Más de 30 millones de personas debieron migrar por las consecuencias el cambio climático y especialistas advierten que esta es apenas la punta del iceberg
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Nunca antes había sido tan clara la conexión entre el cambio climático y la movilidad humana. Según reportes del Organización Mundial Meteorológica (WMO, por sus siglas en inglés), las olas de calor, sequías, inundaciones y tormentas cobran cada vez más severidad en el mundo, lo que alerta a los organismos a cargo de los desplazamientos de personas.
“Hablamos de pérdida de alimento y hogares, enfermedades, y condiciones que hacen difícil la vida en varias partes del planeta”, explicó en diálogo con LA NACION Juan Carlos Murillo, representante para las Américas del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). “El cambio climático es una crisis humanitaria. En consecuencia, el vínculo entre cambio climático y desplazamiento es algo que en los últimos años se está evidenciando más”, agregó.
Millones de personas se han visto forzadas a migrar de su lugar de origen por causas que menos tienen que ver con conflictos bélicos y más con el cambio climático. Países como China, Bangladesh, India y Estados Unidos encabezan la lista con más desplazamientos forzados por fenómenos naturales, aunque en la última década este fenómeno se ha reproducido en todo el mundo.
Parecería que la idea de migrantes climáticos es algo incipiente, pero la cifra supera los 30,7 millones de personas, según el Centro de Monitoreo para el Desplazamiento Interno, y parece que no dejará de crecer de no tomar las medidas necesarias.
“Nadie quiere dejar su hogar, pero hay muchos que tienen que irse para salvar su vida”, declaró en diálogo con LA NACION Natalie Schmidthaeussler, perteneciente al departamento de acción climática de Acnur, desde sus oficinas centrales en Ginebra.
En los últimos años, tanto Naciones Unidas como varios países en el mundo han dado cuenta de la importancia que tienen los fenómenos climáticos en las migraciones y desplazamientos forzados. En América Latina, países como la Argentina, Uruguay, Perú, y Chile han incluido esta consideración en algunos de sus planes migratorios. La reubicación planificada, la atención a migrantes y desplazados, y las políticas de restauración ambiental y mitigación de emisiones son los principales ejes de trabajo.
Movilidad humana por fenómenos climáticos
Especialmente las personas más vulnerables del planeta se ven afectadas por el incremento de tormentas, heladas, sequías e inundaciones que, con cada vez más frecuencia, golpean poblados y ciudades por todo el mundo.
“Los migrantes por cambio climático existen desde siempre, solo que hasta ahora lo estamos considerando como tal”, ilustró Pablo Escribano, especialista en migración, ambiente y cambio climático para la Organización Internacional para la Migración (OIM) en las Américas. Los registros, por ahora, son escasos y muy recientes, así que la magnitud del fenómeno podría ser mayor a lo que hoy se conoce.
El último registro hasta el momento data de 2020, realizado por el Centro de Monitoreo para el Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés). El reporte habla de que casi todos estos nuevos desplazamientos ese año se dieron por inundaciones y tormentas (14 millones de personas migraron por cada motivo), aunque los incendios (1,2 millones), los deslizamientos de tierras (102.000), las temperaturas extremas (46.000), y las sequías (32.000) también son causas imperantes. América, junto con Asia y África subsahariana, concentran el mayor porcentaje de personas en estas condiciones.
Según el informe general de la Organización Mundial Meteorológica de 2021, es evidente el aumento en frecuencia e intensidad de fenómenos naturales del estilo y calculan que aún generando medidas efectivas de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero, desastres como las olas de calor continuarán hasta por lo menos 2060. En consecuencia, se prevé un aumento en el número de desplazados por razones climáticas.
Escribano opinó que hay dos efectos importantes dentro de la movilidad humana: el desplazamiento por eventos puntuales (como huracanes o inundaciones), y migraciones consecuentes ocasionadas por cambios prolongados (como las sequías y las olas de calor). Esto puede afectar la producción de alimentos, el gasto energético y la disponibilidad de agua en varias partes del planeta. “Esperamos ver grandes impactos en la agricultura. Durante las anteriores olas de calor en Europa, perdimos gran parte de las cosechas”, alertó en un comunicado de prensa de julio pasado, refiriéndose al caso europeo, Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial.
La mayoría de los desplazamientos se dan internamente, o sea que no cruzan fronteras internacionales. “Normalmente, estas personas se desplazan temporalmente esperando regresar a sus hogares. La cuestión con el cambio climático es que esto no necesariamente sucede”, comentó Schmidthaeussler. “Estuve en el sur de Sudán hace unos meses, y había muchas personas que habían perdido sus casas y cultivos por inundaciones. Realmente esto era algo que pasaba todos los años y luego el agua se drenaba. Pero desde hace cuatro años, estas inundaciones no han desaparecido”, agregó.
Los sitios más afectados en América Latina
Los países más afectados por esto son China, Filipinas, Bangladesh, India y Estados Unidos, que conjuntan más de la mitad de los desplazados en todo el mundo. América es la tercera región más afectada, al que corresponde más de 4,5 millones (15% con respecto al mundo) de desplazamientos por cambio climático.
