¿Nado olímpico en el Sena? Cómo París está “rehaciendo” su emblemático río para un ambicioso sueño
Hace años que hay cuadrillas trabajando en lo que se conoce como el Plan de Natación, un ambicioso sueño de ingeniería que implica la instalación de miles de tuberías, cisternas y bombas subterráneas
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PARÍS.- Una barcaza eléctrica de reparto se desliza por el río Sena, pasa frente a los palacios y elegantes museos y por debajo de los tradicionales puentes de piedra o hierro, y al llegar a la Torre Eiffel, dobla y se acerca hasta la orilla.
El capitán Arnaud Montand estaba recorriendo el camino planificado para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos del verano del año que viene, y en el trayecto final de su ruta, el curso de agua que usarán los nadadores olímpicos.
Porque una de las grandes apuestas de París para alzarse con la organización de los juegos fue no solo realizar eventos junto al río, sino “en” el río.
“Qué hermosa ventana a París”, dice Montand desde el timón, en el interior de su acogedora cabina vidriada, donde se protege de una lluvia pertinaz. “Pero si llega a haber tormenta, se pudre todo.”
Hace años que en los alrededores de París hay cuadrillas trabajando en lo que se conoce como el Plan de Natación, un ambicioso sueño de ingeniería que implica la instalación de miles de tuberías, cisternas y bombas subterráneas diseñadas para impedir que el Sena se inunde de gérmenes nocivos, sobre todo durante las tormentas. Si el plan tiene éxito, el río será un lugar apto para los nadadores olímpicos, y después también para los vecinos.
“¿Está cien por ciento garantizado? La respuesta es que no”, dice Pierre Rabadan, exrugbier y funcionario municipal a cargo de los planes olímpicos, incluido el saneamiento del Sena a tiempo para que allí se realicen dos competencias de nado de larga distancia y el tramo de nado del triatlón. “Si antes de las carreras llueve sin parar una semana, sabemos que la calidad del agua, por mucho que hayamos trabajado, probablemente no sea perfecta.”
Pero el funcionario agrega que no hay Plan B: si las carreras deben posponerse, los organizadores simplemente esperarán un par de días, volverán a analizar el agua, y lo intentarán otra vez.
Un río icónico
Considerado por muchos como el río más romántico del mundo, el Sena también es maloliente, turbio y, después de las festicholas callejeras de los sábados queda regado de basura. Cuando hay tormentas muy fuertes, las aguas residuales de la ciudad se vuelcan al río por las 40 alcantarillas con forma de ojo de buey distribuidas a lo largo de la orilla pavimentada.
Por eso a muchos parisinos, incluso algunos que trabajan en el Plan de Natación del gobierno municipal, los horroriza la sola idea de zambullirse en ese río.
“¿Ustedes vieron cómo está el Sena?”, dice Michael Rodrigues desde lo profundo de un agujero en una vereda, donde estaba instalando una tubería nueva para que el agua no empiece a brotar por las rejillas de las casas cuando hay tormenta. “No me interesa.”
Pero no siempre fue así. Durante los primeros Juegos Olímpicos organizados por París, en 1900, en el Sena se realizaron siete eventos de natación. E incluso después de la prohibición de nadar en el río, en 1923, un año antes de una nueva edición de los Juegos en la ciudad, en los calurosos días de verano los vecinos seguían zambulléndose desde el Pont d’Iéna, con la Torre Eiffel de fondo mientras se refrescaban en el agua.
Pero el Sena se fue contaminando cada vez más por el vertido de aguas residuales y desechos industriales. Un estudio de la década de 1990 clasificó el tramo del río que atraviesa París como uno de los niveles de metales pesados más altos del mundo.
En 1990, el entonces alcalde de París, el luego presidente Jacques Chirac, prometió que esos días de natación volverían y que tres años después nadaría en el Sena frente a testigos “para demostrar que nuestro río está limpio”. Nunca ocurrió.
“Puro bla bla”, apunta Jean-Marie Mouchel, hidrólogo y profesor de la Universidad de la Sorbona que viene estudiando el estado del Sena desde hace tres décadas. Mouchel dice que a pesar de lo mucho que ha mejorado la calidad del agua del río, sobre todo gracias a la modernización de las plantas de tratamiento de aguas residuales, “hasta el año 2020 nunca hubo un verdadero plan para que pudiera nadarse en el Sena otra vez”.
Los Juegos Olímpicos cambiaron todo, no solo para dar impulso el plan, sino también para conseguir los más de 1530 millones de dólares necesarios para ponerlo en práctica.
Tuberías y persuasión
El objetivo de todos los organismos gubernamentales involucrados es que el agua está lo suficientemente limpia para que los niveles de dos indicadores bacterianos —la escherichia coli y el enterococo intestinal— estuvieran por debajo de los estándares de nado de la Unión Europea. Los estándares olímpicos permiten niveles ligeramente superiores, previa aprobación del Comité Olímpico.
Hay equipos de operarios que analizan las aguas del Sena con regularidad desde 2020. El verano pasado, alrededor de la mitad de las muestras alcanzaron el objetivo, pero fueron tomadas a lo largo de una gran franja del río y sus tributarios durante los tres meses del verano.
