Mohammed ben Salman: el príncipe heredero saudita juega al misterio
Son varios los pesos pesados de la política internacional que darán el presente entre mañana y el sábado en Costa Salguero para la cumbre del G-20 . El presidente ruso, Vladimir Putin , estará ahí; también el norteamericano, Donald Trump , y el chino, Xi Jinping . Sin embargo, las miradas del mundo están puestas en un príncipe saudita de 33 años que pasó de promesa modernizadora a protagonista excluyente de algunas de las polémicas internacionales más resonantes de los últimos meses.
Mohammed ben Salman , heredero del trono saudita, llegó pasadas las 7 de ayer con una delegación de 400 personas al aeropuerto internacional de Ezeiza en un Boeing 747-400 de Saudia, la aerolínea de bandera de Arabia Saudita. Luego de ser recibido en la pista por el canciller argentino, Jorge Faurie, el heredero de la corona saudita se dirigió hacia la embajada de su país, en Alejandro María de Aguado 2881, en el barrio de Palermo. Después de eso, poco más se supo de su enigmática estadía en Buenos Aires.
Antes de su llegada, las versiones apuntaban a que el príncipe heredero buscaba alquilar todas las habitaciones del Sofitel de Cardales, un establecimiento de 27.000 m2 donde incluso pretendía instalar un trono. Pero la distancia de las instalaciones donde se desarrollará la cumbre y la falta de acuerdo para cerrar el hotel inclinaron la balanza en favor del Four Seasons.
Sin embargo, una noticia de último minuto lo llevó a reevaluar esos planes: Human Rights Watch (HRW) solicitó el lunes pasado a la Justicia argentina que lo investigara por presuntos crímenes de guerra en Yemen y por el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Turquía, el 2 de octubre pasado.
A partir de ese momento, el silencio en torno a Mohammed fue total. Sus enlaces de prensa se negaron a otorgar detalles sobre su estadía en Buenos Aires y su agenda es un misterio.
Aunque su círculo interno no lo afirma ni lo niega, el príncipe habría sido persuadido de quedarse en la embajada, un edificio terminado en 1932 que perteneció al arquitecto Juan Manuel Acevedo y su esposa, Inés Mercedes de Anchorena. Pero este palacio de la belle époque debió ser adaptado para la visita del heredero saudita. Anteayer, Barrio Parque amaneció con dos gigantescas grúas destinadas a instalar paneles de vidrio blindado en las ventanas.
Además, con la colaboración de las fuerzas de seguridad locales, se inspeccionaron otros edificios del área cuyas ventanas dan a la embajada y se desplegaron vallas en el perímetro de la sede diplomática.
Los recaudos buscan garantizar la integridad física del príncipe saudita, porque existe consenso de que no hay razones para preocuparse en el frente judicial: el príncipe no puede ser detenido, dado que llega a Buenos Aires con inmunidad diplomática, amparado por la Convención sobre Misiones Especiales de 1969, la misma que impidió el arresto del exdictador chileno Augusto Pinochet durante una visita a la Argentina en 1998.
En el plano del G-20 , la situación parece más problemática. En principio, Buenos Aires podría ser el lugar de una reunión con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan . La relación entre ambos líderes se deterioró luego del cruento asesinato de Khashoggi, cuyo cuerpo habría sido descuartizado y disuelto en ácido en la sede diplomática saudita en Estambul.
Si bien Erdogan no vinculó directamente a Mohammed con la muerte del columnista de The Washington Post, sí se ocupó de afirmar que la orden para su ejecución había sido dictada "en las más altas esferas" del poder saudita.
Más prometedor podría resultar el encuentro con Putin, que no hizo referencia alguna a este asesinato, o con el mismo Trump, que defendió a Mohammed y su padre, el rey Salman ben Abdulaziz, de las acusaciones en un encendido discurso el 20 de noviembre.
El reino ya había prometido invertir 450.000 millones de dólares en Estados Unidos.
El príncipe heredero tiene un consuelo. Luego de un paso por Japón el año próximo, en Osaka, la cumbre del G-20 recalará en Arabia Saudita en 2020. Allí, más allá de lo que digan los peritajes judiciales, todos los mandatarios deberán estrecharle la mano.
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