Qué es de la vida de Natascha Kampusch, la joven austríaca que estuvo secuestrada durante ocho años
A 10 años de haber huido de su secuestrador, la mujer, hoy de 28 años, publica un libro
VIENA.-El caso de la joven austríaca Natascha Kampusch sacudió el mundo entero. Pasaron diez años desde que huyó de su secuestrador y torturador, Wolfgang Priklopil, que la mantuvo encerrada y la sometió a abusos durante ocho años, y durante ese tiempo ha intentado llevar una vida normal. Con una taza de té verde y palabras muy meditadas, la joven de Viena, de 28 años, habla de sus años de libertad, su amor por Viena y su miedo a envejecer. Hoy sale a la venta su libro.
-Este agosto se cumplen diez años de su huida y del suicidio de su secuestrador. ¿Qué emociones le provoca ese día?
-Pienso poco en ello, porque simplemente siento que no lleva a nada. Esa persona está muerta. Las circunstancias de entonces ya no existen. En principio, fue un día muy desagradable. Es decir, la huida fue hermosa, pero no lo fue sentarse con la policía y tener que someterme a un interrogatorio.
-¿Puede realmente perdonar a su secuestrador?
-Sí, claro. Porque está muerto. No hay duda de que era un criminal y no era buena persona. Quizá tenía cosas buenas, pero no era una buena persona. Para mí así es más fácil, porque uno siente que se ha hecho justicia.
-Años después de su liberación, sigue despertando mucha curiosidad pública. ¿Cómo le gustaría que la vieran los demás?
-No lo sé porque aún no me he encontrado del todo a mí misma. No soy aún una persona especial, por eso no puedo decir cómo me gustaría que me vieran.
-En su nuevo libro explica que mucha gente la trató con odio. Pese a ello, nos hemos reunido en público, por deseo suyo, en un parque de Viena.
-Es diferente. Aquí hay sobre todo personas que tienen tiempo para disfrutar de este lugar. Si aquí alguien me rechazara, probablemente no lo manifestaría. Pero hay lugares donde la gente habla muy mal de mí. Quizá porque piensan que no tengo derecho a seguir adelante con seguridad en mí misma.
-Parece como si mucha gente buscara más bien fallos en usted, en lugar de pensar lo que le han hecho
-También lo creo. Muchos piensan que cuando alguien es víctima de un crimen cae en una ciénaga y esa ciénaga contagia también a la víctima.
-¿Nunca pensó en irse de Viena?
-No, Viena es una ciudad muy relajante, una ciudad histórica en el corazón de Europa.
-En su libro escribe cómo sufría cuando salía con sus amigas.
-Ahora ya no es tan duro, pero antes pensaba realmente: "Tienen toda la vida por delante, no les ha pasado nada". Pueden mirar las cosas con optimismo e inocencia. Por eso me comportaba a veces como una abuela.
-¿Cree que la madre de Priklopil, que visitaba regularmente a su hijo, tuvo que saber algo?
-No estoy segura, pero no me gustaría atacarla sólo porque pensara bien de su hijo y lo quisiera.
-Su amor propio fue minado por su secuestrador durante años. ¿Cómo está hoy?
-Creo que la seguridad en uno mismo tiene que ver con el valor y hoy en día no tengo tanto como se pudiera quizá pensar.
-¿Tiene miedo de morir?
-No tengo miedo de morir, sólo de morir de forma inesperada.Si voy por la calle tengo miedo de ser atropellada.
-¿Cómo lleva saber que si las autoridades hubieran hecho bien su trabajo podría haber sido liberada unas semanas después?
-Extrañamente siento indulgencia, pese a que no es algo bueno para mi imagen de cara a fuera. Pienso: "Pobres, todos tienen problemas".
-Otro tema. ¿Cree en el príncipe azul con el que sería feliz el resto de su vida?
-Sí, claro, en un caballo blanco (ríe). Seguro que hay personas, pero todo es un sueño, incluso la vida con ellos, que puede convertirse pronto en pesadilla, porque donde hay mucha luz también hay sombras.
Sandra Walder