Steven Lee Myers trabajó siete años como corresponsal de The New York Times en Moscú y durante ese tiempo conoció y entrevistó al presidente ruso
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Vladimir Putin es uno de los políticos más mediáticos de las últimas décadas y, al mismo tiempo, uno de los más enigmáticos.
¿Qué hay detrás del hombre que ha desatado una crisis mundial?, ¿qué lo motiva?, ¿a quién respeta alguien con tanto poder?
El periodista Steven Lee Myers trabajó siete años como corresponsal de The New York Times en Moscú. Durante ese tiempo pudo conocer y entrevistar a Vladimir Putin, así como analizar su evolución en el poder.
En entrevista con BBC Mundo, Myers describe a Putin como un gran conversador, alguien para quien el orden y la estabilidad son muy importantes, con un compromiso “cuasi religioso” con su país y que guarda un resentimiento hacia occidente. En la conversación, Myers nos cuenta qué motiva a Putin, qué se sabe sobre su círculo más cercano y qué escenarios pueden esperarle en su guerra con Ucrania.
Myers es autor de la biografía “El nuevo zar: el ascenso y el reinado de Vladimir Putin”, y actualmente es el jefe de la redacción de The New York Times en Pekín.
-Usted se ha referido a Putin como “alguien que siempre gana”, ¿a qué se refiere?
-Me refiero a que durante los 22 años que ha estado en el poder, ha habido varios momentos en los que la gente pensó que este hombre no podría sobrevivir a los desafíos que le ha tocado enfrentar.
Al principio fue la guerra en Chechenia. Luego lo recibieron con protestas cuando regresó a la presidencia después de haber ejercido como primer ministro. Hubo protestas masivas. En un punto llegó a haber un millón de personas en las calles de Moscú. La gente decía: “¿cómo puede sobrevivir a esto?”.
Después, tras la anexión de Crimea en 2014, la economía rusa sufrió mucho. El valor del rublo cayó drásticamente y nunca se ha recuperado.
Sin embargo, Putin logró mantenerse en el poder y, de cierta manera, logró seguir siendo una figura fuerte. Entonces a eso me refiero, hasta el momento, Putin se las ha arreglado para decepcionar a quienes tienen la expectativa de que se verá obligado a dejar el poder.
-¿Cómo es un encuentro cara a cara con Putin?
-Creo que depende mucho de la persona y, tal vez, también de las circunstancias. Cuando yo lo conocí, había estado cubriendo Rusia durante un tiempo, así que ya estaba bastante familiarizado con él.
Es un muy buen conversador, algunas personas le atribuyen eso a su carrera en la KGB. Llega a sus reuniones extremadamente bien preparado. Puede recordar estadísticas y hablar sobre varios asuntos con un nivel de detalle increíble, de manera espontánea, sin notas. Es una persona muy aguda, también puede ser un poco irritable, y hemos visto sus arranques de ira, sus arremetidas. Siempre lo ha hecho, pero parece que ahora lo hiciera más.
Fíjate en su discurso de hace unos días en los que usó palabras como “escorias” y “traidores”. Ese tipo de lenguaje siempre ha salpicado sus comentarios, pero parece que ahora es más marcado que antes.
Pero mira, algunas personas lo conocen y quedan encantados con ese estilo, con la forma en la que se involucra en la conversación, te hace sentir escuchado. Personas que lo han conocido mucho más que yo, como Angela Merkel, por ejemplo, durante la crisis de Crimea le dijo a Obama que Putin vivía en otro mundo. Un consejero de Macron hace unos días dijo algo similar.
Entonces, creo que hay esta sensación de que Putin es, no digamos delirante, sino que simplemente ve el mundo desde una mirada distinta a la de la gente que trata con él.
-¿Hay algún suceso en la niñez o juventud de Putin que haya marcado su visión del mundo?
-Hay varias cosas… Yo comienzo mi libro hablando del padre de Putin y su experiencia en la Segunda Guerra Mundial. Él era un soldado que peleó en el sitio de Leningrado, un conflicto absolutamente horrendo en el que murieron millones de personas. Así que la guerra golpeó a casi todas las familias en la Unión Soviética, y eso permanece en la memoria histórica de su cultura hasta hoy.
Creo que, de cierta manera, no nos damos cuenta de que el único país que tuvo un nivel de destrucción similar fue la mismísima Alemania. El creció en una época en la que la Unión Soviética comenzó a rendir tributo a este esfuerzo.
La Unión Soviética, Stalin, sin importar lo que pienses de ellos, derrotaron a la Alemania nazi. Hay que darles crédito por eso. Creo que esa experiencia, esa mitología alrededor de la guerra es algo con lo que Putin creció y es fundamental para su carácter.
