Muhammad Yunus: “Debemos ver el Covid-19 como una gran oportunidad para alejarnos del mundo anterior”
Si toda crisis es una oportunidad, como se dice, entonces Muhammad Yunus cree que estamos ante la madre de todas las oportunidades. El premio Nobel de la Paz considera que esta pandemia es una "catástrofe", sí, pero también que nos abre las puertas para dejar atrás –y para siempre– nuestra "normalidad", nuestro "viejo mundo".
"Deberíamos prepararnos para lograr que el Covid-19 sea recordado, no por las muertes y la destrucción que causó, sino porque generó la oportunidad para que creáramos un nuevo mundo", dice a LA NACION desde su casa en la capital de Bangladesh, Dhaka, donde se encuentra confinado. Un mundo nuevo "que adopte un giro de 180 grados", se ilusiona, "y se convierta en un mundo de empatía, paz, aire limpio y distribución de la riqueza entre todos sus habitantes".
Ganador del Nobel en 2006 por incentivar el desarrollo social y económico desde abajo y por sus esfuerzos para alcanzar una economía más justa para los desamparados, Yunus cumplirá 80 años a fin de mes. Pero no se detiene. Desde su casa coordina la distribución de alimentos a 100.000 familias esparcidas por todo su país que morirían de hambre sin alguien que las socorra, porque perdieron sus fuentes de ingresos. Y él lo intenta, mientras lidera también la producción de equipos de protección personal para personal hospitalario, y lanzó un programa de consultas médicas por internet para sus compatriotas, gratuito.
Acaso por eso, porque lleva décadas lidiando con las necesidades extremas allí por donde vaya, plantea que volver al mundo previo al coronavirus "sería suicida". Acaso por eso, también, ofrece su visión sobre cómo debería ser ese "sistema nuevo", más inclusivo.
–¿Qué extrae hasta ahora de esta pandemia?
–Lo más trágico fue comprobar cuán rápido olvidamos las ventajas de trabajar juntos frente a un enemigo común cuando despuntaba esta amenaza global. Durante muchos años construimos instituciones globales para lidiar con problemas comunes a todos, desarrollamos un consenso general para afrontar amenazas planetarias y establecimos las bases y los procesos consultivos para trabajar unidos. Pero cuando nos golpeó el Covid-19 rápidamente abandonamos el multilateralismo y volvimos al tribalismo. Cada país se preocupó por protegerse a sí mismo, ignorando los problemas de sus vecinos. El presidente [Donald] Trump llegó al extremo de anunciar públicamente que se quedaría, en exclusividad, con los equipamientos médicos, las patentes y los recursos que fueran necesarios para Estados Unidos, ignorando las necesidades de otras naciones. Incluso retiró fondos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un momento en que esa institución necesitaba todo el apoyo de todos los países. Así que fracasamos al intentar desarrollar una estrategia compartida sobre cómo proteger a nuestros ciudadanos, y para muchos países esto resultó demasiado costoso en vidas y sustento. Lo otro que me preocupa son las vacunas que ahora se están desarrollando. Esta catástrofe terminará solo cuando esas vacunas estén disponibles para los 8000 millones de habitantes de este planeta. Pero parece que esa eventual vacuna no estará disponible en un primer momento para la vasta mayoría. Por el contrario, las grandes compañías farmacéuticas están preparándose para cosechar enormes ganancias de las vacunas que desarrollan gracias a donaciones enormes de fundaciones y gobiernos. Por eso necesitamos garantizarnos que esas vacunas no se conviertan en una oportunidad para el mercantilismo. Deberían declararse de fuente abierta y considerarse un bien público global. Que cualquiera, en cualquier lugar, pueda producirla y colocarla en el mercado cuando desee. No deberían aplicarse restricciones de patentes a las vacunas. Pero debemos tomar esa decisión ahora. Mañana será tarde.
–¿Qué más ve en el horizonte como posibles escenarios pos-Covid-19?
