Murió Benedicto XVI: revelan sus últimas palabras antes de morir
“Jesús, te amo”, dijo, en alemán, el expontífice; Francisco fue el primero en llegar hasta su lecho de muerte y rezó junto a él; dan a conocer el “testamento espiritual” que dejó en 2006
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ROMA.- “Jesus, ich liebe dich” (“Jesús, te amo”, en alemán). Estas fueron las últimas palabras que pronunció Benedicto XVI, papa emérito, antes de morir, según pudo saber LA NACION de fuentes informadas.
El deceso del expapa alemán (2005-2013) ocurrió esta mañana, a las 9.34, en su habitación del primer piso del Monasterio Mater Ecclesiae, ubicado en los Jardines del Vaticano.
Entonces el arzobispo Georg Ganswein, secretario privado de Benedicto, enseguida llamó por teléfono al papa Francisco para avisarle del fallecimiento. Y diez minutos después, el exarzobispo de Buenos Aires fue el primero en llegar hasta su lecho de muerte para darle una bendición final y rezar en silencio junto a su cuerpo ya sin vida.
Francisco, que había sido quien el miércoles pasado le había anunciado al mundo que su predecesor, de 95 años, estaba grave, también saludó y les dio el pésame a quienes estuvieron al lado del papa emérito hasta el final.
Al margen de Ganswein, estaban sus dos médicos, las cuatro mujeres consagradas del grupo Memores Domini –Carmela, Loredana, Cristina y Rossella-, sor Birgit Wansing, su secretaria alemana y dos enfermeros.
En un clima de gran pesar, el papa Francisco enseguida quiso que la noticia se supiera a la brevedad, por lo que el arzobispo Gaswein llamó por teléfono al director de la Sala de Prensa, Matteo Bruni.
El papa Francisco, que siempre se llevó bien con su predecesor, también había ido a visitarlo el miércoles pasado, cuando ocurrió el agravamiento de su ya delicado estado.
Personas que estuvieron en los últimos días con Benedicto, que hasta el final estuvo lúcido, contaron que pedía continuamente disculpas “por la molestia que les estoy dando y les di en estos años”. Bromeaba y les decía que no imaginaba que iba a durar tanto. “No imaginaba que el camino entre la sede de Pedro y las puertas del Cielo sería tan largo”, repetía en los últimos años, según el diario español ABC, que detalló que ayer recibió por última vez la comunión. Y que esta mañana todos los que viven con él estaban a su lado cuando falleció, “con gran serenidad”.
De hecho, quienes más conocieron al papa emérito, uno de los más grandes teólogos de los últimos tiempos, sabían que, desde hace años, estaba deseando que llegara su hora. Y recordaban que así como nació un sábado santo, el 16 de abril de 1927, Benedicto falleció otro sábado santo, el de fin de año.
Testamento espiritual
El Vaticano difundió, en tanto, un “testamento espiritual” que Benedicto escribió el 29 de agosto de 2006, después de haber cumplido su primer año de pontificado. En este texto de poco más de una carilla, escrito en alemán, Joseph Ratzinger enumera todos las razones que tiene para agradecer, pide perdón por sus pecados y lanza un llamado a todos los fieles a seguir firmes en la fe.
“Agradezco ante todo a Dios mismo, el dispensador de cada buen don, que me ha donado la vida y me ha guiado a través de varios momentos de confusión, volviéndome a levantar cada vez que empezaba a patinar y donándome siempre de nuevo la luz de su rostro”, escribió. “Retrospectivamente veo y entiendo que también los momentos oscuros y fatigosos de este camino han sido para mi salvación que justamente en ellos Él me ha guiado bien”, agregó.
Benedicto agradeció luego a sus padres, “que me han donado la vida en un tiempo difícil”, aludiendo, sin mencionar a los terribles momentos posteriores a la Primera Guerra Mundial y luego, el ascenso del nazismo.
“La lúcida fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer (…); la profunda devoción y gran bondad de mi madre representan la herencia por la que nunca podré agradecer lo suficiente”, agregó.
Mencionó asimismo a su hermana María que lo asistió durante décadas “desinteresadamente”, y a su hermano mayor, Georg, también sacerdote, que “con la lucidez de sus juicios, su vigorosa determinación y la serenidad del corazón, siempre me allanó el camino”.
“De corazón”, también agradeció a Dios por los muchos amigos y amigas, hombres y mujeres, que Dios le puso a su lado, colaboradores de todas las etaoas, maestros y alumnos; a su madre patria, Alemania y a su gente. “Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen desviar de la fe”, pidió.
Como no podía ser de otra manera, ya que vivió la mayor parte de su vida en Roma y en Italia, también tuvo palabras de agradecimiento para lo que consideró que se volvió su “segunda patria”.
Luego, pidió perdón, “de corazón”, a todos los que pudo haber ofendido. Y, como hizo con sus compatriotas, lanzó un pedido “a todos los que en la Iglesia fueron encomendados a mi servicio”: “¡sigan firmes en la fe! ¡No se dejen confundir!”.
“A menudo parece que la ciencia –las ciencias naturales por un lado y la investigación histórica-, puedan ofrecer resultados inconfutables en contraste con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde tiempos lejanos y he podido constatar como, al contrario, se hayan desvanecido aparentes certezas contra la fe, demonstrándose ser no ciencia, sino interpretaciones filosóficas sólo aparentemente ligadas a la ciencia”, escribió.
Luego de recordar que desde hace sesenta años acompañaba el camino de la Teología, en especial, de las Ciencias bíblicas, subrayó que con el pasar de las diversas generaciones había visto derrumbarse tesis que parecían inquebrantables, demostrando ser “simples hipótesis”. En este marco, mencionó la generación liberal (Harnack, Jülicher etc.), la generación existencialista (Bultmann etcc.), la generación marxista.
“He visto y veo cómo del enredo de las hipótesis ha emergido y emerge nuevamente la razonabilidad de la fe. Jesucristo es verdaderamente la vía, la verdad y la vida y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo”, agregó. “Finalmente –concluyó-, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, pese a todos mis pecados e insuficiencias, me reciba en la casa eterna. A todos los que me son encomendados, día a día, les dejo, de corazón, mi oración”.
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