Navalny seguirá preso: "Putin pasará a la historia como un envenenador"
PARÍS.– Para que nadie dude de quién ejerce el poder en Rusia, el régimen del presidente Vladimir Putin envió a la cárcel a su principal opositor después de un absurdo proceso. La suerte de Alexei Navalny fue decidida por un tribunal transformado en fortaleza, que lo condenó a una pena de tres años y medio por haber "violado" una medida de control judicial cuando se encontraba al borde de la muerte en Alemania, después de haber sido envenenado en su país.
En virtud del período que el disidente pasó en libertad condicional por ese caso, la pena efectiva que deberá cumplir el disidente, de 44 años, será de dos años y ocho meses.
La decisión fue anunciada en el mismo clima de agitación que reina en Rusia desde que Navalny regresó a su país desde Berlín, el 17 de enero. Por esa razón, el sitio de la audiencia fue cambiado a último momento y el tribunal fue rodeado de un impresionante despliegue de fuerzas de seguridad, para mantener alejados a los medios y a los centenares de simpatizantes del disidente. Poco antes, muchos de ellos fueron detenidos, incluidos numerosos periodistas. Las mismas medidas de control policial fueron aplicadas en las principales ciudades del país.
Fiel a su argumento de que Navalny y sus seguidores reciben sus órdenes del exterior, los medios nacionales cubrieron extensamente la presencia de diplomáticos extranjeros en la sala de audiencia.
Unos escasos segundos de imágenes mostraron a Navalny dentro de un cubículo de vidrio poco antes del veredicto. Pero fueron transcriptos sus intercambios verbales con el tribunal, aprovechados por el disidente para lanzar un ataque feroz contra su principal adversario, el presidente ruso. "Alguien decidió que yo no debía dar un solo paso como hombre libre en nuestro país. Todos sabemos quién y todo sabemos la razón: el odio y el miedo de un hombre", acusó.
"El pequeño ladrón en su búnker […] querría aparecer como un gran geopolítico y su resentimiento en mi contra viene del hecho de que quedará en la historia como un envenenador. Hubo Alexander, el liberador, y Iaroslav, el sabio. Nosotros tendremos a Vladimir, el envenenador de calzoncillos", continuó. Y terminó: "La guardia nacional, esta jaula… son todos signos de debilidad. No podrán encarcelar a todo un país".
Detenido desde hace dos semanas en la prisión moscovita de Matrosskaïa Tichina, Navalny debería ser trasladado a una colonia de régimen general. No obstante, el Kremlin podría intentar evitar colocarlo junto a otros prisioneros, razón por la cual numerosos defensores de derechos humanos expresaban anoche temor por su seguridad.
Las reacciones internacionales y los llamados a la "liberación inmediata" del opositor se multiplicaron minutos después de conocido el veredicto. "Nos coordinaremos con nuestros aliados y socios para que Rusia rinda cuentas por no haber respetado los derechos de sus ciudadanos", declaró el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, al pedir la "liberación inmediata y sin condiciones" del disidente.
Poco antes, el gobierno británico, a través del jefe de su diplomacia, Dominic Raab, calificó la decisión de "perversa" y declaró que "la Justicia rusa muestra que ese país no respeta los compromisos más elementales esperados de parte de todo miembro responsable de la comunidad internacional".
Alemania llamó a la condena de Navalny un "serio golpe" al Estado de Derecho en Rusia. Lo mismo hicieron la Unión Europea (UE) y varios de sus dirigentes. Para el presidente francés, Emmanuel Macron, "un desacuerdo político nunca es un crimen; el respeto de los derechos humanos, como el de la libertad democrática, no es negociable".
Aunque esperada, la decisión de ayer marca una etapa suplementaria en el endurecimiento de la represión rusa contra toda protesta. Ese es el caso de Navalny, después de años de persecución de mediana intensidad, hecha de breves detenciones y juicios a repetición.
"Su envenenamiento y esta condena a pesar de la agitación popular demuestran la decisión del Kremlin de sacarlo de la escena en forma durable, aun al precio de convertirlo en un preso político", afirma Jean-Robert Raviot, profesor especialista de Rusia en la Universidad de Nanterre.
Fiel a su dogma, Putin permaneció imperturbable. Ni el repudio internacional ni las manifestaciones que sacuden a Rusia desde hace semanas lograron disuadirlo de enviar a Navalny a la cárcel.
"La decisión de Navalny de llamar a la gente a salir a la calle y, sobre todo, de publicar el video de su investigación sobre el gigantesco palacio construido para Putin a orillas del Mar Negro –que fue visto más de 107 millones de veces en YouTube– provocó una respuesta brutal del régimen", analiza Tatiana Stanovaya, del Carnegie Moscow Center.
En efecto, más de 7000 personas fueron detenidas el domingo pasado. Cerca de 3500 lo habían sido el fin de semana anterior. Incluso el absurdo argumento escogido por el poder para encarcelar a su opositor parece destinado a enviar un claro mensaje a aquel sector de la población que decidió pasar a la oposición.
En 2014, Navalny fue condenado a tres años y medio de prisión en un juicio, "el asunto Yves Rocher", que también envió a su hermano Oleg a la cárcel. Un proceso por el cual la Corte Europea de Derechos Humanos condenó a Rusia, al estimar que estuvo políticamente motivado y que los dos hermanos habían sido privados de su derecho a un proceso equitativo.
Ese fue el caso reactivado por la Justicia rusa para condenarlo ayer. Según el tribunal, Navalny violó las condiciones de su control judicial al no presentarse a la comisaría durante su convalecencia en Berlín. El argumento dio lugar a intercambios surrealistas.
"Caí en coma, me salvaron la vida y volví a Moscú. ¿Qué más podía hacer?", preguntó Navalny a la corte.
En todo caso, nada le asegura al Kremlin que la prisión alcance para apartar a Navalny de la escena política. No solo el empecinado opositor ha ganado en estatura en un país que hasta ahora lo miraba con indiferencia, sino que su equipo ha demostrado que sabe muy bien trabajar sin él, y seguramente continuará realizando sus investigaciones sobre la corrupción de las elites allegadas al poder.ß
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