Moon Jae-in: el hombre del diálogo y la moderación en una cita con divisiones
El líder surcoreano llega al país en pleno proceso de deshielo con el Norte
En una cumbre cruzada por una vasta red de conflictos, donde son varios los líderes enfrentados por asuntos comerciales y diplomáticos, e incluso por un crimen político, el G-20 tendrá como contrapeso a uno de los presidentes más conciliadores del mundo: el surcoreano Moon Jae-in .
Moon asumió la presidencia en mayo de 2017 y puso manos a la obra para labrar un acercamiento hasta entonces inconcebible, el de las dos Coreas, la comunista y la capitalista. Dos hermanas separadas por los vaivenes de la Guerra Fría y convertidas en enemigas.
Tal era la enemistad que los sucesivos gobernantes jamás firmaron la paz del conflicto que las enfrentó de 1950 a 1953. Solo se firmó un armisticio, el mayor símbolo de la inestable precariedad que rige sus relaciones, ya que al día de hoy siguen técnicamente en guerra.
Pero el año pasado se abrió el telón que separaba los dos países y entró en escena un nuevo personaje, fresco e innovador, que tiró por la borda los viejos libretos bélicos e improvisó sobre la marcha un guion libre de prejuicios.
Moon era el hombre justo en el momento correcto. El joven líder norcoreano, Kim Jong-un , probaba misiles cada vez más eficaces que sobrevolaban el mar para gran preocupación de sus vecinos, sobre todo los japoneses, que casi podían escuchar el estruendo de los cohetes que salían disparados desde las bases aéreas.
Kim, a la vez, se enzarzaba en una escalada de amenazas con Donald Trump, un hombre fácil de provocar y dado a quedarse con la última palabra. Los dos hablaban de botones nucleares y teléfonos rojos, un vocabulario de la Guerra Fría con el que estaban muy cómodos.
Había que bajar la tensión. Kim podía jactarse de lanzar un posible ataque a la isla de Guam, un territorio norteamericano a miles de kilómetros sobre el Pacífico. Pero el objetivo que estaba al alcance de la mano, a tiro de piedra, era Corea del Sur. Moon trianguló entonces con mano maestra entre los dos rabiosos enemigos y logró sentarlos a la misma mesa de diálogo en una reunión cumbre. Y de paso se labró él mismo una relación con Kim.
Pasados los meses, y con una sorprendente reconversión diplomática del propio Kim, el deshielo sigue avanzando a pie firme.
Los padres de Moon habían escapado del norte durante la Guerra de Corea y en los primeros años lejos del hogar vivieron con dificultad. El padre estaba en un campo de prisioneros y la madre vendía huevos en la ciudad portuaria de Busan. Moon estudió Derecho, fue preso por militar contra el gobierno autoritario del entonces presidente Park Chung-he y cuando quedó libre fue reclutado como conscripto en el ejército.
Dueño al fin de su destino, puso un estudio jurídico y luego se dedicó a la política. Su sueño es que las dos Coreas sean una sola. "Cuando llegue la reunificación pacífica -escribió-, lo primero que quiero hacer es tomar a mi madre, de 90 años, y llevarla a su pueblo natal".
Líder popular en su país, Moon dejó atrás el mal sabor del gobierno de su predecesora e hija del dictador, Park Geun-hye, destituida por corrupción, y en lo inmediato tiene entre ceja y ceja la demorada firma del acuerdo de paz, la palabra que según parece mejor lo define.
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