También hay una historia que él mismo cuenta, y uno no sabe qué tanto de ella es cierta. Él habla de un libro y una serie de 1968 llamada “El escudo y la espada”. Era una serie de guerra en la que había un personaje que era como un espía infiltrado en el ejército Nazi, y que ayudaba a ganar la guerra. A Putin le encantó esa serie, y ha dicho que se sintió tan conmovido que trató de alistarse de inmediato en la KGB, aunque fuera demasiado joven.
Entonces, eso era parte de su idea de servir a esta gran causa en contra los nazis, que, como hemos visto, es parte también de su lenguaje en la guerra de hoy contra Ucrania.
-¿Qué motiva a Putin, qué lo mueve?
-Mucha gente piensa erróneamente que Putin está tratando de recrear la Unión Soviética. No creo que eso sea lo que lo motive. Creo que él tiene una obsesión particular con Ucrania. Eso tampoco es nuevo. Se remonta al comienzo de su presidencia y estalla cada vez que Ucrania parece moverse fuera de la órbita de Rusia.
No se trata simplemente de que Ucrania se vaya a unir a la OTAN. Es más complicado que eso. Creo que ve a Ucrania, literalmente, como parte del Estado ruso. En 2008 Putin le dijo a George Bush que Ucrania ni siquiera era un país, y el año pasado lo repitió en el ensayo y el discurso que dio como antesala a este conflicto.
No creo que quiera recrear la Unión Soviética, creo que quiere recrear algo mucho más antiguo: el Imperio Ruso.
Alguna de las declaraciones que ha dado en los últimos días de cierta manera evocan un sentido de misión sagrada, de defender el sagrado Estado ruso de una manera cuasi religiosa. Los orígenes de la ortodoxia rusa se remontan a lo que hoy es Ucrania, y podría decirse que el Estado ruso nació a partir de Ucrania. Así que él no ve a Ucrania como un país distinto, sino como algo integral de Rusia.
-Usted retrata a Putin como alguien para quien la estabilidad y el orden son muy importantes, ¿cómo se refleja eso en su manera de actuar?
-No pretendo psicoanalizarlo, pero es muy meticuloso. Cuidad su dieta, es abstemio, se ejercita de manera obsesiva, o al menos así era. No se cómo habrá sido en los dos últimos años. En él se ve ese sentido de la disciplina.
Y lo otro que me impresionó, aunque no es algo nuevo, es algo que se ha visto desde el principio: el desdén o miedo que siente hacia lo que él considera el mandato de las multitudes, en otras palabras, la democracia. La democracia puede ser caótica en ciertos momentos, e involucra pasiones, disputas y protestas. Pero en su mente esas son amenazas para el Estado.
Él vivió eso cuando era un oficial de la KGB en Alemania del Este y el muro de Berlín cayó mientras él estaba ahí. Hubo una multitud que irrumpió en las instalaciones de la Stasi (el servicio de seguridad estatal de Alemania del Este) en Dresde, donde Putin prestaba servicio. Incluso trataron de tomarse la oficina de la KGB donde él estaba esa noche. Creo que eso lo marcó.
Cada vez que lo escuchas hablar de protestas, él no cree que pueda haber una emoción genuina de personas que buscan justicia, o que están tratando de que su voz sea escuchada. Él los ve como revoltosos, como multitudes tratando de derrocar el orden establecido.
-¿A quién respeta Putin?
-He pasado los últimos cinco años observando la relación entre Putin y Xi Jinping (presidente de China), viendo cómo crece y se profundiza esa relación. En una de sus últimas reuniones me llamó mucho la atención lo deferente, o incluso obsequioso que Putin es con Xi, mientras que en reuniones con otros líderes o incluso con su mismo personal, a Putin se le ve con una postura arrogante, sentado con las piernas abiertas y con mirada acusadora.
En alguna ocasión Barack Obama dijo que Putin se parecía al típico estudiante aburrido sentado en la parte de atrás del salón de clases. Y creo que Putin se comportó de esa manera con Obama porque no le gustaba.
Pero realmente puedes ver la diferencia con las personas que él respeta, y Xi es definitivamente una de esas personas.
Hace poco hablaba con un analista ruso que también sigue de cerca la relación Rusia-China, y él me decía que, al menos hasta hace poco, Putin era respetuoso con Biden. Eso me sorprendió, dada lo tensa que es la relación.
Pero bueno, aparte de eso, Putin es famoso por dejar a las personas esperando durante horas, ya sea para entrevistas o para importantes reuniones de trabajo. Algunas personas dicen que eso es parte de sus tácticas psicológicas, yo no lo sé, pero sí es un signo de su arrogancia. A las reuniones con Xi llega puntual.
-Se ha especulado mucho acerca de cómo la pandemia y el aislamiento durante estos dos años ha podido afectar la salud mental de Putin. ¿Usted sabe algo de eso?