–Los planes para el día después ya se están anunciando. Se están ultimando los paquetes de ayuda. Esa es la prescripción económica que desarrolló el mundo cuando las economías colapsaron en el pasado y los gobiernos se basan ahora en esa misma hoja de ruta. Están ansiosos por volver a como estaba todo antes de esta catástrofe. Pero deberíamos negarnos a volver a como estábamos. Sería lo más peligroso. Debemos ver el Covid-19 como una gran oportunidad para alejarnos del mundo anterior. Íbamos camino a un desastre. Estábamos contando los días para que se terminara todo. Calentamiento global, concentración extrema de la riqueza, desempleo masivo por la irrupción de la inteligencia artificial, todo eso iba a llevar al mundo a su final. Nuestros hijos y nietos estaban manifestándose en las calles porque no veían un futuro para ellos. Esta década es nuestra última oportunidad para intentar algo audaz para salvar al mundo. Así que deberíamos sentirnos aliviados de que el coronavirus llevó a ese mundo al colapso. Ya no tendremos que derribarlo nosotros. ¿Cómo podemos pensar en volver a eso? Nuestra decisión más importante ahora debería ser no volver atrás, ni debería haber paquetes de "recuperación", y concentrarnos en reinventar el mundo para no caer en la misma trampa otra vez. Debemos rediseñar la arquitectura del mundo para hacerlo un mundo con tres ceros: cero concentración de riqueza, cero emisión de carbono y cero desempleo. Y para eso la economía que viene debe basarse en la conciencia social y ambiental, abandonando la filosofía dominante del viejo mundo; es decir, la maximización de las ganancias a cualquier [remarca la palabra] costo. Debemos introducir una forma de hacer negocios que permita a las personas desarrollarse plenamente. Lo llamo "negocio social", opuesto a la maximización del beneficio personal, centrado en solucionar los problemas de las personas.
–¿Realmente cree que algo así, cuando pase esta tormenta global, es posible?
–Me preocupan las presiones que afrontan los gobiernos para reiniciar las economías con el viejo molde. Eso sería suicida. Sus defensores argumentarán que estos conceptos que le mencioné jamás se probaron, que son demasiado riesgosos. Bueno, los viejos conceptos ya demostraron ser peligrosos y autodestructivos. En este nuevo marco general que vivimos solo habrá lugar para otro tipo de comercio. No se le impondrá a nadie, pero creo que es lo que las personas quieren intentar. En mi caso, he promovido negocios sociales alrededor del mundo, a veces incluso en sociedad con grandes corporaciones que quieren involucrarse en la resolución de los problemas. Estamos presentes en América Latina, por ejemplo, en México, Brasil y Colombia. Más de 80 universidades han abierto Centros de Negocios Sociales Yunus, enseñan cursos sobre negocios sociales y encaran investigaciones sobre ellos. Y, ahora, el Covid-19 empuja esta idea de los negocios sociales al centro de la escena como forma de levantar un nuevo mundo. Si queremos aprovechar esta oportunidad para crear un nuevo mundo, debemos construir nuevos caminos basados en nuevas formas de pensar. Volver al viejo mundo bajo ningún concepto es una opción.
–Queda claro, entonces, que ve un motivo de esperanza en todo esto que vivimos…
–Estoy emocionado por las oportunidades que nos ofrece el Covid-19. Invito a los políticos, a los empresarios, a los activistas sociales y a los pensadores a prepararse para aprovechar al máximo esta oportunidad. Deberíamos prepararnos para lograr que el Covid-19 sea recordado, no por las muertes y la destrucción que causó, sino porque generó la oportunidad para que creáramos un nuevo mundo que adopte un giro de 180 grados y se convierta en un mundo de empatía, paz, aire limpio y distribución de la riqueza entre todos sus habitantes.
