Deir al-Balah, ciudad del centro de la Franja de Gaza. “Su ineptitud para gobernar nos ha sumido en la miseria y la indigencia, ahora exacerbadas por esta guerra devastadora. Las acciones de Israel no perdonan a nadie: las bombas no te preguntan si sos seguidor de Hamas o no.”
Motaz tiene 39 años y dice que el ataque de Hamas contra Israel lo dejó “horrorizado” y dejó expuesta a su familia a los ataques israelíes, que el mes pasado destruyeron su local de comidas en Jan Yunis, en el suroeste de la franja.
Motaz cree que Hamas no logrará sobrevivir, pero tampoco ve qué diferencia supondría un cambio de gobierno para los devastados ciudadanos de Gaza.
“Incluso si Hamas logra conservar el poder, ¿qué queda para nosotros acá?”, se pregunta Motaz. “No hay casas donde vivir ni trabajo que nos permita subsistir. Perdí mi único medio de subsistencia.”
Por Steve Hendrix y Hazem Balouhsa
Traducción de Jaime Arrambide
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