Moscú, entre la indiferencia y la preocupación por el conflicto en Ucrania
Los jóvenes rusos se desentienden de la crisis diplomática y la tensión militar en que está envuelto el gobierno de Putin, contra la inquietud de los mayores
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MOSCU.- “¿Miedo a una guerra con Ucrania? ¡No! De ese tema no se habla. A los jóvenes no nos interesa la política”. Aunque desde hace semanas el mundo occidental avizora, alarmado, una posible invasión de Rusia a la vecina exrepública soviética de Ucrania, defendida por la OTAN y Estados Unidos, en Moscú no hay clima de preguerra. Es más, reina una sorprendente atmósfera que oscila entre la indiferencia absoluta, sobre todo entre los jóvenes, y algo de preocupación en los mayores de 30 años.
“En Moscú la gente solo piensa en tener mucho dinero, grandes autos y en trabajar duro. La vida pasa muy rápido”, asegura Dalibar, recepcionista de 26 años de un pequeño hotel boutique a metros del famoso Teatro Bolshoi. Se trata del corazón de esta metrópolis de 13 millones de habitantes donde la opulencia impresiona, más allá del golpe económico provocado por el coronavirus, que aún provoca unas 700 muertes por día.
En una Moscú nevada, pero híper organizada, con sus veredas y calles limpias, pulcras, con sal esparcida para evitar resbalones en el hielo, iluminada de noche con decoraciones encantadoras, se palpa la riqueza de este país de 145 millones de habitantes, que no aparecen para nada interesados en una guerra con Ucrania.
Se ven autos de alta gama, espectaculares tiendas, shoppings de lujo que en verdad lucen semivacíos, pero igual frecuentados por gente que ostenta su bienestar con ropa y accesorios de marca y última moda, donde saltan a la vista mujeres arregladísimas, con tapados de piel y tacos altos, que dominan en el hielo y la nieve. Son miembros de esa sociedad de “nuevos ricos” que se creó al disolverse la Unión Soviética, que también llenan bares y restaurantes fashion hasta entrada la noche. Y que tampoco cree en una guerra que significaría pesadísimas sanciones económicas que nadie quiere y heriría a muerte la pujanza.
“En realidad, ya hay sanciones desde hace dos años. Por ejemplo, es imposible conseguir productos frescos italianos como queso parmesano, mozzarella o prosciutto... Yo tengo un amigo piloto que me trae”, cuenta Dalibar, que, para poder sobrevivir, tiene otro empleo. “La vida no es fácil, yo trabajo 15 horas por día y, como la mayoría de los jóvenes, no estoy preocupado por una posible guerra en Ucrania. No es un tema, a nadie le interesa. Además, la razón por la que es imposible que haya guerra es que sería un desastre porque habría más y peores sanciones económicas que el país no se puede permitir”, agrega este joven que dejó su Macedonia natal porque se casó con una doctora rusa. “Desde Skopje me llaman mis parientes asustados porque los noticieros hablan solo de Ucrania y de guerra, pero me la paso explicándoles que no pasa nada”, asegura, riendo.
Juegos de poder
Zujra, empleada de una tienda de souvenirs adyacente a la emblemática Plaza Roja -vacía-, de 28 años y nacida en Daguestán, en el Cáucaso, piensa igual. “No me interesa ni la política, ni los juegos de poder de la política y no me preocupa Ucrania, no sigo las noticias. Quizás sí la gente mayor, que prende la tele cuando llega a su casa y ve el noticiero”, afirma. “No me interesa la política, quiero la paz y extraño a los turistas, los grandes grupos que venían de China, de Europa, de la Argentina, que por el Covid-19 no vienen desde hace dos años... Hay solo turistas rusos y muy pocos”, lamenta.
En cambio, su compañera de trabajo, Olga, de 42 años y oriunda de Moldavia, casada con un ruso y madre de un chico de diez años, sí está preocupada. “Yo tengo miedo, Estados Unidos y Rusia se odian”, señala.
Mientras la mayoría de los entrevistados elude preguntas acerca del presidente ruso, Vladimir Putin, el “zar” del siglo XXI en el poder desde hace más de dos décadas, Olga no tienen problemas. “Es un tipo buen mozo, pero a mí como presidente no me gusta. Está en el poder desde hace 25 años, es hora de que se jubile. Rusia es un país rico, con recursos de todo tipo, pero la gente sigue siendo pobre. Solo el presidente y sus amigos son muy ricos, para la gente simple como yo la situación es mala”, dice.
Según datos del Banco Mundial de 2020, el 12% de la población rusa vive debajo de la línea de pobreza. “¿Para qué meterse ahora con Ucrania? Rusia es muy grande, ¿para qué necesita a Ucrania?”, se pregunta.
Boris, pelo y barba roja atada con una colita, tatuajes en el brazo, que trabaja en un bar del coqueto centro comercial Tsum, de 24 años, como la mayoría no se expide sobre Putin. “No sé, no lo conozco personalmente, no me meto en política, amo a la vida y amo a todos”, contesta, entrevistado vía Google translator. ¿Está preocupado por el conflicto con Ucrania? “Sí, porque la guerra siempre es una cosa terrible y la historia lo demuestra. Pero si hablamos de la situación del país en este momento, la verdad es que no sigo los eventos, no me interesa”, insiste.
Consecuencias nefastas
A Katarina, economista de 37 años nacida en San Petersburgo, que vive en Moscú, donde trabaja en una gran empresa que importa y exporta materia prima para cerveza, sí le preocupa la crisis en Ucrania. “Si la tensión que hay degenera, habrá consecuencias nefastas para el business y un golpe terrible para los grandes negocios y la economía del país”, dice.
“Es verdad que reina indiferencia entre los más jóvenes, que están en las redes sociales y no quieren profundizar y entender lo que está pasando, pero es preocupante la situación, de la que la que los noticieros tampoco hablan mucho”, asegura. “Mi abuelo, ya fallecido, era de Ucrania, donde nunca estuve pero donde muchos rusos tienen parientes y amigos”, agrega. Cambiando de tema y reflejando mundo, destaca que el malbec argentino es uno de sus vinos preferidos.
“La verdad es que la guerra no le conviene a Putin. La sociedad rusa sufre aún la pandemia, hay una crisis económica galopante debido justamente a eso y, a diferencia de muchos otros países, donde el Estado dio mucha ayudas económicas públicas a la gente, aquí no hubo nada de eso, porque los rusos son conservadores en lo político, pero liberales en lo económico. Y a Putin no le conviene azuzar una guerra. La población está muy cansada”, opinó un diplomático europeo, desde un café de una pulcra callecita peatonal del centro histórico, iluminada con decoraciones navideñas, reflejo de que Moscú es una de las capitales con más presupuesto del mundo.
“Si bien la gran mayoría la población acompaña a Putin y a su sueño de restaurar el carácter ruso de potencia mundial, la dignidad rusa, en la cuestión de Ucrania, tiene que tener cuidado”, advirtió la misma fuente. “Porque, aunque no se trata de un conflicto inventado por él -sino que es un problema real debido a la expansión de la OTAN en un país vecino, que era parte del imperio de los zares-, si le fuera mal en Ucrania, se termina Putin”, cerró.
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