–¿Qué puede hacer la comunidad internacional, dada la situación actual, para promover la inclusión social, económica y política de los más desamparados? Medidas concretas…
–Lo primero y fundamental que la comunidad internacional y cada nación por su cuenta pueden hacer es anunciar su firme decisión de no querer volver, bajo ninguna circunstancia, al viejo mundo del calentamiento global, la concentración de la riqueza y el desempleo. Garantizarnos que no volveremos al petróleo y al sistema financiero que promueve la inequidad. Que promoveremos el emprendedurismo para todos, que construiremos un sistema educativo y un sistema financiero que promuevan la iniciativa de los jóvenes en vez de forzarlos a trabajar como mercenarios para que unos pocos se hagan superricos. La edad, el género o la falta de un título académico no pueden ser barreras para el emprendedurismo. El nuevo mundo debe permitir que cada persona intente desarrollar su talento como emprendedor, mientras que el trabajo como se lo entiende hasta ahora será una opción temporal para algunos.
–Durante una entrevista con el diario The Guardian en 2009, usted planteó: "Cuando las cosas funcionan, no quieres tocarlas. Pero cuando las cosas van mal, entonces intentas arreglarlas. Y si siguen sin funcionar, ¡las pateas! Este es el tiempo para patear". Imagino que el escenario actual refuerza aquella visión…
–Todos los aspectos básicos de la vida no funcionaban bien en el mundo pre-Covid-19. Era el momento de patear todo. Había una fuerte demanda para que lo hiciéramos, incluso en las primarias presidenciales de Estados Unidos. Afortunadamente, no tuvimos que tirar la patada nosotros. El Covid-19 lo hizo. Lo más inteligente que podemos hacer es aprovechar esta oportunidad. No permitamos que esta maquinaria que funcionaba mal vuelva a encenderse. Llegó el momento de construir una nueva. Si no, las generaciones futuras, si sobrevivieran, no nos perdonarán haber destruido su futuro mientras tuvimos la oportunidad de crear un mundo más sano y feliz para ellos.
–Pero ¿cree realmente que el emprendedurismo puede ayudar a reducir la desigualdad y generar riqueza entre aquellos más desfavorecidos?
–El Covid-19 nos dejó en tabla rasa. Podemos diseñar lo que sea e ir hacia donde queramos. La historia no suele proveernos semejantes oportunidades, incondicionales e ilimitadas, a menudo. Debemos empezar el proceso de reconstrucción con plena fe en nuestras habilidades. Debemos confiar en que nada es imposible para nosotros. Es una cuestión de convencernos sobre qué queremos hacer. Porque, en realidad, todos los problemas del viejo mundo se debieron a que nos sometimos a la tiranía de un sistema heredado que nunca desafiamos. Ahora que el sistema colapsó tenemos la oportunidad de pensar y crear un sistema nuevo que no permita que resurjan los viejos problemas. Es más sencillo.
–¿Hay algo que no le haya preguntado y que quisiera abordar?
–Sí, quisiera ahondar en la cuestión del sistema financiero. Le hablé antes de cambiar el sistema financiero porque fue la raíz de todos los demás problemas del viejo mundo. Quienes fijan las políticas públicas se pondrán locos si propongo reemplazarlo con uno nuevo. Pero no estoy diciendo eso. Solo planteo una idea modesta: creemos el espacio legal para permitir el desarrollo de un subsistema financiero basado en los principios de los negocios sociales. El sistema actual continuará al mismo tiempo que las autoridades regulatorias deberán garantizar que la conciencia social y la ambiental se incorporen a sus operaciones diarias. Este subsistema consistirá en múltiples instituciones financieras para negocios sociales. Incluirá, por ejemplo, bancos de microcréditos para los marginados o excluidos, con sus propios procedimientos organizacionales, como el Grameen Bank en Bangladesh, para garantizar que ni una persona quede sin acceso a los servicios financieros. De manera similar, incluiría un espacio legal para crear fondos de inversión y de riesgo para negocios sociales, aseguradoras para esos negocios sociales, y muchas otras instituciones de ese tipo. Porque el sistema legal actual, que está diseñado para maximizar las ganancias, se convirtió en una barrera formidable para crear instituciones de negocio social. Así que no estamos pidiendo ningún privilegio especial, simplemente que abran el espacio necesario para los negocios sociales.
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