-Lo mejor que he leído sobre eso es un artículo escrito por Mikhail Zygar. Zygar escribe que desde el comienzo de la pandemia Putin ni siquiera se está quedando en su casa a las afueras de Moscú, sino en otra de las residencias oficiales, entre Moscú y San Petersburgo. Ha estado ahí dando videoconferencias para evitar el riesgo del coronavirus.
Pero en este artículo Zygar menciona a una de las personas que ha estado ahí con Putin. Habla de Yuri Kovalchuk, uno de sus amigos cercanos, a quien se le conoce como “el banquero de Putin”. Kovalchuk es parte del círculo interno de Putin, no solo a nivel de gobierno sino personal. Ambos comparten esta visión cuasi religiosa de Rusia y del conflicto con Occidente.
Zygar, como todos nosotros, especula acerca de qué tipo de consejos está recibiendo Putin y qué pasa en su círculo interno, pero me parece muy persuasivo su argumento de que Kovalchuk ha sido el único en esa burbuja durante los dos últimos años, o al menos uno de los pocos en ser parte de ella.
-¿Qué se sabe de su familia?
-Es divorciado y sabemos muy poco de su vida personal más allá de eso. Es abuelo, tiene al menos dos hijos y hay rumores de que tiene otros. No está claro cuánto tiempo tiene para estar con ellos.
-En este momento Putin es visto como el villano por Occidente. ¿Hay alguna posibilidad de que en Occidente se tenga una visión reduccionista o maniquea de él?
-Creo que hay una especie de caricatura de Putin, casi como si fuera un personaje de dibujos animados o villano de James Bond. La gente dice “oh sí, fue un agente de la KGB”, y sí, lo fue, pero eso es solo una parte de su vida.
Nunca fue un James Bond durante su servicio. No era un agente encubierto, no tenía operaciones secretas. Era más bien un oficial de inteligencia que recolectaba información, que es lo que la mayoría de ellos hacen. A veces siento que exageramos su amenaza de esa manera caricaturesca.
Dicho eso, Putin claramente ha mostrado estar dispuesto a lanzar una invasión masiva sobre un país soberano. Eso no ocurre muy a menudo sin que haya algún tipo de justificación internacional. Por ejemplo, más allá de lo que uno piense de la guerra en Irak, Estados Unidos y sus aliados usaron un foro internacional y la ley para justificarla.
Putin no ha hecho nada de eso. La última vez que vimos una invasión como esta fue cuando Saddam Hussein invadió Kuwait en 1990. Entonces, cuando digo que exageramos su villanía no estoy intentando subestimar lo que ha ocurrido.
-¿Tiene Putin algún resentimiento respecto a Occidente?
-Creo que el resentimiento y el agravio es lo que ha estado motivando todo esto. Él tiene esta sensación de que Occidente está intentando mantener a Rusia abajo y que Estados Unidos está orquestando todo esto para destruirlos y robarles sus riquezas. Ese ha sido el tema de sus declaraciones durante años.
Sin embargo, cuando llegó al poder por primera vez sí había un intento genuino de su parte de mantener o incluso mejorar las relaciones con Estados Unidos y Europa. Durante sus dos primeros períodos presidenciales Putin tuvo buenas relaciones con Berlusconi en Italia, y con el excanciller Gerhard Schroeder en Alemania, de quien se volvió amigo personal y que luego fue contratado por una empresa estatal rusa.
Entonces, no siempre fue como es ahora, pero pienso que definitivamente con el caso de Estados Unidos y la OTAN, y obviamente todo el asunto de Ucrania, los levantamientos populares y la Revolución Naranja en el Maidán en 2014, Putin llegó a esa visión oscura de Occidente. Creo que todo se trata de esa sensación de que Rusia es una gran potencia y que la OTAN simplemente está empeñada en destruirla.
-Si Putin siempre gana, ¿puede ganar esta guerra?
-Obviamente no puedo hacer predicciones, pero se me hace difícil ver de qué manera Rusia puede salir victoriosa. Incluso si tuviera éxito en conquistar Ucrania e instalar un gobierno y un régimen miliar, parece que él no tiene los medios para eso. Incluso si logra eso, aún debería enfrentar el aislamiento y la condena mundial que hoy enfrenta.
Mucha gente dice que China está de su lado, y es cierto que China no está criticando la invasión, pero China no se siente cómoda con esta situación. Él mismo se ha arrinconado y hay signos de que está buscando la manera de salir de esto. Es difícil imaginar, dadas las consecuencias, no solo para él sino para toda Rusia, que él pueda triunfar.
-¿Cómo cree que Putin quiere ser recordado?
Creo que le gustaría ser visto como el hombre que le devolvió la grandeza a Rusia.
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