En América Latina, Honduras es el país con mayor desplazamiento registado por fenómenos climáticos, provocando casi un millón de desplazamientos en un año por una mezcla de sequías, en ciertas épocas, y huracanes muy agresivos, en otras. Este país se encuentra en la región llamada “corredor seco”, un tramo de tierra de 1600 kilómetros de largo y de 100 a 400 kilómetros de ancho que concentra el 90% de la población de Centroamérica y las principales capitales de esta región geográfica (Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica).
No obstante, hay eventos puntuales que han aparecido en casi todo el continente. “Nunca se habían registrado sequías como las que Chile sufre desde el año pasado, pero este tipo de fenómenos cada vez es más frecuente. Las inundaciones del norte de Brasil, las sequías en Argentina o México son eventos sin precedentes”, ejemplificó Escribano.
Escribano opinó que como la mayor parte de la movilidad humana derivada del cambio climático se da dentro de los propios países, es necesario tomar medidas. “Sabemos que la gran mayoría de los desplazamientos internos se dan de zonas rurales a ciudades tanto primarias [ya consolidadas] como secundarias [aún en proceso de desarrollo]”, precisó Escribano. “Existen estimaciones de que en México y Centroamérica habrá un crecimiento en el número de migrantes en ciudades, al menos hasta el 2050. La cuestión es que también es sabido que las ciudades son más vulnerables al cambio climático”, agregó.
Las grandes urbes tienen mayor consumo de recursos como agua, alimento y energía, y hoy en día ya dan muestras de escasez. Pero también, las ciudades concentran la mayor parte de la población a nivel mundial, lo que puede acrecentar la posibilidad de impacto social.
“No es lo mismo una amenaza climática en el medio del desierto, donde no vive nadie, que, en la provincia de Córdoba, Santiago del Estero, o Santa Fe, en la Argentina. Zonas densamente pobladas, con personas que pueden no estar preparadas para ser movilizadas puede ser un difícil ingrediente en la fórmula. Y si esa población, a su vez, tiene pocos recursos para protegerse, o el estado tiene pocos recursos para protegerla es aún más grave. Hablamos de poblaciones vulnerables”, expuso en diálogo con LA NACION Celeste Saulo, vicepresidenta de la Organización Mundial Meteorológica y directora del Servicio Meteorológico Nacional de la Argentina.
Escribano explica que la vulnerabilidad es multifactorial, pero existen investigaciones que apuntan a que los grupos más vulnerables son las mujeres, niños y adultos mayores. “Se ha visto que los roles en las comunidades se modifican con estas migraciones y especialmente las mujeres acumulan el mayor número de tareas. Muchas veces ellas se quedan en los sitios afectados por desastres mientras los hombres buscan trabajo. Por ejemplo, en Chile vemos una tendencia que de zonas agrícolas la gente se desplaza a zonas mineras, pero son trabajadores que se van sin su familia”.
Las políticas de la región
“Aunque la mayor parte de la población desplazada se queda en sus países, millones de personas buscan asilo transfronterizo, ya que en países como los nuestros, muchas veces se combinan factores climáticos con inestabilidad económica o política”, explicó Murillo. La mayoría de los países latinoamericanos suscritos a la Convención Americana de Derechos Humanos han implementado el derecho a una visa humanitaria para todas las causas de migración, que incluyen esta. “Países como Perú y Chile han implementado planes de acción específicos para atender este tipo de fenómenos y también está el caso de la Argentina”, dijo Escribano.
A mediados de mayo pasado, la Argentina anunció en el Foro de Examen de la Migración Internacional (FEMI) la creación de un programa de visado humanitario para afectados por desastres socio-naturales en México, Centroamérica y el Caribe. Aun así, el destino de los migrantes provenientes de esos países es primordialmente Estados Unidos, que tiene un solo programa específico para desastres naturales: El Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés). Por otro lado, este país es el que más desplazamientos internos sufre por fenómenos climáticos, por lo que las personas que arriban allí no necesariamente dejan de ser vulnerables a seguir migrando.
Para marzo de 2022, aproximadamente 354.625 ciudadanos extranjeros de 12 países estaban protegidos por TPS. Una mayoría de beneficiarios provienen de El Salvador, seguido por Honduras, Haití y Venezuela, según datos del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos. “La cuestión con el TPS es que se necesita ser víctima de un desastre natural”, explica Escribano. Esto quiere decir que todas las personas que se vean forzadas o decidan migrar por fenómenos de efecto prolongado, como pueden ser las sequías, olas de calor consecuentes o lluvias monzónicas -intensas y de corta duración- no serían incluidas dentro de este programa.
Tanto OIM como Acnur están trabajando con varios de los países en la región para desarrollar políticas que atiendan este tipo de desplazamientos que buscan alinearse con los tres pilares planteados en el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés): mitigación, adaptación y resiliencia al cambio climático.
“Es necesario avanzar hacia políticas pannacionales para cuestiones como la migración y el cambio climático”, señaló Escribano. Se refiere a que las políticas con límites territoriales tradicionales no son suficientes para atender cualquiera de estos dos fenómenos y se necesita cambiar la perspectiva. Un ejemplo es la deforestación en el Amazonas. Aun cuando es de usufructo brasileño, la selva amazónica surte de agua a países como Bolivia, Colombia y Perú. La deforestación de esa selva ha devenido en afectaciones ambientales que trascienden las fronteras y que afectan la producción de alimento y de energía.
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