El agujero tenía 2,5 metros de profundidad por 2,78 de largo y 1,81 de ancho. Adentro había una cama individual y algún mueble pequeño. Natascha Kampusch vivió ahí durante ocho años. Desde que su captor, Wolfgang Priklopil, la secuestrara cuando tenía solo diez años, hasta que logró fugarse, a los 18.
El caso, conocido como "El caso Kampusch", ocurrió en Austria y es uno de los más dramáticos de la historia criminal austriaca y europea. Hoy se cumplen 12 años del escape de Natascha.
La joven fue secuestrada un día después de haber vuelto de vacaciones con su padre. Había salido de su casa, en el distrito vienés de Donaustadt, para ir a la escuela, al mediodía. Nunca volvió. Su familia empapeló la zona con fotos de la chica. Y, basados en testimonios que aseguraban haber visto a la joven subir a una camioneta blanca, la policía interrogó a 700 dueños de camionetas blancas de la zona. Entre ellos, a Priklopil. El hombre, de 36 años y técnico en comunicación de Siemens, no tenía antecedentes. Las autoridades le creyeron cuando dijo que el día del secuestro él lo había pasado en su casa.
Priklopil vivía en Strasshof an der Nordbahn, una pequeña localidad austriaca a 30 minutos de Viena, en una casa que no llamaba la atención, en un barrio tranquilo. Ninguno de sus vecinos sospechó nunca, durante los ocho años que duró el secuestro, que en el sótano de su casa Priklopil mantenía cautiva a una nena de diez años.
A Natascha no se le permitió salir de ese sótano durante los primeros años de su cautiverio. Luego, de a poco, Priklopil la dejó subir a la casa a bañarse –antes la bañaba él-. A los dos años del secuestro, le dio una radio para que escuche las noticias. A partir de 2005, le permitió salir al jardín de la casa de vez en cuando. En algunas ocasiones, Natascha dormía con él en su cama, atada.
Si Natascha se mostraba rebelde, Priklopil la encerraba en el agujero del sótano. La torturó física y psicológicamente de manera constante. También podía dejar de alimentarla durante días. Cuando la chica creció y se volvió un poco más fuerte, el hombre la golpeaba si no se comportaba como quería.
El técnico en comunicación intentó también "educar" a Natascha. Le dio libros y manuales escolares. Le festejaba los cumpleaños y le daba regalos. La relación entre el secuestrador y la víctima fue objeto de múltiples especulaciones por la prensa local luego de que, según informes filtrados de la policía, Natascha admitiera que "voluntariamente" tuvo relaciones sexuales con Priklopil. Muchos hablaron de Síndrome de Estocolmo.
El 23 de agosto de 2006, la joven estaba en el jardín de la casa. Limpiaba el auto de su secuestrador, cuando aprovechó un momento de distracción por parte de Priklopil y escapó. La primera impresión del mundo exterior no fue la mejor. "No pises mi jardín", le dijeron algunos vecinos cuando la vieron, desorientada. Sin embargo, Natascha pudo relatar su historia a una de las vecinas y fue llevada luego a las autoridades. "Soy Natascha Kampusch, nacida el 17 de febrero de 1988", dijo en la estación de policía de la ciudad de Deutsch Wagram. Los oficiales la identificaron por una cicatriz en el cuerpo y una prueba posterior de ADN. Natascha pesaba sólo 42 kilos, el mismo peso que tenía al desaparecer ocho años antes, y sólo había crecido unos 15 cm.
Priklopil, por su parte, fue buscado intensamente en un gran operativo policial. Se suicidó en las vías de un tren de las afueras de Viena, antes de que lo encontraran.
"Él intentaba vengarse del mundo... No pensó en mí, ni en mi familia, ni en mis compañeros de clase que tendrían miedo durante años", dijo Natascha a El País, en una entrevista en 2011, con motivos de la publicación del libro "3096 días", donde cuenta lo sucedido durante el secuestro.
Desde que escapó de la casa de Priklopil, Natascha intentó embarcarse en diferentes proyectos, pero siempre con dificultades. Quiso estudiar para ser joyera, y también tuvo un breve programa televisivo de entrevistas. "Me resulta difícil confiar en la gente", admitió.
El año pasado publicó un nuevo libro, "Diez años de libertad". Ahí describe, entre otras cosas, lo que sintió al visitar la tumba de Priklopil: "Durante muchos, muchos años, solo tuve a una persona cerca, y de ella dependía mi supervivencia. Es imposible borrar de tu memoria a alguien con quien has pasado ocho años y medio de tu vida".
Hoy, Natascha continúa con terapia. Fue diagnosticada con trastorno por estrés postraumático. "Es como una enfermedad física. Puede llegar a ser agotador", dijo en una entrevista con El Mundo. "Cuando me encuentro en casa sola y en silencio, vienen los recuerdos. Siempre tengo que estar haciendo algo. No puedo sentarme en un sitio y relajarme".
¿Qué pasó con la casa de Priklopil? Le fue "asignada" a Natascha como "compensación". El lugar fue tomado por "curiosos". "Todos querían sentir el escalofrío del terror. A mí me parecía horrible que un perverso admirador del secuestrador pudiera adquirirla... Por eso me ocupé de que me fuera adjudicada como indemnización".
A Natascha le ofrecieron cambiar de identidad, pero se negó. "Me había enfrentado a toda la basura psíquica y a las oscuras fantasías de Priklopil. No me dejé vencer. [Si cambiaba de identidad] solo se iba a ver en mí eso: una persona rota que nunca más va a levantar cabeza, que siempre va a depender de la ayuda de los demás. Cuando me negué a llevar ese estigma el resto de mi vida, cambiaron las cosas". También perdonó a su secuestrador: "Si no, no habría sobrevivido".
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