Muertos, desaparecidos y desesperación: crece el drama migratorio en el infierno del Darién
En su huida hacia el norte, miles de venezolanos y otros migrantes buscan atravesar la peligrosa selva entre Colombia y Panamá
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BOGOTÁ.– Juan Camacho sí lo ha podido contar. “Duramos cinco días en la travesía, pagamos 60 dólares por persona en un grupo de 60 para que un indio nos guiara todo el trayecto. Dormimos a la orilla de un río crecido, entre matorrales y piedras. Hicimos una subida repleta de lodo (la famosa Loma de la Muerte) y dormimos en la bajada de La Llorona. Prendimos fogatas, regamos con querosene para que no se acercaran las serpientes. Gracias a dios no pasó nada malo. Todo lo que vivimos queda de aprendizaje y de recuerdo”.
Este joven venezolano de 22 años, estudiante de ingeniería, llegó a Nueva York tras 55 días y 7200 kilómetros de odisea “porque en Venezuela la situación es crítica, caótica, el sueldo no alcanza para nada”, según contó a LA NACION. Camacho atravesó la selva del Darién, epicentro de la actual crisis migratoria en el continente, un drama que no cesa de crecer.
El paso entre Colombia y Panamá, conocido también como el Tapón, es la parte más terrible de la travesía de los desesperados que buscan una nueva vida, sobre todo venezolanos, cuya presencia se multiplicó por diez en los últimos meses. Un camino que parece un infierno: según los cálculos de la Cruz Roja, entre el 10% y 15% de las mujeres sufren violencia sexual en el Darién.
El policía venezolano Freddy Lira, de 39 años, vendió su moto y el resto de pertenencias para lanzarse al Darién. Como tantos otros de sus paisanos, había probado, sin suerte, en otro destino migratorio, Chile. El sueño americano no deja dormir a los criollos, por algo América Latina se ha convertido en el mayor polvorín social del planeta. Nada más abandonar su hogar el 28 de junio, su madre tuvo el peor presentimiento.
Todavía hoy se lamenta en Valencia, capital del estado de Carabobo, de no haber impedido una odisea que se transformó en tragedia.
“Está gravísimo, no sé si resistirá”, se escucha en el video en el que Lira aparece en medio del barro, temblando por la hipotermia y con la mirada perdida. Nada más sabe su familia, que se enteró de su desgracia porque el video se hizo viral en las redes sociales. Después se lo tragó la selva, aunque otros caminantes han confirmado que el expolicía murió en las entrañas de la selva panameña. Por lo menos una docena de venezolanos murió en el Darién en lo que va del año.
“Las dejaron atrás porque estaban cansadas. Las amo con mi vida”, contó Edwel Chirinos a una televisión local desde Utah, donde reside, tres comprobar que su mujer, Luz Asleidys Steile, y Lusied, su hija de 3 años, intentaban llegar a Estados Unidos en un grupo con una veintena de venezolanos.
Los testimonios coinciden en que finalmente ambas se ahogaron en uno de los ríos de la selva. “Para que no se pudrieran en la orilla, las echaron al agua para que hallen los cuerpos donde desemboca el río. Es una tortura no poder enterrarlas”, se lamentó Chirinos.
Pantanos y lodo
Así es el infierno del Darién, el drama sin fin. La selva más salvaje atrapa a los caminantes entre pantanos y lodo o los ahoga en los ríos. La Loma de la Muerte clava los pies en el barro y mina la resistencia de los emigrantes. La Bajada de la Llorona rompe huesos y se queda con el resto de las fuerzas. Semejante travesía también acabó con William Monterola, que dejó para la pequeña historia de la emigración venezolana un desgarrador video mientras esperaba la muerte atrapado por el barro: “Esta es la verdad del Darién, lo que se sufre para tener una mejor vida”.
Según el gobierno de Panamá, que ya busca con Colombia cómo habilitar una ruta más transitable para los caminantes, casi 30.000 personas sufrieron el Darién en seis meses.
Los obstáculos migratorios impiden a los venezolanos volar a México u otros países centroamericanos, un viaje menos peligroso y más barato que cruzar el Darién, a donde llegan tras atravesar la frontera, pasar por Medellín y llegar a Necoclí. Desde este puerto colombiano el viaje de varias horas de lancha hasta la panameña Carreto cuesta 300 dólares, con lo que se acorta la travesía de la selva a cinco o seis días. El otro recorrido se puede prolongar hasta 10 días.
“En la tercera montaña aparecieron unos hombres armados hasta los dientes. Los tipos te agarran, te quitan la ropa, te violan, te hacen todo lo que pueden hacer y si no tienes dinero, te matan. Yo lo viví, fui violada por siete hombres… Siete… Se burlan de ti, te eyaculan en la cara, te dicen muévete, siente”, describió “María”, nombre ficticio, al canal TVV en Estados Unidos sin mostrar su rostro. La violación múltiple ocurrió delante de todo su grupo, amenazados todos ellos con armas de fuego.
En cinco meses, Médicos Sin Fronteras atendió a cerca de un centenar de mujeres violadas en la selva. La mayoría de ellas no lo denuncia.
“El Darién es una tragedia humana constante. Decenas de miles de migrantes cruzan esta peligrosa selva cada año escapando de la miseria y de violaciones de derechos humanos en sus países de origen”, denunció a este periódico Juan Pappier, investigador senior de Human Rights Watch (HRW).
“La dictadura de Maduro, en medio de la peor crisis económica de nuestra historia, empujó a esos miles de venezolanos a buscar una mejor calidad de vida en otras latitudes”, denunció el diputado Juan Pablo Guanipa, a la vez que subía a sus redes sociales el dramático momento en que las aguas crecidas de uno de los ríos de la selva arrastra durante unos segundos a un bebé, finalmente rescatado.
Parecida suerte tuvieron dos mujeres venezolanas, lesionadas y sin poder caminar, salvadas por una patrulla del ejército panameño. En cambio, nada se pudo hacer en las últimas horas por la vida de otro venezolano, José Díaz, antiguo trabajador universitario, mordido por una serpiente en plena travesía y sin la buena fortuna de Juan Camacho, quien ya trabaja en Nueva York para dar un giro definitivo a su vida.
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