Murió Benedicto XVI: junto a Francisco, cómo fue la convivencia de dos papas en el Vaticano
Bergoglio y Ratzinger mantuvieron una excelente relación tras la sucesión; el pontífice argentino dijo varias veces que su antecesor era “un grande” y como un “abuelo sabio”
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ROMA.- Desde el principio fue extraña la coexistencia de dos papas, uno en funciones y el otro, emérito, en el Vaticano. Es más, desde algunos sectores opositores al papa del fin del mundo, hubo vanos intentos de desestabilizar al reformista Francisco, utilizando como arma a su más conservador y tímido predecesor. Pero la verdad es que la relación entre los dos papas fue siempre excelente, de inmenso respeto y admiración mutua.
El papa Francisco –que siempre lo visitó, habló con él por teléfono y envió regalos para Navidad–, siempre elogió sobre todo el coraje, la valentía de Benedicto, que al sentirse agobiado por una tarea para la que ya sentía que no tenía fuerza, decidió dar un paso al costado clamoroso. Es más, desde el principio de su pontificado Jorge Bergoglio dijo claramente que, llegado el caso y de sentir eso mismo, que ya no puede seguir adelante, no tendría problemas en seguir su valiente ejemplo.
“Llegado el momento, cuando veré que ya no aguanto más, lo haré y este es el gran ejemplo de papa Benedicto: fue una cosa muy buena para la Iglesia y él les dijo a los papas de detenerse a tiempo. Es un grande Benedicto”, reiteró en julio pasado Francisco en una entrevista.
En otra entrevista que concedió hace unos días al diario español ABC, confirmó que visitaba al papa emérito con frecuencia en el monasterio Mater Ecclesiae, enclavado en los Jardines del Vaticano, donde vivía. “Y salgo edificado de su mirada transparente. Vive en contemplación… Tiene buen humor, está lúcido, muy vivo, habla bajito, pero te sigue la conversación. Me admira su inteligencia. Es un grande”, dijo.
Preguntado sobre qué era lo que más apreciaba de Benedicto, Francisco incluso contestó: “Es un santo. Es un hombre de alta vida espiritual”.
El abuelo sabio
En verdad, ya en su famosa primera conferencia de prensa a diez mil metros de altura de regreso de su primer viaje internacional a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud, en julio de 2013, Francisco había llamado a su predecesor “un grande”.
Y para explicar cómo era esa convivencia extraña de dos papas en el Vaticano utilizó una frase que marcó luego esa relación, caracterizada por gran armonía y respeto: “Es como tener al abuelo en casa, pero el abuelo sabio, en una familia el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado”.
“La última vez que hubo dos papas o tres papas no se hablaban entre ellos, se estaban peleando a ver quién era el verdadero. Tres llegaron a haber durante el Cisma de Occidente”, recordó. “Hay algo que califica mi relación con Benedicto: yo lo quiero mucho. Siempre lo quise mucho, para mí es un hombre de Dios, es un hombre humilde, que reza. Yo fui muy feliz cuando fue electo Papa. También cuando él renunció para mí fue un ejemplo de un grande, un hombre de Dios, un hombre de oración”, dijo.
“Él ahora vive en el Vaticano y algunos me dicen: ‘¿Pero cómo se puede hacer esto, dos papas en el Vaticano? ¿Pero no te molesta, él no te hace la revolución en contra?’. Todas las cosas que dicen ¿no? Pero yo encontré una frase para esto: es como tener al abuelo en casa, pero el abuelo sabio, en una familia el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado. Él es un hombre de una prudencia, no se mete”, agregó.
Se sabe que Francisco siempre le dijo a Benedicto que saliera “de la cueva”, es decir, que no se quedara encerrado en el convento donde vivía, sino que fuera a las grandes ceremonias, como la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, en 2014, o en la inauguración del Jubileo de la Misericordia.
El 28 de junio de 2016 Francisco incluso organizó en el Vaticano una sobria ceremonia para conmemorar los 65 años de su ordenación sacerdotal. En esa ocasión, en un breve discurso volvió a elogiar a su antecesor. Destacó, de hecho, cómo Benedicto, rezando desde el monasterio Mater Ecclesiae “sigue sirviendo a la Iglesia”, contribuyendo con “vigor y sabiduría” a su crecimiento. Tal monasterio, subrayó, es todo lo contrario a “esos rinconcitos olvidados en los que la cultura del descarte tiende a relegar a las personas, cuando, con la edad, sus fuerzas disminuyen”.
Y aseguró que desde allí le llega “una tranquilidad, una paz, una fuerza, una confianza, una madurez, una fe, una dedicación y una fidelidad que me hacen mucho bien y me dan mucha fuerza a mí y a toda la Iglesia”. “Y me permito también decir que de Usted también me llega un sano y alegre sentido del humor”, agregó.
Francisco se acercó luego a Benedicto, a quien abrazó con mucho afecto y calidez, luego de estrecharle las manos. Esa ceremonia culminó con palabras de agradecimiento de Benedicto XVI, que a su turno subrayó el trato que le daba Francisco: “Su bondad, desde el primer momento de la elección, en cada momento de mi vida aquí, me impacta. Más que en los Jardines Vaticanos, con su belleza, su bondad es el lugar donde yo habito: me siento protegido”.
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