Pero cuando los trabajadores analizaron el curso de agua que utilizarían los eventos olímpicos planificados —el tramo de natación del triatlón y dos competencias de nado masculino y femenino de 10 kilómetros— durante dos semanas a fines del verano, cuando se llevarán a cabo los Juegos Olímpicos, los resultados fueron de un “ajustado” 90%, lo que significa que el Comité Olímpico tendría que decidir si avanzar o no.
Rabadan y otros funcionarios de la ciudad consideran que la cifra es prometedora, dado que la mayor parte del Plan de Natación todavía no está completada.
“No estamos purificando el Sena”, dice Samuel Colin-Canivez, el ingeniero de la ciudad a cargo de los proyectos de alcantarillado, mientras dirige un recorrido por un túnel recién construido bajo el río. “Nuestro enfoque es evitar que el agua no tratada se vierta en el Sena”.
El túnel de 700 metros conecta con una descomunal cisterna de almacenamiento subterráneo todavía en construcción entre la estación de trenes de Austerlitz y un hospital de 350 años de antigüedad. Entre el túnel y la cisterna habrá espacio para almacenar más de 50 millones de litros de agua, suficiente para llenar 20 piscinas olímpicas.
El túnel y la cisterna son uno los cinco grandes proyectos de ingeniería que se están construyendo para hacer frente a las tormentas —que actualmente desbordan el viejo sistema de alcantarillado de París— y lo que es más importante aún, para canalizar tanto las aguas residuales como el agua de lluvia. Cuando esos túneles se ven sobrepasados por el caudal de lluvia, vierten todo en el Sena: agua de lluvia, de lavabo y de inodoro…
“Actualmente eso ocurre unas 12 veces al año, cuando llueve mucho en la parte este de la ciudad”, apunta Colin-Canivez mientras camina por el borde de la cisterna en construcción. Una vez completado, el gigantesco depósito retendrá el agua durante las tormentas y cuando cesen las lluvias la liberará gradualmente en la red cloacal. “El objetivo de esta obra es que eso no ocurra más de dos veces al año.”
Esa es la estrategia para que las aguas residuales no terminen en el Sena cuando el clima es lluvioso, pero la estrategia de “tiempo seco” involucra todo otro conjunto de proyectos. Algunos son sencillos, como agregar tratamientos especiales a dos plantas de aguas residuales situadas río arriba. La planta más grande es la de Seine-Valenton, a 10 kilómetros al suroeste de París, que absorbe las aguas servidas de 2,5 millones de personas. En junio, cuando empiecen a intruducir pequeñas cantidades de ácido perfórmico en su descarga, los niveles de bacterias fecales nocivas se reducirán 100 veces, apunra Vincent Rocher, director de innovación de la Autoridad de Saneamiento del Gran París.
Y otros proyectos son más focalizados, como los equipos que van de puerta en puerta por las seis áreas suburbanas de París para convencer a más de 20.000 propietarios de que permitan que las cuadrillas desentierren sus caños de desagua y vuelvan a conectarlos correctamente a la red cloacal. Se cree que por esa vía muchos hogares terminan enviando sus aguas residuales al Sena o al Marne.
“La única forma de hacerlo es ir casa por casa”, dice Claire Costel, que dirige ese proyecto en la región sureste de París. “No hay otra forma de hacerlo.”
Tensión superficial
Dentro de los límites de la ciudad de París, el objetivo de los operarios municipales no son las casas, sino los 170 barcos amarrados en las orillas del Sena, aguas arriba del sitio de los eventos olímpicos. Hasta hace poco, casi todos los barcos vertían sus aguas residuales directamente al río.
En 2018, la ciudad anunció que todos los barcos debían conectarse al sistema de alcantarillado de la ciudad, y la autoridad portuaria inició el costoso proceso de instalar conexiones y bombas de alcantarillado en los puertos y puntos de amarre donde no había. A los propietarios de los barcos les dieron dos años de plazo para instalar sistemas de recolección de aguas residuales acoplados en sus botes.
Ya pasaron más de dos años de la fecha límite y según los empleados de la ciudad solo la mitad de los barcos cumplieron.
Muchos propietarios de embarcaciones se quejan de estar siendo atacados injustamente. A diferencia de sus vecinos terrestres, no se les ofreció ninguna otra opción, y la modernización de barcos viejos puede costar hasta 25.000 euros, el quíntuple de la subvención que ofrece el gobierno para hacerlo.
“¿Alguien cree que un amarradero que está a 30 kilómetros de París se va a conectar a una red de aguas residuales?”, dice Hervé Lavollée, que vive en una barcaza remodelada de 1937, amarrada cerca de un puente peatonal en el corazón de París. “Hacen ruido para los noticieros y para que parezca que están haciendo algo, pero es ridículo”.
A pesar de sus críticas, a Lavollée le gusta la idea de poder nadar en el Sena. Cada noche, mientras se cepilla los dientes en el baño de su bote, se queda mirando las luces de la ciudad reflejadas en el agua del río.
Y cada noche se vuelve a asombrar con su belleza.
“Si es la oportunidad de mostrarle al mundo lo qué es el Sena y que tengan esta vista de París, me parece una excelente idea”, dice Lavollé.
Catherine Porter
Traducción de Jaime Arrambide
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