Moldavia y Georgia, los otros países acariciados por las garras del Kremlin
Además de su avance en Ucrania, Rusia trata de enturbiar la política interna de las dos repúblicas del este europeo y complicar su candidatura para ingresar a la UE
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PARÍS.- La derrota de los partidarios de Europa en la ex república soviética de Georgia, la inestabilidad política en Moldavia a pesar del apretado triunfo de la presidenta proeuropea Maia Sandu en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de hoy y las dificultades de Ucrania frente a las tropas de Vladimir Putin fragilizan las perspectivas de ampliación de la Unión Europea (UE) hacia su flanco este, cuyo interés fue reactivado por la invasión ucraniana en 2022.
Como una doble alerta para el bloque, en solo una semana tres votaciones importantes organizadas en Moldavia y en Georgia, países candidatos a la UE, fueron una ducha fría para los partidarios del avance de Europa occidental hacia el flanco este del continente. Fue sin duda una advertencia para Bruselas; un interrogante sobre su capacidad para contrariar las injerencias rusas, pero también sobre su poder de atracción en el contexto de la guerra de Ucrania.
El primer electroshock había llegado de Moldavia el 20 de octubre cuando los moldavos votaron en la primera vuelta de la elección presidencial, en la cual Maia Sandu era considerada ampliamente favorita. Sin embargo, aun habiendo llegado primera con 42% de las boletas, contra su adversario prorruso (26%), Alexander Stoianoglo, debió ir a un balotaje.
Esta noche, tras una reñida contienda, Sandu parece haber conservado su puesto obteniendo el 50,9% de los votos, contra 49,1% para su adversario. Un triunfo logrado a pesar de las maniobras rusas para falsear los resultados. Hoy, la comisión electoral afirmó conocer la existencia del transporte ilegal de votantes por aire y tierra a los consulados moldavos de Rusia, Bielorrusia, Azerbaiyán y Turquía, y lanzó un llamado al público a denunciar toda violación.
En la campaña, Stoianoglo había prometido una política “neutral”, aunque no ocultó su intención de lograr un “reset” con Moscú, declarándose dispuesto a reunirse con Vladimir Putin. En todo caso, el Kremlin lanzó todo su peso en su ayuda.
Organizado simultáneamente, el referéndum sobre la inscripción del objetivo europeo en la Constitución superó con mucho esfuerzo el 50%, gracias a los votos de la numerosa diáspora moldava, mayoritariamente proeuropea. Dentro de Moldavia fue el “no” el que ganó esa consulta.
Una semana después de la primera votación en Moldavia, Georgia lanzó un balde de agua fría sobre las esperanzas del campo proeuropeo. Allí la situación es inversa: contrariamente a Moldavia, el país está dirigido por un partido, Sueño Georgiano, que aun proclamando la voluntad de adherir a la UE como “prioridad”, consiguió sabotear esa trayectoria adoptando leyes juzgadas “iliberales” por Bruselas. El 26 de octubre, ese partido ganó las elecciones con 54,08% de los votos, según la Comisión Electoral Central (CEC). Unos resultados denunciados como fraudulentos por la coalición proeuropea e incluso por la presidenta del país, Salomé Zourabichvili, decididamente prooccidental.
Es verdad, ninguna de las tres votaciones se realizó democráticamente. En Georgia, las presiones y los fraudes, tanto durante la campaña como el día de los comicios, falsearon la elección en favor de Sueño Georgiano. “Somos testigos y víctimas de una operación rusa especial, una forma moderna de guerra híbrida contra el pueblo georgiano”, denunció Zourabichvili, totalmente enfrentada con el gobierno de su país.
Frente a las presiones de la oposición y los países occidentales, la CEC anunció un recuento de los votos, aunque este dio exactamente los mismos resultados. En cuanto a Moldavia, Rusia puso todo su peso en el espacio informacional, orquestando una vasta campaña de compra de votos para obtener sus fines.
La UE intentó frenar esos esfuerzos invirtiendo importantes medios financieros y humanos en la lucha contra la desinformación rusa. Pero no alcanzó. Muchos estiman que lo hizo demasiado tarde.
“Hubiera sido necesario consagrar esos medios desde que el estatus de ‘candidato a la adhesión’ fue acordado en 2022″, juzga Gesine Weber, especialista en cuestiones de seguridad y defensa europeas.
“La UE debe también comunicar mejor sobre las ventajas que procura el bloque. Frente a las injerencias rusas, debe hallar formas creativas y legales de ocupar más intensamente el terreno”, agrega. Para muchos, si bien esas irregularidades e injerencias rusas pesaron en forma innegable, no alcanzan para explicar todo.
“El apoyo europeo es más frágil de lo que se cree. Es necesario tener en cuenta que se trata de países en parte ocupados por Rusia. En la hipótesis de una derrota de Ucrania, las perspectivas pueden ser negras para ellos”, analiza Patrick Martin-Genier, especialista en Relaciones Internacionales.
“Esos resultados deben ser analizados en un contexto en el cual Rusia retoma la ventaja. Esto tiene repercusiones en los países vecinos. Si sienten que Ucrania es abandonada y que pierde la guerra, podría dañar la confianza en la Unión Europea como actor geopolítico”, advierte a su vez Samantha de Bendern, investigadora en el Instituto Real de Asuntos Internacionales (Chatham House).
Y la verdad es que Kiev nunca estuvo en una situación tan difícil desde que se inició la invasión rusa. Hace varios meses que el Ejército ruso avanza en el sudeste de la región de Donetsk, concentrando sus mortíferos asaltos en una zona que se estira sobre decenas de kilómetros, del nudo estratégico de Pokrovska a la pequeña ciudad de Vouhledar, tomada en octubre. Los rusos progresan sobre numerosos ejes, aprovechando las fallas en el dispositivo de defensa de Kiev y rodeando a los soldados ucranianos para obligarlos a replegarse.
Nadie duda de que la UE analizará con extrema atención los resultados de la segunda vuelta en Moldavia y la pulseada poselectoral entre gobierno y oposición en Georgia, en la cual se ha implicado directamente. La invasión de Ucrania en 2022 había reactivado el interés por la cuestión de la ampliación del bloque hacia el este del continente. Fue por eso que Kiev, Chisinau y Tbilisi recibieron el estatus de “países candidatos”.
¿Acaso estos recientes reveses podrían poner fin a ese entusiasmo europeo? “Desconfío de los efectos ‘pendulares’. Hace tres años nadie pensaba que esos países podían adherir a la UE. Tal vez fuimos demasiado optimistas en cuanto a su vocación europea… Pero tampoco deberíamos volvernos demasiado pesimistas de la noche a la mañana”, advierte Samantha de Bendern.
“El tenso contexto geopolítico vuelve más que nunca necesaria la reunificación de nuestro continente”, declaró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que se comprometió a que esa ampliación siga siendo “una prioridad absoluta”.
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