Murió Pinochet y hay una fuerte tensión en Chile
El ex dictador se descompensó, una semana después de haber sufrido un infarto; hubo choques entre sus partidarios y sus detractores, y desmanes frente a La Moneda; no tendrá un funeral de Estado
SANTIAGO, Chile.– Una fuerte tensión provocó ayer en Chile la muerte de Augusto Pinochet, el ex dictador que marcó a fuego las últimas tres décadas en el país y que no llegó a ser condenado por ninguno de los actos denunciados contra un régimen militar que dejó más de 2900 desaparecidos.
A los 91 años, una semana después de haber sufrido un infarto de miocardio y tras una sorprendente recuperación, Pinochet sufrió ayer, a las 13.30, una imprevista descompensación y falleció 45 minutos más tarde. Su sorpresiva muerte desató el dolor de sus partidarios y la algarabía de sus detractores, cuya celebración concluyó con desmanes frente a la sede de gobierno.
La policía antimotines intervino para disolver a los revoltosos y los incidentes dejaron un número no precisado de detenidos, informaron fuentes policiales.
Según testigos, los desórdenes fueron provocados por grupos de encapuchados que lanzaron piedras contra los carabineros (la policía militarizada) y trataron de destruir las ventanas de los edificios cercanos, paradas del transporte urbano y otros elementos de la vía pública.
La policía respondió con chorros de agua y gases lacrimógenos contra los exaltados, que también intentaron levantar barricadas de neumáticos encendidos y trataron de reorganizarse en varias ocasiones.
Pinochet será cremado mañana, sin un funeral de Estado ni duelo nacional, pero con honores militares como ex jefe del ejército y con la autorización de colocar la bandera a media asta únicamente en unidades militares, según informó el gobierno de Michelle Bachelet.
Apenas conocido el deceso del ex dictador, la televisión y las radioemisoras interrumpieron sus transmisiones para informar sobre el hecho, mientras algunos hijos de Pinochet, sorprendidos por el súbito agravamiento de su padre, llegaban rápidamente al Hospital Militar de Santiago, donde se encontraba internado.
Pinochet estaba acompañado por su esposa, Lucía Hiriart, quien ayer cumplía 84 años, y que sufrió un pico de presión y debió ser tratada en el mismo nosocomio.
Uno de los últimos en estar junto al ex gobernante fue el diputado derechista Iván Moreira, uno de los pocos dirigentes de ese sector que se han mantenido inalterables en la lealtad al hombre que rigió con mano de acero a Chile entre 1973 y 1990. "Comentamos algunas noticias del diario", contó Moreira sobre su encuentro con Pinochet.
El gobierno reaccionó casi cinco horas después del fallecimiento con una declaración del vocero oficial, Ricardo Lagos Weber, quien señaló que la autoridad no decretaba duelo nacional. Dijo que a juicio del gobierno lo que corresponde "es que tenga honores propios de un ex comandante en jefe del ejército". La decisión fue coherente con una declaración de Bachelet, quien, cuando era candidata presidencial, sostuvo que "violentaría la conciencia de los chilenos" establecer duelo nacional.
De todos modos, Lagos Weber dijo que el gobierno "respeta" el dolor de los familiares del ex dictador y afirmó que había autorizado al ejército para poner banderas a media asta en los recintos castrenses.
El gobierno había analizado la semana pasada con el jefe del ejército, general Oscar Izurieta, el ceremonial que se desplegará durante las exequias, y ayer volvió a tratar el tema con el jefe militar. El vocero oficial dijo que a la misa fúnebre de mañana en la Escuela Militar concurrirá la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot.
La capilla ardiente fue erigida anoche en la Escuela Militar. Los restos de Pinochet fueron trasladados a las 20 hasta ese lugar, donde en 1998 entregó el mando de la institución que comandó durante 25 años.
Llantos y champagne
Pocos minutos después de conocido el sorpresivo deceso, luego de una recuperación que incluso había confirmado pocas horas antes un boletín oficial del Hospital Militar, miles de personas salieron a las calles para celebrar la muerte del ex dictador o para expresar el dolor que aflige a sus partidarios.
Cientos de personas, portando carteles, fotos del ex mandatario y banderas chilenas, se apostaron frente al Hospital Militar, donde desde el domingo anterior hacían vigilia en respaldo de su veterano líder. "Apenas escuché la noticia me vine, como en días anteriores, a expresar que este país no sería lo que es si no fuera por Pinochet. Le debemos mucho", expresó Verónica Sánchez.
En su mayoría mujeres, los partidarios expresaban por momentos su desesperación con llantos o con gritos contra la presidenta Bachelet, los diputados derechistas que acudieron al centro asistencial o contra los periodistas. También se enfurecieron con los militares que custodiaban el hospital, porque no bajaron la bandera a media asta en señal de duelo. Derechistas y militares eran calificados de "traidores".
Mientras tanto, muchos automovilistas en la ciudad hacían sonar sus bocinas y miles de manifestantes, en su mayoría jóvenes, se concentraban en la plaza Italia, sitio habitual de festejos deportivos o políticos, donde lanzaron serpentinas y descorcharon botellas de champagne.
Un joven que brincaba al grito de "el que no salta es Pinochet" comentó: "Estoy feliz, aunque no debiera haber muerto antes de ser condenado". El ex gobernante se encontraba sometido a proceso y esperaba una posible condena en varios juicios por violaciones de los derechos humanos y por corrupción.
Cierre de un ciclo
Pese a los 30 grados de calor, miles de manifestantes izquierdistas marcharon por el centro capitalino y se concentraron frente al palacio presidencial, donde un camión hidrante trató de enfriar con sus chorros el entusiasmo que expresaban. Pero del entusiasmo se pasó a los disturbios, por lo que debió intervenir la policía antimotines para dispersar a los manifestantes.
Ricardo Solari, vicepresidente del Partido Socialista, señaló que la muerte del hombre que gobernó con mano dura este país entre 1973 y 1990 es "para nosotros el cierre de un ciclo histórico que se abrió con el golpe militar".
Algunos dirigentes derechistas, que fueron abucheados en el Hospital Militar por los partidarios de Pinochet, acudieron al nosocomio. Sin embargo, no asistieron las cúpulas de los dos partidos de derecha.
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