Murió en Nicaragua un exguerrillero que era uno de los opositores detenidos del régimen de Ortega
El general retirado Hugo Torres, conocido como “comandante uno”, había ayudado a liberar a Ortega de la cárcel en 1974
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CARACAS.– La muerte en prisión del general Hugo Torres no solo llenó ayer de rabia y de congoja a la Nicaragua democrática, sino que también impactó a buena parte de la izquierda continental, sabedora de las hazañas del mítico “comandante uno” durante la guerra de liberación de la otra dictadura, la de Somoza.
Las alertas previas de familiares y activistas de derechos humanos sobre el estado de salud de este prisionero político, de 73 años, no fueron suficientes para el régimen, que hace tiempo olvidó que gracias al heroísmo de Torres su líder, el ahora presidente Daniel Ortega, recobró la libertad durante la lucha revolucionaria.
Desde hace dos meses se desconocía incluso el paradero real del general en retiro, tan inocente como el resto de los detenidos por el gobierno sandinista durante la razia de 2021. “¿Dónde está Hugo Torres? Se lo llevaron enfermo del [penal] Nuevo Chipote”, había denunciado previamente Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).
“Por voluntad expresa de nuestro padre no se celebrarán honras fúnebres ni ceremonias públicas”, comunicó la familia Torres en su nota de duelo.
El Ministerio Público informó al país que Torres murió por “causa de los fallecimientos que padecía”. Según la Fiscalía, fue trasladado a un hospital de la capital y siempre contó con acompañamiento familiar. En el comunicado emitido ayer aseguran que por “razones humanitarias” se le había suspendido de forma definitiva el juicio que se preparaba contra él.
La condición de salud del dirigente del Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y actualmente vicepresidente de Unamos, se agravó tras su detención ilegal en junio, bajo las mismas falsas premisas que los candidatos presidenciales y dirigentes opositores. Aquel día se lo llevaron de su casa a la fuerza, con un gran despliegue policial en el que incluso se usaron drones.
“Arriesgué la vida para sacar de la cárcel a Ortega [en 1974], pero así son las vueltas de la vida: los que una vez acogieron principios hoy los han traicionado”, resumió sin pestañear, con su habitual tono firme y amable a la vez, tras ser acusado de ser un traidor a la patria, la misma por la que luchó toda su vida.
El partido Unamos responsabilizó directamente al gobierno de la muerte de su dirigente: “Hugo muere siendo preso político de la dictadura y recae sobre ella la responsabilidad de su muerte por haberlo apresado y mantenerlo en calidad de secuestrado hasta hoy [por ayer], fecha de su muerte. El fallecimiento de nuestro vicepresidente es otro de los tantos crímenes cometidos por los Ortega y Murillo. Y esta muerte, como todos los asesinatos cometidos por ellos, no quedarán impunes”.
Antes de su detención no se le conocían enfermedades a Torres. “Para nosotros murió como resultado de esta injusta detención, de esta brutal detención y esta falta de respuesta oportuna no solo con Hugo sino con toda la gente que está ahí detenida. Ortega es responsable también de esta muerte”, acusó la también exguerrillera Mónica Baltodano a 100% Noticias, el canal informativo cuyo director y propietario, Miguel Mora, acaba de ser condenado a 13 años de prisión en los juicios exprés que se siguen contra los más de 40 presos del Nuevo Chipote.
Condena
La muerte del exgeneral de brigada se suma a la condena de ocho años de cárcel contra Dora María Téllez, la comandante dos, el otro gran mito del sandinismo. No obstante, y pese a su crueldad, Ortega no ha conseguido uno de sus grandes objetivos: borrar tan importantes capítulos de la historia del sandinismo, el asalto al Palacio Nacional y la “Operación Chanchera”, que sirvió para liberar a Ortega y para convertirle en el hombre fuerte de la revolución.
La crónica de lo sucedido tuvo al mejor narrador posible, Gabriel García Márquez, que la calificó de “disparate magistral”: 25 guerrilleros valientes contra 3000 hombres distribuidos entre el Parlamento, ministerios y varios organismos.
Torres era el “comandante uno” y Téllez, la “número dos”. El triunvirato lo cerraba Edén Pastora, el “comandante cero”, que más tarde no conservó la coherencia de sus compañeros. La operación fulminante acabó con la liberación de 60 presos políticos y el camino triunfal de los guerrilleros camino del aeropuerto para huir de Nicaragua. García Márquez relató el sarcasmo de Torres ante la sorpresa de un funcionario de Somoza: “Ya ve, esto es lo único que no se puede comprar con plata”.
En conversación con la nacion en las horas previas a su detención, Torres, acusado también de incitar a la “injerencia extranjera”, confesó su desánimo ante la deriva inacabable de su país: “Nicaragua vive un estado policial y represivo, de sitio de facto, aquí no hay seguridad para nadie. El Estado de terror que vivimos es el Estado que Ortega quiere que prevalezca”.
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