Naufragio en Sicilia: Cada vez más complicado, el capitán del superyate quedó formalmente bajo investigación por homicidio culposo
James Cutfield, comandante del yate Bayesan, es acusado de naufragio y homicidio culposo plúrimo en la investigación sobre el trágico hundimiento que dejó siete muertos, incluido el magnate Mike Lynch
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ROMA.- Una fiesta nocturna, el súper yate anclado, la orza levantada y, probablemente, al menos un portón abierto y, para peor, ninguna alerta a los pasajeros. Tal como se esperaba, todas estas dudas llevaron este lunes a los fiscales de Termini Imerese, que investigan el desastre del velero Bayesian, a poner sobre el banquillo a su capitán, el neocelandés, James Cutfield, acusado de naufragio y homicidio culposo plúrimo.
De 51 años y, al parecer, con mucha experiencia al mando de súper yates, Cutfield fue interrogado más de una vez por los investigadores, que intentan entender cómo fue posible el hundimiento del yate de lujo que, en la madrugada del lunes pasado, cuando se encontraba frente a la costa de Palermo, Sicilia, fue embestido por una tromba marina que, en tan sólo 16 minutos, lo hundió, en una tragedia en la que perdieron la vida siete personas y sobrevivieron 15.
Aunque aún hay varios misterios por resolver sobre qué pasó en esa terrible madrugada del 19 de agosto, cuando vientos huracanados y una tormenta sorprendió a los 22 pasajeros del súper yate, la fiscalía no oculta que hay demasiadas dudas vinculadas a negligencias y errores que pudo cometer la tripulación.
Y por eso no extraña que, en primer lugar, hayan puesto en el registro de indagados a Cutfield, el comandante del velero en el que murieron su dueño, el magnate británico Mike Lynch, su hija Hannah, de 18 años, su amigo Jonathan Bloomer, presidente de Morgan Stanley y su esposa, Judith Elizabeth Bloomer, su abogado Chris Morvillo y su mujer, Neda Morvillo y el chef, Thomas Recaldo.
Si bien este último intentó salir a cubierta -fue el primer cuerpo recuperado por los socorristas a pocas horas de la hecatombe-, todos los demás fueron hallados por buzos días más tarde, atrapados en el interior del casco, que quedó a 50 metros de profundidad, intacto, después de hundirse de popa (no de proa como se había dicho al principio), en vertical, a las 4.06 de la madrugada del lunes.
Considerado el “Bill Gates británico”, Lynch había organizado el crucero por el Mediterráneo para celebrar su absolución en una causa judicial por un presunto fraude intentado contra el coloso estadounidense Hewlett- Packard cuando le vendió su multinacional, Autonomy.
Entre los pasajeros sobrevivientes (seis de doce), se encuentran la viuda de Lynch, Angela Bacares -también dueña del Bayesan- y una pareja británica junto a su beba de un año, Sofía. Todos ellos dejaron ayer Sicilia en un jet privado organizado por Bacares.
Interrogatorios
Aunque se desconocen los contenidos de los interrogatorios a los que fue sometido Cutfield, en base a las declaraciones de los sobrevivientes, las imágenes tomadas por el robot marino enviado al fondo del mar donde yace el Bayesan y los datos del sistema de monitoreo de embarcaciones, la fiscalía fue definiendo posibles responsabilidades. Según el Corriere della Sera, Cutfield dijo que no se preocupó por el mal tiempo que se avecinaba porque no había recibido ninguna alerta meteorológica. Algunos pescadores del puerto de Porticello, frente al que se hundió el elegante velero, se manifestaron sorprendidos ante esa afirmación.
“No habrá habido avisos, pero a medianoche ya se entendía que estaba llegando algo feo. El cielo estaba lleno de relámpagos, tanto es así que nadie salió a pescar”, comentó uno de ellos.
Más allá de esto, Cutfield ante los investigadores debió explicar por qué un velero de renombre, considerado “inhundible” por sus fabricantes -de más de 50 metros y famoso por su altísimo mástil de aluminio (de 75 metros)-, pudo irse tan rápido a pique. En este sentido, se cree que dejaron abierto al menos un portón lateral. Y, sobre todo, debièo explicar por qué los pasajeros jamás recibieron de su parte una alerta.
“Yo pienso que dejaron abierto el portón lateral, donde suelen guardarse las tablas de windsurf y todo lo necesario para bucear o para salir al mar. Si eso está cerrado, el agua no puede entrar”, dijo Franco Romani, el arquitecto del súper yate, en una entrevista con el diario La Stampa en la que hipotizó que el ingreso de una cantidad ingente de agua desde allí fue la causa del incidente.
Como hizo días atrás el presidente de Perini, la empresa italiana que fabricó el Bayesian, Romani destacó que se trata de una embarcación diseñada para resistir cualquier evento meteorológico y que hubo una serie de errores de parte de la tripulación. “Han subestimado el mal tiempo, la tripulación debería haberles avisado a los pasajeros”, dijo el arquitecto, que consideró que otra negligencia fue no levantar el ancla. En este marco, recordó que al yate que se encontraba muy cerca del Bayesan, el Sir Robert Baden Powell, que incluso fue clave para rescatar a los sobrevivientes, no le pasó nada durante la misma tormenta, porque actuó de otra manera. “Levantó el ancla y encendió el motor, que es la maniobra que debe hacerse en estos casos, pero que no se hizo”, añadió. “Hubo una serie de errores que, todos juntos, hicieron que el Bayesan se hundiera. Si todo se hubiera hecho en forma correcta no estaríamos hablando del tema, se trata de un barco más seguro que un yate a motor y no es un poco de viento lo que puede hundirla”, insistió.
Subrayó, además, que si un comandante sabe que llega el mal tiempo, después de cerrar portones y demás entradas, debe avisarles a los pasajeros.
“En una casa, cuando está por llegar la lluvia, se cierran todas las ventanas. Lo mismo hay que hacer en un barco. Si todo hubiera estado cerrado, en el Bayesan no habría habido problemas, está programado para escorarse y volver a flotar. En cambio, se subestimó la situación y nadie se organizó para enfrentar la tormenta”, insistió.
Lo cierto es que, en sus declaraciones, los sobrevivientes describieron una silencio inexplicable de parte de la tripulación: “Nadie nos dio la alarma”, dijeron. Según las reconstrucciones aparecidas en la prensa italiana, la tripulación del velero lanzó una bengala de emergencia recién a las 4,38, cuando el Bayesan ya se encontraba hundido en el fondo del mar. Antes de eso, ningún marinero corrió a golpearle las puertas de los camarotes a los pasajeros, ni llegó ninguna orden, desde un parlante, de subir a cubierta. Quien salió de su camarote para ver qué pasaba, en medio del terror, las olas, la oscuridad, el viento y la tormenta, lo hizo por iniciativa propia, como la pareja británica con una beba. Quien no lo hizo a tiempo, quedó atrapado, sin salida.
El fiscal de Termini Imerese, Ambrogio Cartosio, no excluyó nada: “Estamos estudiando y evaluando si las responsabilidades son del comandante, de toda la tripulación o de los constructores del barco”, hizo saber. A partir de mañana y hasta el jueves, en tanto, se realizarán las siete autopsias, en exámenes que durarán al menos tres días. No se excluye que en los próximos días también sean puestos en el banquillo otros miembros de la tripulación, que podrían ser el vice de Cutfield -que trascendió que se encuentra “muy abatido”-, y el marinero de guardia.
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